Cuando se inaugura en Europa el
Gran Acelerador Europeo, o Gran Colisionador de Hadrones,
que busca reproducir las condiciones físicas que dieron
lugar al Universo, y uno dirige la mirada hacia la
actualidad de los países que integran el eje llamado de
Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), es
imposible evitar un sentimiento de desasosiego ante la
dinámica conservadora que lo anima. Charlatanería, regresar
el reloj de la histórica, retórica vacía, pero nada de
tecnología, nada de medirse con el avance del mundo.
Los presidentes que gobiernan
ese pretendido eje, parecen actores amateurs, actuando en
una mala pieza de teatro. Una pieza sin un argumento
estructurado que no logra cuajar pues no tiene sustancia.
Actores improvisados moviéndose en un escenario que
desconocen, por lo que parecen más bien estar actuando el
remedo de una pieza teatral. Deseosos de entrar en el mundo
de los grandes, lo hacen de manera virtual pues no poseen ni
los elementos ni la base de poder que podría hacer que se
les tomara en serio. Enfrascados en reformas
constitucionales con el solo objetivo de darle legalidad a
presidencias vitalicias, a monopolizar el poder, a
reconstruir el mismo sistema elitista que dicen rechazar. Un
vulgar cambio de elites y la búsqueda de saciar un
mesianismo infantil es la dinámica que parece motivar su
acción que ellos llaman revolución.
El de Venezuela, juega el papel
tradicional del nuevo rico por el que se ha hecho famosa esa
nacionalidad, dedicarse a comprar de manera compulsiva.
Ahora va a jugar con aviones de combate para pasarle
“bajito” cerca de su papá Fidel y prepara las condiciones
para provocar una nueva “crisis de octubre”. Patético
personaje queriendo imitar a su “papá”. Mente cautiva que
corre en búsqueda de personajes que le llenen el vacío de su
mente extraviada.
El de Bolivia, con toda la
legitimidad que le otorgó el sufragio universal y su
condición de mestizo cuya misión era la de corregir agendas
en suspenso, tenía todo para jugar un papel de primer orden
y pasar a la historia. Dócil ante el poder cubano y sus
subalternos venezolanos, le declara la guerra a Estados
Unidos expulsando al embajador de ese país. No es la primera
vez que Bolivia le declara la guerra a un país más poderoso.
Ya lo hizo contra Chile y contra el Paraguay y las
consecuencias por haber perdido esas guerras todavía le
están afectando. En lugar de dedicarse a tratar los dossiers
pendientes, como el de, precisamente, negociar con Chile una
futura salida al mar, le declara la guerra a Estados Unidos.
A ver cómo el verdadero imperio tutelar de Bolivia que es el
Brasil, va a tomar este hecho.
El del Ecuador piensa que su
arrogancia de guayaquileño es suficiente para satisfacer su
ambición de ser considerado como un “grande”. Sustentar una
política en el puro personalismo no le ayudará a ir más allá
de ser un notable de provincia.
El caso más patético de esta
“banda de cuatro” es el de Daniel Ortega, el indeseable. Con
signos visibles de desarreglos mentales, la presidencia de
hecho la detenta su inefable esposa, Rosario Murillo. Ortega
constituye la representación más retrógrada del ruralismo
patriarcal latino-americano. Desde ejercer el derecho a
pernada sobre su hijastra, al igual que lo hacían los
hacendados de antaño, dueños de esclavas, con el
consentimiento de la madre de la víctima, esposa del
“Comandante”, el cual necesitaba de ese reposo del guerrero
para poder ejercer sus funciones de “héroe” y de líder. Hoy
las lenguas se desatan y el que fuera marido de Zoilamérica,
en una carta pública que l dirige, le pide perdón a ella y a
sus compañeros sandinistas por haber guardado silencio
acerca de los vejámenes sufridos por la que entonces era una
niña: “la violencia sexual es condenable venga de donde
venga, y un cargo de autoridad no da licencia para ultrajar
normas legales y morales.”
Violar las normas legales y
morales parece ser su manera de actuar. Por venganza Daniel
Ortega, esa caricatura de si mismo, “indigno de su propio
pasado” según Saramago, ha hecho condenar por un juez ahora
tristemente célebre, David Rojas, quien fue el abogado
defensor de Ortega cuando fue acusado por el delito de
violación de su hijastra, y ex miembro de la Seguridad del
Estado, fundada por la seguridad cubana cuando Nicaragua era
un protectorado cubano como lo es hoy Venezuela, al poeta
trapense Ernesto Cardenal, una de las figuras que, como la
de los escritores y artistas, rehabilita la condición de
latinoamericano.
El “delito” de Cardenal fue
haber sido recibido como se lo merece, con todos los
honores, cuando acudió a la toma de posesión del sacerdote
Fernando Lugo, mientras que Ortega no pudo acudir, impedido
por la histórica protesta de la ministra Gloria Rubín y de
las feministas, que se sentían ultrajadas por la presencia
de un hombre acusado de abuso sexual contra su hijastra,
eximido de culpa por los tribunales nicaragüenses puestos a
su servicio. Cardenal se permitió criticar en Asunción al
patético Ortega, acusándolo de ladrón, cosa que no es
novedad pues se debe recordar la célebre “piñata” a la que
dedicó la elite sandinista cuando perdió el poder, y de
“establecer en Nicaragua un reinado de unas cuantas familias
en alianza con somocistas”.
Al igual que a Ernesto Cardenal,
la pareja presidencial Ortega/Murillo le han declarado la
guerra jurídica con vista a ilegalizarlas, a las
organizaciones feministas de Nicaragua, las cuales denuncian
acciones persecutorias por parte del gobierno, entre las
cuales, la eliminación del aborto terapéutico del Código
Penal , ¡después de 169 años de vigencia! Las feministas
nicaragüenses no dudan en referirse a la “dictadura
Ortega-Murillo.” Cómo no considerar a estos
“revolucionarios” de retrógrados.
En Honduras, la presencia del
“Indeseable” también causó crisis y llevó a renunciar a la
ministra y directora del Instituto Nacional de la Mujer,
Selma Estrada. Como el presidente de Honduras, Manuel
Zelaya, no estaba para defender valores, sino para sacarle a
Hugo Chávez el máximo provecho, aceptó la renuncia de la
ministra que había declarado que tomó la decisión “por mis
valores” y porque “en la vida uno no debe tener doble
moral”.
Las reacciones por parte de los
intelectuales latinoamericanos ante las vejaciones de las
que sido objeto Ernesto Cardenal, entre las cuales se
cuentan personajes que siempre han demostrado una
incondicionalidad absoluta hacia todas las felonías
cometidas por la izquierda para “no hacerle el juego al
imperialismo americano, como Mario Benedetti, y lo más
singular, Eduardo Galeano que califica al gobierno de Ortega
de “infame”, y más singular aún, ha sido la reacción de la
Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC) que pese a no
tomar partido, deja sentado que "Cardenal ha sido y es una
figura entrañable para los cubanos". “Admiramos su obra
poética, de indiscutible trascendencia y la lealtad que ha
mostrado en toda circunstancia hacia nuestra revolución. En
los años en que muchos renegaron de sus ideas, él dio una
lección de coherencia y dignidad."
¿Cabe esperar que la ruptura de
la cohesión de la izquierda intelectual latino-americana con
el izquierdismo retrógrado que se ha manifestado con el caso
de Ernesto Cardenal, se convierta en la postura que adopte
ante todas las arbitrariedades que comete al poder, se le
califique de izquierda o de derecha?
El verdadero intelectual debe
ser una conciencia moral y no un defensor de etiquetas
políticas.
Y mientras se dilucidan esto
conflictos decimonónicos en América latina, se ha inaugurado
el Gran Acelerador Europeo.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |