La
Ley de Inteligencia y Contrainteligencia que acaba de
aprobar por decreto el teniente coronel, presidente de
Venezuela, que obliga bajo pena de cárcel, a cooperar con
los organismos de seguridad del estado, es una nueva
demostración de la relación mimética del gobierno
“bolivariano” con el castrismo.
Tienen razón en alarmarse los
venezolanos, pues si hay algo en lo que al llamado proceso
revolucionario cubano se le puede otorgar una nota de
excelencia, es en el montaje de un sistema casi perfecto de
espionaje y de control de la población. El régimen cubano,
al igual que lo hace hoy el venezolano, sustentó su
legitimación en la necesidad de defender a la nación de las
agresiones del imperialismo. Se le puede admitir a Cuba el
argumento de la defensa, no tanto del imperialismo, pero si
de la acción de una oposición anti-castrista particularmente
activa que actuó durante los primeros años del régimen de
Castro. Dejando de lado el aspecto humorístico del tema pues
nadie está atacando a Venezuela, más bien todo lo contrario,
semejante disposición es particularmente alarmante, pues
significa imponerle a Venezuela el aspecto más perverso del
castrismo que ha convertido a la sociedad cubana en una
sociedad aquejada de una patología grave: la ruptura del
tejido social pues la obligación de servir de informante del
régimen genera la desconfianza general entre los ciudadanos,
y lo que es más grave, entre las familias, entre las
parejas, entre hermanos. La intimidación es la clave de la
colaboración, pues de la aceptación o no de ejercer de
informante depende la existencia profesional y la
subsistencia física de la persona. El objetivo es la
instauración de un régimen totalitario a imagen del cubano,
con carácter institucional.
Recuerdo dos casos que me fue
dado conocer de cerca. El de un capitán del Ejercito
Rebelde, miembro de la columna de Che Guevara en la Sierra
Maestra que se aloqueció al descubrir que su propia esposa
informaba a los servicios de inteligencia del régimen, del
cual él formaba parte y al cual le era incondicional, de
todos sus movimientos, dichos y hechos. Se le desmoronó el
mundo, sufrió un acceso de locura – o de lucidez - que lo
condujo al delirio. En lugar de darle ayuda psicológica,
pero dada su jerarquía, por “medidas de seguridad”, lo
hicieron prisionero y murió en la cárcel. El otro caso, es
el del escritor Eliseo Alberto Diego (Lichy), - hijo del
gran poeta Eliseo Diego que fue fiel a la revolución desde
el comienzo, al igual que Cintio Vitier, el otro poeta
emblemático de Cuba, perteneciente a la misma generación que
Lezama Lima y al celebre grupo Orígenes, autor del celebre
poema, “La Calzada de Jesús del Monte,”- que perdió la fe
cuando la policía política le pidió le hiciera un informe
sobre su padre, el poeta. Un “informe” es lo que hace un
“soplón” de la policía política sobre una determinada
persona para denunciarlo sobre sus ideas políticas. La
crisis de conciencia que le produjo a Eliseo Alberto Diego
el hecho de que se le pidiese un informe sobre su propio
padre, lo puso frente a la circunstancia del repudio de si
mismo por haberse librado en otras ocasiones a semejante
practica, que lo condujo al exilio y a escribir Informe
sobre mi mismo, un descarnado testimonio sobre un universo
en donde ha desaparecido todo vestigio de ética en las
relaciones entre los humanos. Debemos recordar que el
primero en atreverse a denunciar el carácter perverso del
régimen castrista fue Jorge Edwards con su Persona non
grata, en donde cuenta el acoso al que fue sometido por el
régimen policial de La Habana, descontento por su
nombramiento pues Castro, de los países “amigos”, al igual
que en los grupos gangsteriles, no acepta como embajadores
sino a individuos que le sean incondicionales, lo que no era
el caso de Edwards que era, ante todo, un profesional de la
diplomacia. El ultimo libro que trata del tema
policial-represivo y su carácter asfixiante y lo declina en
todas sus facetas, es La fiesta vigilada, de Antonio José
Ponte en donde el autor se emplea en esbozar una verdadera
radiografía del funcionamiento perverso des sistema policial
que rige los destinos de Cuba. La policía es el verdadero
pilar del Estado cubano. El sistema de espionaje permea a
todas las instituciones y persona sin excepción.
No es una novedad la existencia
de servicios de inteligencia y de contrainteligencia: todos
los Estados los poseen, y son tareas ejercidas por cuerpos
de profesionales competentes encargados de buscar y procesar
la información necesaria a la defensa estratégica del país.
Lo que si es novedoso es la voluntad de convertir en
policías y soplones a toda la población, pues una de las
tareas más perversas, es que la negativa de colaborar con
los servicios, tendrá como consecuencia, ser fichado y
considerado contrarrevolucionario, y traidor a la patria y
las consecuencias de esa rebeldía, convertirán al rebelde en
no persona, pues en un país en donde el Estado es
omnipresente y controla absolutamente todas las estructuras
del país, se le cerraran todas las puertas : fuentes de
trabajo, inscripciones en escuelas y universidades le serán
vedadas. Dejará de existir como ente social. La creación de
los CDR cubanos como brazo de apoyo de las tareas de control
de la población, demuestra la voluntad de imponer la
colaboración de la sociedad civil en las tareas de
represión. Los CDR secundan a la vasta red de espías
diseminados en todo el país que ejercen el control absoluto
sobre la población. En cada cuadra actúan por lo menos dos
espías, controlados por el responsable de la manzana,
subordinados a los agentes que controlan cuatro manzanas,
que a su vez están supeditados a los que controlan diez
manzanas, por ultimo, el responsable del bloque que recibe
la información de decenas de manzanas: una inmensa tela de
araña que no deja resquicio libre. Durante el régimen del
general Pinochet se desarrolló un amplio sistema de
información y de control de la población y se crearon las
“comunidades de información”, con el propósito de contar con
sectores de la población civil en la represión contra la
oposición, pero al contrario que en Cuba y en lo que
pretende instaurar Venezuela, en Chile se trataba de grupos
de extrema derecha identificados con el régimen. En este
aspecto se percibe claramente que el régimen castrista es
mucho más totalitario que el de Pinochet.
Un sistema totalitario necesita
ejercer el control sobre todos los aspectos de la vida
nacional y esa es la verdadera razón de la creación de esa
ley en Venezuela. Para Cuba la ley venezolana significa
darle empleo a su sobreproducción de espías y de personal
técnico especializado en represión.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |