Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Deambulando por el país
por Elizabeth Burgos
viernes, 11 agosto 2007


El alejamiento y el tiempo transcurrido no diluye el recuerdo, pero si las sensaciones. Regresar a Venezuela significa exponerse de nuevo a une sensación inédita en Europa: la mirada herida por la reverberación de la luz con el color; prueba que Soto y Cruz Diez no podían haber nacido en otra parte.

Me he percatado que desde que abandoné Venezuela mis regresos se cumplen respetando, de manera inconsciente, el ritmo del lustro. Esta vez el ciclo se alargó por decisión consciente: más de siete años han transcurrido desde mi último viaje. Me aburría de antemano volver a la trama vivida en Cuba, Bolivia y Chile: volver a ser espectadora de escenas ya vistas, de una trama concebida hace casi medio siglo en La Habana que conforma ese artefacto ideológico que es el castrismo que irrumpe deteniendo y corrompiendo procesos políticos en curso y de cuyo alcance, y tal vez por suerte, la ingenuidad venezolana no parece percatarse. Parecería que esa ingenuidad es la que inconscientemente ha salvado hasta ahora al país de no sufrir el mismo destino que Cuba porque de saberlo, tal vez lo hubieran enfrentado de manera más ordenada, menos temeraria, sin derrochar las municiones, así como acostumbran derrochar todo cuanto poseen. Pero al mismo tiempo, ese desarreglo, esa falta de coherencia estratégica, debe haber tomado de sorpresa a los expertos cubanos, acostumbrados a lidiar con una sociedad cubana sometida, amaestrada para la docilidad, lo que debe haberles dificultado el éxito esperado.

Recuerdo que en 1996 Venezuela había llegado al límite de conflictos que una sociedad puede soportar. Era evidente que el país exigía una modernización de sus instituciones y de su gestión administrativa: la única revolución que un país moderno como Venezuela podía anhelar: resolver la crisis de modernidad que fue germinado en el humus de su propia sociedad; ese era el reto de entonces. Pero como todo aquello que se adquiere con demasiada facilidad no se le otorga el precio que vale: la mayoría electoral inconsciente del tesoro que poseía, lo puso en manos de un teniente-coronel golpista, comprometiendo así el curso de la libertad y de la nueva fase de modernidad que la sociedad exigía. El elegido resultó ser una vía hacia la involución para lo cual indujo la intromisión del castrismo que hasta ahora le ha resultado exitoso para sus propósitos, pero que a la larga causará su pérdida.

El recién llegado llega con la mirada alerta y percibe de inmediato los cambios. Me pareció percibir en la búsqueda a tientas en la que está abocada la fragmentada disidencia (coincido con Américo Martín en la preferencia de ese término) es la forja de una nueva ética del estar en sociedad, de donde surgirán formas inéditas de organización que tal vez tomen otras formas que la de los partidos políticos tradicionales: ello tomará el tiempo que requieren los períodos de gestación, pero el movimiento está en marcha. Las experiencias dolorosas de los últimos años parecen haber propiciado cambios notables en el comportamiento. Se percibe una madurez que antes no existía. Una soltura, propia de la modernidad se percibe en todos los ámbitos. Una prueba de ellos es el dominio notable del lenguaje en los niños; no todo es negativo en la televisión.. En un paseo por la Plaza Bolívar el 24 de julio, día de fiesta nacional, para quien ha estado ausente desde hace años, ver parejas jóvenes deambular con sus hijos, el hombre llevando en los brazos al más pequeño, es una imagen inédita.

La cultura del whisky parece haberse atenuado, hoy parece que la practica la oligarquía chavista, enfrascada en el modelo clásico venezolano de la IV República: el goce de la sensualidad del poder.

Me da la impresión de que la tarea que debe enfrentar la disidencia venezolana es doble: sentar las bases del “nuevo país” que surgirá de una revolución modernizadora que lo haga contemporáneo de su época. Un país que cultive el saber científico y artístico, que tenga como meta obtener, por lo menos, un premio Nóbel y no gastar sus recursos en (de) formar a la juventud para que sirva de carne de cañón y nutrir con su sangre los deseos primitivos de un jefe de horda, que se regodea con la palabra “muerte” y les ofrenda como traje ritual, un disfraz de guacamayo.

El movimiento estudiantil ha demostrado haber asimilado las enseñanzas de la crisis y haber inaugurado una lúcida e inédita cultura política gracias a haber procedido al diagnóstico del síntoma. El diagnóstico requiere distancia y lucidez, y el abandono de la queja y del reproche, a lo cual se dedican algunos que centran sus críticas en la oposición, pues a una enfermedad no se le puede reprochar nada, se le debe encontrar la medicina. Ha alcanzado una madurez que le ha hecho ver la necesidad de promover una agenda propia y cesar de aceptar la que le fija el oficialismo. Comprendió la urgencia de proponer alternativas; en lugar de situarse siempre en contra, refutar el negativismo creando su propio espacio de acción; una practica que sea la continuidad de un pensamiento; actuar en concordancia con el movimiento del mundo y de la civilización.

Si el momento no fuera de tal gravedad, y las consecuencias que se avizoran de consecuencias tan nefastas, las expresiones del Socialismo del SXXI deberían mover a la risa burlona que provoca un espectáculo humorístico de pésima calidad. Porque en lugar de una revolución lo que se percibe es un arcaísmo obsoleto, el regreso de un machismo primitivo, la afición delincuencial del desacato de la ley, la vulgaridad social del advenedizo.
Queda por diseñar un pensamiento a la altura del reto que está a la orden del día en Venezuela: crear el perfil de una democracia inédita, para ello es indispensable fijar las reglas del juego institucionales sin las cuales esta no es posible.

Indudablemente que el modelo a seguir debería ser José Vicente Abreu gracias a quien Venezuela es hoy un país que cuenta en el mundo, allí en donde ello significa un logro verdadero: en la creación.

 *

 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.