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Reformas constitucionales y
totalitarismo constitucional

por Elizabeth Burgos
viernes, 26 enero 2007


Mucho se comenta en estos últimos días acerca de constituyentes y reformas constitucionales en Venezuela.

Como ya es un hecho demostrado, la relación de mimetismo y de dependencia mental que mantiene la llamada “revolución bolivariana” con la cubana, conviene repasar los avatares de la Constitución cubana desde 1959, tras la caída de Batista.

El propósito que animaba a la mayoría de la oposición cubana durante la lucha contra la dictadura de Batista, era el regreso a la democracia y la restitución de la Constitución de 1940, inspirada en la de la república española, en la alemana de Weimar y en la mexicana de 1917, de allí que se le considerara la más progresista del continente. Por cierto redactada y puesta en vigor durante el primer gobierno de Batista, quien además de legalizar al Partido Comunista, dos altos miembros de éste formaron parte de su gabinete. Asesinada por el propio Fulgencio Batista tras el golpe de Estado de 1952 que quiebra el proceso civilista y democrático: fractura a la que Fidel Castro dio continuidad. Pero, tras la toma del poder en 1959, ante la imposibilidad del castrismo de declararla “moribunda”, se procede de inmediato a su modificación: imposición de la pena de muerte; se decreta la retroactividad de la Ley Penal; y se suspende el derecho de Habeas Corpus. Las modificaciones continúan sucediéndose hasta que en 1976 y se promulga una nueva Constitución que finalmente deroga la de 1940. Un caso único en la historia constitucional del continente, y una demostración de colonialismo voluntario: la Constitución recoge en su texto la gratitud cubana a la URSS. Fue el período de la mayor identificación con el modelo soviético. La alianza entre ambos, tomaba así la forma de un matrimonio indestructible. La fase de la institucionalización de la revolución, designa el año 1977 como “Año de la Institucionalización”. Se comienza el proceso de elección de los representantes del Poder Popular, se fija una candidatura única, apoyada por un solo partido, el Partido Comunista de Cuba. Fidel Castro es elegido Presidente del Consejo de Estado. Se eligen los miembros de los Concejos Municipales, y los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Se procede a una nueva división territorial de la isla. Desaparecen provincias, aparecen otras que llevan los nombres del nuevo panteón épico revolucionario.

Cuba se rigió según esas mismas normas constitucionales hasta el colapso de la URSS, cuando se vio obligada a iniciar un proceso de reformas legislativas para adaptar el sistema institucional al contexto de la post guerra Fría. El principio rector de un régimen totalitario comunista se mantiene en el nuevo texto constitucional que establece que el Partido Comunista es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los elevados fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.

No obstante, aparecen cambios sutiles: en lugar de ser “la vanguardia organizada marxista-leninista de la clase obrera”, los lineamientos se orientan hacia la defensa del patrimonio nacional surgido de la revolución cubana, se pone el acento en el principio de soberanía, se le da mayor visibilidad al nombre de José Martí. Se impone el nacionalismo revolucionario por sobre la adhesión al marxismo-leninismo. Se decreta la Declaración de los mambis del siglo XX, firmada por más de 250.000 oficiales de las FAR et del Minino y la Declaración y la Ley de dignidad y soberanía cubana.

Los desplazamientos retóricos-nacionalistas no significan el abandono del socialismo y del partido único, sino que el socialismo es convertido en un valor nacional. El sentido de pertenencia nacional comporta el sentimiento anti-capitalista. Es así cómo, la modificación constitucional “propuesta” a la Asamblea nacional del poder popular por las organizaciones de masa, enteramente subordinadas al Partido comunista, mediante la tan útil y rentable cláusula constitucional del referéndum, consagró el socialismo como sistema social irrevocable.

Esa fue la respuesta a la iniciativa de reforma constitucional de un grupo opositor pacifista, el llamado proyecto Varela, que en 2002, invocando la misma cláusula, y pese a la represión policial había recogido las 11.000 firmas estipuladas por la Constitución, pedía algunas reformas constitucionales, entre las cuales la libertad de expresión. Ante los 8.198.237 que dijeron “si al socialismo irrevocable” en el referéndum convocado por el gobierno, el proyecto Varela quedó sin respuesta.

Esta nueva fase ambigua del régimen cubano, es la inspiradora del llamado Socialismo del siglo XXI; de allí la dificultad de asirlo con los únicos instrumentos teóricos del marxismo, o del leninismo. Es un artefacto mestizo, muy similar a un altar del culto de Maria Lyonza, o también similar al mestizaje culinario de la hallaca.

Como dice Peter Sloterdijk: se ha condenado por ley el fascismo, el nazismo, pero mientras se continúe admitiendo la auto-amnistía de los crímenes de la izquierda, continuaremos bajo el imperio de la ignorancia ingenua de unos, y de la mala fe de otros. Esa cláusula constitucional aún no ha sido prevista por ninguna constitución.
 

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  Historiadora venezolana, consejera editorial de webarticulista.net, experta analista del castrismo, participó en la famosa Conferencia Tricontinental de La Habana (1966).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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