Eduardo
Pizarro Leongómez, es uno de lo sociólogos más respetados de
Colombia. Hace algún tiempo publicó un excelente estudio
acerca de la situación colombiana, cuyo propósito es un
balance del conflicto armado en su país. Una democracia
asediada. Balance y perspectivas del conflicto armado en
Colombia. Aunque la obra se publicó en el 2004, ante la
presencia que ha cobrado el conflicto en Venezuela, y la
crisis regional que ha suscitado, su lectura es
indispensable para quien desee hacerse una idea seria,
equilibrada y global acerca de este tema candente, porque
pocos libros se han adentrado tan hondo en la evaluación de
las diferentes fuerzas que intervienen en el estado de
guerra en el que está sumida Colombia.
Se trata de
una reflexión sobre el fenómeno de la violencia y su
impacto en la economía, en la política y en la sociedad.
Analiza los diferentes aspectos que intervienen en la
persistencia de la violencia en el escenario colombiano y
se aplica de manera precisa a establecer las características
de los grupos armados que intervienen en el conflicto. Toma
en cuenta, no sólo el aspecto militar, sino también el modo
de financiación de la violencia; la interrelación entre el
conflicto armado y la producción y comercialización de la
cocaína por parte de los grupos insurgentes: guerrillas y
AUC (Autodefensas armadas de Colombia, “paramilitares,” como
se les suele llamar.) El comercio ilegal de la droga es un
arma cuyo impacto sobre la sociedad colombiana, a la larga,
viene siendo tan perjudicial, y tal vez más, que las propias
armas de fuego. Que se llamen revolucionarios marxistas o
paramilitares; ambos bandos obtienen sus finanzas de la
comercialización de la droga y de la extorsión mediante el
secuestro de personas ajenas al conflicto, y es sabido, que
la comercialización de la droga, ha permeado todos los
estratos de la sociedad y de las instituciones del país. El
eje de esta obra, según lo expresa el propio autor, no es
estudiar las causas de la violencia, tema que ya posee una
ingente bibliografía en Colombia. Su objetivo es estudiar
con detenimiento el impacto de la violencia, tanto en el
ámbito interno como internacional, en la sociedad y en las
instituciones colombianas. La tesis central de la obra es
que “Colombia enfrenta un conflicto eminentemente político,
tanto por sus raíces históricas como por las motivaciones
actuales de los movimientos insurgentes”. El objetivo de los
grupos guerrilleros, es ampararse del control del poder
político, para lo que llevan a cabo una guerra para hacerse
con el control territorial, y de los recursos estratégicos.
Pero no hay que dejarse confundir, aquí no se trata de
guerras territoriales, como en Chechenia, o la que llevan a
cabo los kurdos o los palestinos, ni tampoco ampararse del
control de los recursos, substituyendo las motivaciones
iniciales, como algunos grupos armados que en otros países
se han alejado de sus motivaciones iniciales, y se han
dedicado a amasar recursos económicos. En lo que respecta a
las guerrillas, las FARC y el ELN, se amparan de recursos
para ampliar su lucha en pro de la substitución del poder
actual, y proceder a la transformación del Estado y de la
economía. El autor considera indispensable una
caracterización correcta de los grupos insurgentes para
poder desarrollar la conducción de una política, correcta y
exitosa por parte del Estado hacia este fenómeno. Su
persistencia y su impacto en el panorama político
colombiano, y el hecho de tratarse de una de las guerrillas
de mayor duración de cuantas han existido, contrariamente a
las guerrillas que actuaron durante los años 1960-1970 en
América Latina, que gozaron de un amplio apoyo de la opinión
pública internacional, las de Colombia - hasta el impacto
mediático actual alcanzado por el caso Ingrid Betancourt-,
gozaban de poco impacto en el imaginario de la izquierda
internacional.
El estudio
de la especificidad del conflicto colombiano, la ausencia de
paralelos con otros conflictos armados a los que se les ha
equiparado equivocadamente, es otro de los temas abordados
por el autor.
Pizarro
Leongómez se esfuerza en demostrar, que la ausencia de un
estudio específico de las características de las guerrillas
colombianas, es lo que ha llevado a desarrollar, y por lo
tanto a errar, en las políticas y estrategias militares que
hasta hace poco, había puesto en marcha el Estado. Entre las
definiciones que el autor tiene por erradas, es considerar
que en Colombia existe una guerra civil, o la presencia de
dos bandos que se enfrentan; uno representado por las
fuerzas anti-liberales y anti imperialistas luchando contra
el bando contrario; opción que desarrollan quienes
justifican la acción de la guerrilla. La otra, es la que
caracteriza a las guerrillas como un simple grupo
terrorista, que sitúa la acción de las fuerzas
gubernamentales en el marco de la guerra antiterrorista de
Washington. Admitir estas clasificaciones, apunta el autor,
impide comprender que la razón de la proyección en el tiempo
de la guerrilla, es un proyecto político que comparte la
elite de la misma, para quien el fin justifica los medios
de allí que el uso del terrorismo, el secuestro, el tráfico
de drogas lo consideren como practicas legitimas.
Precisamente, al someter el autor su análisis al “long terme”
de la historia, no elude el coste que puede significar para
la guerrilla a largo plazo, el empleo de esos métodos lo que
puede conducirla a convertirse en un mero grupo terrorista,
y su relación con el narcotráfico llevarla a alejarse de su
lógica de acción y termine privando sobre ella el fructuoso
comercio de estupefacientes; hecho que no está descartado ya
está sucediendo a ciertos niveles de la dirección. De igual
manera, aborda la cuestión de la voluntad de las FARC, de
llevar su lucha a otros países, lo que conllevaría una
internacionalización de la violencia, como lo dejan entrever
las relaciones que mantienen las FARC con algunos países y
gobiernos regionales, afines ideológicamente; hecho que
podría convertir entonces la lucha contra la guerrilla en
Colombia, en parte de la lucha contra el terrorismo que
lleva a cabo Estados Unidos.
Si bien es
cierto que caracterizar a los grupos insurgentes como
“actores políticos” - pese a los métodos que emplean -,
corresponde a una metodología adecuada, no es menos cierto,
que una de las características que crea la singularidad de
la violencia en Colombia, es la preeminencia en su práctica
del uso de métodos delincuenciales como medio de
financiación, y como arma política, en particular la
participación activa en la producción y en el comercio de
drogas, lo que a la larga se ha convertido en un método de
guerra, y por ende, de hacer política, hecho que dificulta
otorgarles el estatus de “fuerza beligerante” como lo exigen
las FARC, lo que a su vez dificulta la constitución de un
espacio propicio para una salida de guerra negociada con el
acompañamiento de la comunidad internacional, como debería
ser el desenlace al que aspira el Estado colombiano.
En cuanto
al poder de la guerrilla; y más que un supuesto poderío de
la insurgencia, lo que se ha constatado es la debilidad del
propio Estado colombiano, y el comercio de drogas ilícitas
como factores que explican las dimensiones y la duración del
conflicto. Se han documentado las relaciones de
interdependencia entre los traficantes de droga,
(convergencia entre coca y el Kalashnikov) las guerrillas y
los grupos paramilitares, simbiosis que ha dado lugar a una
verdadera “economía de la guerra” directamente relacionada
con el mercado de la droga y el mercado de las armas, lo que
sitúa el conflicto, no sólo en la lucha contra insurgente,
sino también en la lucha contra la droga, lo que de por sí,
le da un carácter internacional al conflicto, y tienda a
quitarle su carácter político. El autor admite que en el
estado actual del debate no se siente con capacidad de
proponer un concepto alternativo a los ya barajados, que
tipifique el tipo de guerra que se lleva a cabo en el país.
Propone sin embargo catalogarlo como “un conflicto armado
interno (inmerso en un potencial conflicto regional
complejo), irregular, prolongado, con raíces ideológicas, de
baja intensidad (o en tránsito hacia un conflicto de
intensidad media), en el cual las principales víctimas son
la población civil y cuyo combustible principal son las
drogas ilícitas.” Pero no descarta el autor un posible
tránsito de la naturaleza del conflicto en Colombia de una
guerra contrainsurgente a una guerra anti-terrorista.
Toca
también el impacto del conflicto colombiano en el plano
internacional, y en particular, en las relaciones ente
Washington y Bogotá. El papel preponderante que está jugando
Estados Unidos en el marco del conflicto, tuvo su comienzo
solamente en 1998, tras la salida de Ernesto Samper del
gobierno el cual se caracterizó por graves tensiones
diplomática entre ambos países. En cuanto a la política
seguida por Álvaro Uribe, según el autor debe desembocar,
tarde o temprano en una solución negociada a la manera de
las negociaciones de paz en Centroamérica.
Cuando el
libro se publicó, todavía el presidente de Venezuela no
había entrado a tomar parte abiertamente en el conflicto
colombiano apoyando a las FARC ni tampoco el gobierno de
Rafael Correa en el Ecuador. Ese apoyo regional con el que
cuentan hoy las FARC, ha alejado a mi entender, ese “punto
de inflexión”, que el autor menciona como condición, para
que se entablen negociaciones de paz.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |