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Colombia: una democracia asediada
por Elizabeth Burgos
viernes, 9 mayo 2008


Eduardo Pizarro Leongómez, es uno de lo sociólogos más respetados de Colombia. Hace algún tiempo publicó un excelente estudio acerca de la situación colombiana, cuyo propósito es un balance del conflicto armado en su país. Una democracia asediada. Balance y perspectivas del conflicto armado en Colombia. Aunque la obra se publicó en el 2004, ante la presencia que ha cobrado el conflicto en Venezuela, y la crisis regional que ha suscitado, su lectura es indispensable para quien desee hacerse una idea seria, equilibrada y global acerca de este tema candente,  porque pocos libros se han adentrado tan hondo en la evaluación de las diferentes fuerzas que intervienen en el estado de guerra en el que está sumida Colombia. 

Se trata de una reflexión sobre el fenómeno de la violencia  y su impacto en la economía, en la política y en la sociedad. Analiza los diferentes aspectos que intervienen en la persistencia de la violencia en el escenario colombiano y  se aplica de manera precisa a establecer las características de los grupos armados que intervienen en el conflicto. Toma en cuenta,  no sólo el aspecto militar, sino también el modo de financiación de la violencia; la interrelación  entre el conflicto armado y la producción y comercialización de la cocaína por parte de los grupos insurgentes: guerrillas y AUC (Autodefensas armadas de Colombia, “paramilitares,” como se les suele llamar.) El comercio ilegal de la droga es un arma cuyo impacto sobre la sociedad colombiana, a la larga, viene siendo tan perjudicial, y tal vez más, que las propias armas de fuego. Que se llamen revolucionarios marxistas o paramilitares; ambos bandos obtienen sus finanzas de la comercialización de la droga y de la extorsión mediante el secuestro de personas ajenas al conflicto, y es sabido, que la comercialización de la droga, ha permeado todos los estratos de la sociedad y de las instituciones del país. El eje de esta obra, según lo expresa el propio autor, no es estudiar las causas de la violencia, tema que ya posee una ingente bibliografía en Colombia. Su objetivo es estudiar con detenimiento el impacto de la violencia, tanto en el ámbito interno como internacional, en la sociedad y en las instituciones colombianas. La tesis central de la obra es que “Colombia enfrenta un conflicto eminentemente político, tanto por sus raíces históricas como por las motivaciones actuales de los movimientos insurgentes”. El objetivo de los grupos guerrilleros, es ampararse del control del poder político, para lo que llevan a cabo una guerra para hacerse con el control territorial, y de los recursos estratégicos.  Pero no hay que dejarse confundir, aquí no se trata de guerras territoriales, como en Chechenia, o la que llevan a cabo los kurdos o los palestinos, ni tampoco ampararse del control de los recursos, substituyendo las motivaciones iniciales, como algunos grupos armados que en otros países se han alejado de sus motivaciones iniciales, y se han dedicado a amasar recursos económicos. En lo que respecta a las guerrillas, las FARC y el ELN,  se amparan de recursos para ampliar su lucha en pro de la substitución del poder actual, y proceder  a la transformación del Estado y de la economía. El autor considera indispensable una caracterización correcta de los grupos insurgentes para poder desarrollar la conducción de una política, correcta y exitosa por parte del Estado hacia este fenómeno. Su persistencia y  su impacto en el panorama político colombiano, y el hecho de tratarse de una de las guerrillas de mayor duración de cuantas han existido, contrariamente a las guerrillas que actuaron durante los años 1960-1970 en América Latina, que gozaron de un amplio apoyo de la opinión pública  internacional, las de Colombia -  hasta el impacto mediático actual alcanzado por el caso Ingrid Betancourt-, gozaban de poco impacto en el imaginario de la izquierda internacional.

El estudio de la especificidad del conflicto colombiano, la ausencia de paralelos con otros conflictos armados a los que se les ha equiparado equivocadamente, es otro de los temas abordados por el autor.

Pizarro Leongómez se esfuerza en demostrar, que la ausencia de un estudio específico de las características de las guerrillas colombianas, es lo que ha llevado a desarrollar, y por lo tanto a errar, en las políticas y estrategias militares que hasta hace poco, había puesto en marcha el Estado. Entre las definiciones  que el autor tiene por erradas, es considerar que en Colombia existe una guerra civil, o la presencia de dos bandos que se enfrentan; uno representado por las fuerzas anti-liberales y anti imperialistas luchando contra el bando contrario; opción que desarrollan quienes justifican la acción de la guerrilla. La otra, es la que caracteriza a las guerrillas como un simple grupo terrorista, que sitúa la acción de las fuerzas gubernamentales en el marco de la guerra antiterrorista de Washington. Admitir estas clasificaciones, apunta el autor, impide comprender que la razón de la proyección en el tiempo de la guerrilla, es un proyecto político que comparte la elite de la misma, para quien el fin  justifica los medios de allí que el uso del terrorismo, el secuestro, el tráfico de drogas lo consideren como practicas legitimas. Precisamente, al someter el autor su análisis al “long terme” de la historia, no elude el coste que puede significar para la guerrilla a largo plazo, el empleo de esos métodos lo que puede conducirla a convertirse en un mero grupo terrorista, y su relación con el narcotráfico llevarla a alejarse de su lógica de acción y termine privando sobre ella el fructuoso comercio de estupefacientes; hecho que no está descartado ya está sucediendo a ciertos niveles de la dirección. De igual manera, aborda la cuestión de la voluntad  de las FARC, de llevar su lucha a otros países, lo que conllevaría una internacionalización de la violencia, como lo dejan entrever las relaciones que mantienen  las FARC con algunos países y gobiernos regionales,  afines ideológicamente; hecho que podría  convertir entonces la lucha contra la guerrilla en Colombia, en parte de la lucha contra el terrorismo que lleva a cabo Estados Unidos.

Si bien es cierto que caracterizar a los grupos insurgentes como “actores políticos”  - pese a los métodos que emplean -, corresponde a una metodología adecuada, no es menos cierto,  que una de las características que crea la singularidad de la violencia en Colombia, es  la preeminencia en su práctica del uso de métodos delincuenciales como medio de financiación, y como arma política, en particular la participación activa en la producción y en el comercio de drogas, lo que  a la larga se ha convertido en un método de guerra, y por ende, de hacer política, hecho que dificulta otorgarles el estatus de “fuerza beligerante” como lo exigen las FARC, lo que a su vez dificulta la constitución de un espacio propicio para una salida de guerra negociada con el acompañamiento de la comunidad internacional, como debería ser el desenlace al que aspira el Estado colombiano.

En cuanto al poder de la guerrilla; y más que un supuesto poderío de la insurgencia, lo que se ha constatado es la debilidad del propio Estado colombiano, y el comercio de drogas ilícitas como factores que explican las dimensiones y la duración del conflicto. Se han documentado las relaciones de interdependencia entre los traficantes de droga, (convergencia entre coca y el Kalashnikov) las guerrillas y los grupos paramilitares, simbiosis que ha dado lugar a una verdadera “economía de la guerra” directamente relacionada con el mercado de la droga y el mercado de las armas, lo que sitúa el conflicto, no sólo en la lucha contra insurgente, sino también en la lucha contra la droga, lo que de por sí, le da un carácter internacional al conflicto, y tienda a quitarle su carácter político. El autor admite que en el estado actual del debate no se siente con capacidad de proponer un concepto alternativo a los ya barajados, que tipifique el tipo de guerra que se lleva a cabo en el país. Propone sin embargo catalogarlo como “un conflicto armado interno (inmerso en un potencial conflicto regional complejo), irregular, prolongado, con raíces ideológicas, de baja intensidad (o en tránsito hacia un conflicto de intensidad media), en el cual las principales víctimas son la población civil y cuyo combustible principal son las drogas ilícitas.” Pero no descarta el autor  un posible tránsito de la naturaleza del conflicto en Colombia de una guerra contrainsurgente a una guerra anti-terrorista.

Toca también el impacto del conflicto colombiano en el plano internacional, y en particular, en las relaciones ente Washington y Bogotá. El papel preponderante que está jugando Estados Unidos en el marco del conflicto, tuvo su comienzo solamente en 1998, tras la salida de Ernesto Samper del gobierno el cual se caracterizó por graves tensiones diplomática entre ambos países. En cuanto a la política seguida por Álvaro Uribe, según el autor debe desembocar, tarde o temprano en una solución negociada a la manera de las negociaciones de paz en Centroamérica.

Cuando el libro se publicó, todavía el presidente de Venezuela no había entrado a tomar parte abiertamente en el conflicto colombiano apoyando a las FARC ni tampoco el gobierno de Rafael Correa en el Ecuador. Ese apoyo regional con el que cuentan hoy las FARC, ha alejado a mi entender, ese  “punto de inflexión”, que el autor menciona como condición, para que se entablen negociaciones de paz.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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