Al fin el público francés cuenta con un análisis serio
realizado por un historiador, especialista de América
Latina, Jean-Jacques Kourliandsky, investigador del
Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas,
(IRIS) además de responsable de América Latina del Partido
Socialista, acerca del sonado caso de Ingrid Betancourt.
De reciente publicación, “Ingrid Betancourt. Par-delà des
apparences” (Editions Toute Latitude), el autor no
pretende enfrascarse en polémicas ni tampoco intenta hacer
revelaciones explosivas. Como bien lo expresa el título; se
trata de ir más allá de las apariencias, situar en
perspectiva los elementos para dar a comprender cómo y por
qué Francia y su opinión pública se han visto inmersas en la
crisis que aqueja a la región, y en particular, a Colombia.
Para ello el autor comienza por situar circunstancias que
han rodeado el caso dentro de un contexto político, puesto
que dada su extrema mediatización, se ha dejado de lado el
aspecto político y se ha privilegiado lo emocional,
característica que ha privado, incluso en las gestiones
realizadas por los diferentes gobiernos franceses que se han
ocupado de la suerte de la secuestrada. Sin embargo, los
fracasos sucesivos, los incidentes rocambolescos de la
diplomacia francesa en relación al tema, comienzan a generar
cuestionamientos en la opinión pública en cuanto a la
implicación de Francia; al extremo de que en Le Figaro,
diario que siempre ha apoyado a Nicolas Sarkozy, se ha
referido con ironía a la “diplomacia de la pasión”. Y hace
poco, en un programa radial, el conocido demógrafo y
antropólogo Emmanuel Todd declaró que “implicarse en el caso
IB como lo ha hecho el gobierno” significa “huir de la
realidad” ya que el caso de “IB no les aportará (a los
franceses) nada en relación al costo de la vida”; uno de los
principales temas de campaña del actual presidente. Por el
contrario, no solo no se ha solucionado el problema, sino
que los franceses consideran responsable la gestión errónea
del gobierno, el alza espectacular de los precios para cuya
solución el gobierno no ha propuesto nada preciso.
El libro de Kourliandsky llega pues, muy a propósito, cuando
la opinión pública francesa se siente urgida de
explicaciones.
La primera aclaración que hace el autor, parece elemental
pero muy necesaria para situar en su debido contexto el
problema y poder explicar la fragilidad demostrada por la
diplomacia francesa en los intentos de obtener la liberación
de IB: “Las FARC no tenían nada que pedir a Francia. Ingrid
Betancourt fue secuestrada porque era candidata a las
elecciones presidenciales de su país”. A partir de la
aclaratoria de esa premisa esencial, al autor analiza los
diferentes factores que han obrado y siguen obrando en el
conflicto. Explica la industria del secuestro y el perfil de
los secuestradores. Luego el espinoso tema de los mediadores
que considera; “o que no han estado a la altura de las
circunstancias, o que no supieron crear confianza entre las
partes implicadas (el gobierno de Colombia y las FARC)”, lo
que es una condición ineludible en negociaciones de esa
naturaleza. Pero ello no es la única anomalía en relación al
tema de los mediadores. Para el autor, insistir en mantener
la mediación de Chávez es inoperante pues no puede ser
“mediador alguien que comparte el ideal de las FARC”: un
mediador debe ser aceptado por ambas partes, y estas son las
FARC y el gobierno colombiano; sin embargo Francia ha
actuando “soslayando al gobierno colombiano”. Y concluye al
respecto: a lo sumo, dadas las relaciones del presidente de
Venezuela con la guerrilla, este podría ser facilitador,
pero nunca mediador.
En relación a las FARC, subraya lo contradictorio de sus
exigencias: por una parte exige como condición para el
intercambio humanitario el reconocimiento como fuerza
beligerante, cuando los métodos que emplea, el secuestro,
está condenado por todas las instancias internacionales y
las normas que rigen la guerra.
En cuanto a la actitud de Nicolás Sarkozy, el autor opina
que al dársele prioridad a lo humanitario se clausura la
instancia política. En relación a lo humanitario alude a los
mensajes enviados por el presidente de Francia a “Monsieur
Marulanda” y se pregunta: “¿Cómo comprender este llamado a
alguien que viola sistemáticamente el derecho humanitario en
aras de hacer triunfar su causa? ¿Ingenuidad o cálculo?”
En este punto el autor adopta una actitud tajantemente
crítica y alude a la “instrumentalización mediática” del
asunto de los rehenes en Francia. Saca a colación los
aviones enviados por Francia (durante la presidencia de
Chirac se envió un avión al Brasil, a la frontera con
Colombia para rescatar a Ingrid Betancourt, y otro avión
enviado últimamente por Sarkozy. (Francia tuvo que pedir
disculpas al Brasil por no haber puesto en conocimiento al
gobierno de esa incursión).
La conclusión del libro no puede ser más crítica hacia el
gobierno, por lo que merece citarse:
“Es difícil creer en la ingenuidad de un hombre tan
aguerrido políticamente como lo es Nicolas Sakozy. Como es
también difícil creer que pudiese pensar que sus gestiones
latino-americanas hubiesen podido saldarse por un resultado.
Todo ello habiéndose realizado de manera pública, y
habiéndose presentado bajo un ángulo muchas veces emocional
en los grandes medios, la pregunta que uno puede plantearse
es la de una instrumentalización mediática, tradicional en
Francia cuando se trata de rehenes. Ingrid Betancourt podría
ser la víctima colateral de un gran espectáculo político,
los diferentes ‘aviones encargados’ y otras ‘misiones
médicas de urgencia’ tomando toda una parte en esta
gesticulación”.
Sin que ello signifique restarle méritos al análisis, es
necesario apuntar que también ha influido en la actitud de
Francia, presiones de orden afectivo por parte de la familia
de la secuestrada, lo que no se puede reprochar porque las
familias de los rehenes viven un calvario atroz. Lo que si
es cierto es que hasta ahora, cuando Francia ha tenido que
enfrentar casos de franceses secuestrados, la diplomacia
francesa ha sabido preservar el profesionalismo en aras a la
eficacia, frente a las familias de los rehenes a las que no
se les puede pedir, en circunstancias tan dolorosas, actúen
como profesionales de la política, aún habiéndolo sido.
Como se debe siempre tratar de ser justos, es necesario
aclarar, que también los socialistas han sacado su tajada
mediática con el caso. Ségolène Royal durante su campaña
presidencial, no cesaba de declarar que el caso IB iba a ser
una “prioridad para su gobierno”. Y el socialista, actual
alcalde de París, con miras presidenciales, ha colocado un
inmenso retrato de IB en la fachada del ayuntamiento con un
letrero que reza “Ingrid Betancourt retenida (sic) en
Colombia”. Lo de retenida, por supuesto, es un mensaje
subliminal que de hecho exime de denunciar a las FARC: la
postura adoptada por la izquierda francesa es que el
culpable de la permanencia en estado de secuestro de IB es
el presidente Álvaro Uribe y no las FARC. Con lo cual queda
demostrado que se trata de un caso ejemplar de manipulación
de un drama humano, cuyo cima se alcanzó cuando la cita en
la selva a la que acudieron jefes de Estado, ministros
embajadores y vedetes de Hollywood, organizada desde Caracas
por la “revolución bolivariana”, que debía recepcionar a
Ingrid Betancourt. Rara vez se ha alcanzado un grado de
obscenidad semejante.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |