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La dinámica conservadora de la “revolución” bolivariana
por Elizabeth Burgos
viernes, 12 septiembre 2008


Cuando se inaugura en Europa el Gran Acelerador Europeo, o Gran Colisionador de Hadrones, que busca reproducir las condiciones físicas que dieron lugar al Universo, y uno dirige la mirada hacia la actualidad de los países que integran el eje llamado de Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), es imposible evitar un sentimiento de desasosiego ante la dinámica conservadora que lo anima. Charlatanería, regresar el reloj de la histórica, retórica vacía, pero nada de tecnología, nada de medirse con el avance del mundo.

Los presidentes que gobiernan ese pretendido eje, parecen actores amateurs, actuando en una mala pieza de teatro. Una pieza sin un argumento estructurado que no logra cuajar pues no tiene sustancia. Actores improvisados moviéndose en un escenario que desconocen, por lo que parecen más bien estar actuando el remedo de una pieza teatral. Deseosos de entrar en el mundo de los grandes, lo hacen de manera virtual pues no poseen ni los elementos ni la base de poder que podría hacer que se les tomara en serio. Enfrascados en reformas constitucionales con el solo objetivo de darle legalidad a presidencias vitalicias, a monopolizar el poder, a reconstruir el mismo sistema elitista que dicen rechazar. Un vulgar cambio de elites y la búsqueda de saciar un mesianismo infantil es la dinámica que parece motivar su acción que ellos llaman revolución.

El de Venezuela, juega el papel tradicional del nuevo rico por el que se ha hecho famosa esa nacionalidad, dedicarse a comprar de manera compulsiva. Ahora va a jugar con aviones de combate para pasarle “bajito” cerca de su papá Fidel y prepara las condiciones para provocar una nueva “crisis de octubre”. Patético personaje queriendo imitar a su “papá”. Mente cautiva que corre en búsqueda de personajes que le llenen el vacío de su mente extraviada.

El de Bolivia, con toda la legitimidad que le otorgó el sufragio universal y su condición de mestizo cuya misión era la de corregir agendas en suspenso, tenía todo para jugar un papel de primer orden y pasar a la historia. Dócil ante el poder cubano y sus subalternos venezolanos, le declara la guerra a Estados Unidos expulsando al embajador de ese país. No es la primera vez que Bolivia le declara la guerra a un país más poderoso. Ya lo hizo contra Chile y contra el Paraguay y las consecuencias por haber perdido esas guerras todavía le están afectando. En lugar de dedicarse a tratar los dossiers pendientes, como el de, precisamente, negociar con Chile una futura salida al mar, le declara la guerra a Estados Unidos. A ver cómo el verdadero imperio tutelar de Bolivia que es el Brasil, va a tomar este hecho.

El del Ecuador piensa que su arrogancia de guayaquileño es suficiente para satisfacer su ambición de ser considerado como un “grande”. Sustentar una política en el puro personalismo no le ayudará a ir más allá de ser un notable de provincia.

El caso más patético de esta “banda de cuatro” es el de Daniel Ortega, el indeseable. Con signos visibles de desarreglos mentales, la presidencia de hecho la detenta su inefable esposa, Rosario Murillo. Ortega constituye la representación más retrógrada del ruralismo patriarcal latino-americano. Desde ejercer el derecho a pernada sobre su hijastra, al igual que lo hacían los hacendados de antaño, dueños de esclavas, con el consentimiento de la madre de la víctima, esposa del “Comandante”, el cual necesitaba de ese reposo del guerrero para poder ejercer sus funciones de “héroe” y de líder. Hoy las lenguas se desatan y el que fuera marido de Zoilamérica, en una carta pública que l dirige, le pide perdón a ella y a sus compañeros sandinistas por haber guardado silencio acerca de los vejámenes sufridos por la que entonces era una niña: “la violencia sexual es condenable venga de donde venga, y un cargo de autoridad no da licencia para ultrajar normas legales y morales.”

Violar las normas legales y morales parece ser su manera de actuar. Por venganza Daniel Ortega, esa caricatura de si mismo, “indigno de su propio pasado” según Saramago, ha hecho condenar por un juez ahora tristemente célebre, David Rojas, quien fue el abogado defensor de Ortega cuando fue acusado por el delito de violación de su hijastra, y ex miembro de la Seguridad del Estado, fundada por la seguridad cubana cuando Nicaragua era un protectorado cubano como lo es hoy Venezuela, al poeta trapense Ernesto Cardenal, una de las figuras que, como la de los escritores y artistas, rehabilita la condición de latinoamericano.

El “delito” de Cardenal fue haber sido recibido como se lo merece, con todos los honores, cuando acudió a la toma de posesión del sacerdote Fernando Lugo, mientras que Ortega no pudo acudir, impedido por la histórica protesta de la ministra Gloria Rubín y de las feministas, que se sentían ultrajadas por la presencia de un hombre acusado de abuso sexual contra su hijastra, eximido de culpa por los tribunales nicaragüenses puestos a su servicio. Cardenal se permitió criticar en Asunción al patético Ortega, acusándolo de ladrón, cosa que no es novedad pues se debe recordar la célebre “piñata” a la que dedicó la elite sandinista cuando perdió el poder, y de “establecer en Nicaragua un reinado de unas cuantas familias en alianza con somocistas”.

Al igual que a Ernesto Cardenal, la pareja presidencial Ortega/Murillo le han declarado la guerra jurídica con vista a ilegalizarlas, a las organizaciones feministas de Nicaragua, las cuales denuncian acciones persecutorias por parte del gobierno, entre las cuales, la eliminación del aborto terapéutico del Código Penal , ¡después de 169 años de vigencia! Las feministas nicaragüenses no dudan en referirse a la “dictadura Ortega-Murillo.” Cómo no considerar a estos “revolucionarios” de retrógrados.

En Honduras, la presencia del “Indeseable” también causó crisis y llevó a renunciar a la ministra y directora del Instituto Nacional de la Mujer, Selma Estrada. Como el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, no estaba para defender valores, sino para sacarle a Hugo Chávez el máximo provecho, aceptó la renuncia de la ministra que había declarado que tomó la decisión “por mis valores” y porque “en la vida uno no debe tener doble moral”.

Las reacciones por parte de los intelectuales latinoamericanos ante las vejaciones de las que sido objeto Ernesto Cardenal, entre las cuales se cuentan personajes que siempre han demostrado una incondicionalidad absoluta hacia todas las felonías cometidas por la izquierda para “no hacerle el juego al imperialismo americano, como Mario Benedetti, y lo más singular, Eduardo Galeano que califica al gobierno de Ortega de “infame”, y más singular aún, ha sido la reacción de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC) que pese a no tomar partido, deja sentado que "Cardenal ha sido y es una figura entrañable para los cubanos". “Admiramos su obra poética, de indiscutible trascendencia y la lealtad que ha mostrado en toda circunstancia hacia nuestra revolución. En los años en que muchos renegaron de sus ideas, él dio una lección de coherencia y dignidad."

¿Cabe esperar que la ruptura de la cohesión de la izquierda intelectual latino-americana con el izquierdismo retrógrado que se ha manifestado con el caso de Ernesto Cardenal, se convierta en la postura que adopte ante todas las arbitrariedades que comete al poder, se le califique de izquierda o de derecha?

El verdadero intelectual debe ser una conciencia moral y no un defensor de etiquetas políticas.

Y mientras se dilucidan esto conflictos decimonónicos en América latina, se ha inaugurado el Gran Acelerador Europeo.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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