Mucho
se comenta en estos últimos días acerca de constituyentes y
reformas constitucionales en Venezuela.
Como ya es un hecho demostrado,
la relación de mimetismo y de dependencia mental que
mantiene la llamada “revolución bolivariana” con la cubana,
conviene repasar los avatares de la Constitución cubana
desde 1959, tras la caída de Batista.
El propósito que animaba a la
mayoría de la oposición cubana durante la lucha contra la
dictadura de Batista, era el regreso a la democracia y la
restitución de la Constitución de 1940, inspirada en la de
la república española, en la alemana de Weimar y en la
mexicana de 1917, de allí que se le considerara la más
progresista del continente. Por cierto redactada y puesta en
vigor durante el primer gobierno de Batista, quien además de
legalizar al Partido Comunista, dos altos miembros de éste
formaron parte de su gabinete. Asesinada por el propio
Fulgencio Batista tras el golpe de Estado de 1952 que
quiebra el proceso civilista y democrático: fractura a la
que Fidel Castro dio continuidad. Pero, tras la toma del
poder en 1959, ante la imposibilidad del castrismo de
declararla “moribunda”, se procede de inmediato a su
modificación: imposición de la pena de muerte; se decreta la
retroactividad de la Ley Penal; y se suspende el derecho de
Habeas Corpus. Las modificaciones continúan sucediéndose
hasta que en 1976 y se promulga una nueva Constitución que
finalmente deroga la de 1940. Un caso único en la historia
constitucional del continente, y una demostración de
colonialismo voluntario: la Constitución recoge en su texto
la gratitud cubana a la URSS. Fue el período de la mayor
identificación con el modelo soviético. La alianza entre
ambos, tomaba así la forma de un matrimonio indestructible.
La fase de la institucionalización de la revolución, designa
el año 1977 como “Año de la Institucionalización”. Se
comienza el proceso de elección de los representantes del
Poder Popular, se fija una candidatura única, apoyada por un
solo partido, el Partido Comunista de Cuba. Fidel Castro es
elegido Presidente del Consejo de Estado. Se eligen los
miembros de los Concejos Municipales, y los diputados a la
Asamblea Nacional del Poder Popular. Se procede a una nueva
división territorial de la isla. Desaparecen provincias,
aparecen otras que llevan los nombres del nuevo panteón
épico revolucionario.
Cuba se rigió según esas mismas
normas constitucionales hasta el colapso de la URSS, cuando
se vio obligada a iniciar un proceso de reformas
legislativas para adaptar el sistema institucional al
contexto de la post guerra Fría. El principio rector de un
régimen totalitario comunista se mantiene en el nuevo texto
constitucional que establece que el Partido Comunista es “la
fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que
organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los elevados
fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la
sociedad comunista”.
No obstante, aparecen cambios
sutiles: en lugar de ser “la vanguardia organizada
marxista-leninista de la clase obrera”, los lineamientos se
orientan hacia la defensa del patrimonio nacional surgido de
la revolución cubana, se pone el acento en el principio de
soberanía, se le da mayor visibilidad al nombre de José
Martí. Se impone el nacionalismo revolucionario por sobre la
adhesión al marxismo-leninismo. Se decreta la Declaración de
los mambis del siglo XX, firmada por más de 250.000
oficiales de las FAR et del Minino y la Declaración y la Ley
de dignidad y soberanía cubana.
Los desplazamientos
retóricos-nacionalistas no significan el abandono del
socialismo y del partido único, sino que el socialismo es
convertido en un valor nacional. El sentido de pertenencia
nacional comporta el sentimiento anti-capitalista. Es así
cómo, la modificación constitucional “propuesta” a la
Asamblea nacional del poder popular por las organizaciones
de masa, enteramente subordinadas al Partido comunista,
mediante la tan útil y rentable cláusula constitucional del
referéndum, consagró el socialismo como sistema social
irrevocable.
Esa fue la respuesta a la
iniciativa de reforma constitucional de un grupo opositor
pacifista, el llamado proyecto Varela, que en 2002,
invocando la misma cláusula, y pese a la represión policial
había recogido las 11.000 firmas estipuladas por la
Constitución, pedía algunas reformas constitucionales, entre
las cuales la libertad de expresión. Ante los 8.198.237 que
dijeron “si al socialismo irrevocable” en el referéndum
convocado por el gobierno, el proyecto Varela quedó sin
respuesta.
Esta nueva fase ambigua del
régimen cubano, es la inspiradora del llamado Socialismo del
siglo XXI; de allí la dificultad de asirlo con los únicos
instrumentos teóricos del marxismo, o del leninismo. Es un
artefacto mestizo, muy similar a un altar del culto de Maria
Lyonza, o también similar al mestizaje culinario de la
hallaca.
Como dice Peter Sloterdijk: se
ha condenado por ley el fascismo, el nazismo, pero mientras
se continúe admitiendo la auto-amnistía de los crímenes de
la izquierda, continuaremos bajo el imperio de la ignorancia
ingenua de unos, y de la mala fe de otros. Esa cláusula
constitucional aún no ha sido prevista por ninguna
constitución.
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Historiadora venezolana, consejera editorial de
webarticulista.net, experta analista del castrismo,
participó en la famosa Conferencia Tricontinental de La
Habana (1966).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |