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Literatura-mundo en francés
por Elizabeth Burgos
viernes, 23 marzo 2007


Un hecho inaudito en la historia de las letras francesas tuvo lugar este otoño que pudiera ser el signo de una salida del letargo en el que se ha sumido Francia, perpleja ante el reto de la mundialización, ante la pérdida de influencia de su diplomacia, de la cada vez menos influencia del francés en el mundo, de postergar la urgencia de las reformas institucionales que le exige el momento que hoy vive dentro de Europa por ser la quinta potencia mundial.

Pero fiel a la que ha sido siempre su manera de incidir en el mundo, resolvió dar el primer paso demostrando que está encontrando su capacidad de reacción, tomando la escritura como rampa de lanzamiento. Ni uno solo de los más grandes y prestigiosos premios literarios que se otorgan cada año en Francia le fue atribuido a un escritor nacido en Francia. Todos son extranjeros que han optado por el francés como lengua de expresión literaria. El premio Goncourt que le asegura al feliz ganador ediciones de más de quinientos mil ejemplares, este año le fue otorgado a un norteamericano de treinta y nueve años, Jonathan Littel por su novela (900 páginas) Les Bienveillantes, que narra la segunda guerra mundial a través de la mirada de un oficial SS. Y   como si fuera poco, también obtuvo el Gan Premio de Novela de Academia Francesa.

El Premio Renaudot, le tocó al senegalés, Alain Mabanckou por la novela Memorias de un puercoespín. Fábula filosófica que narra las peripecias de un animal frente al hombre.  El Premio Femina, a la canadiense Nancy Huston por su novela Lignes de faille, una marcha a través del mundo; su barbarie y su violencia: de San Francisco a Munich, de Haifa a Toronto, Nueva Cork. Leonora Miano de Camerún se vio recompensada con el Premio Goncourt que otorgan los alumnos de liceos, por la novela, Contour du tour qui vient, narra la búsqueda de una madre africana que en un arranque de locura expulsó a la hija del África.

Estas recompensas, otorgadas por jurados franceses, demuestran que las elites intelectuales están admitiendo que ya Francia no brilla sola en el firmamento y por intermedio de sus intelectuales de cultura francesa o de aquellos que se han asimilado desde los parámetros dictados por ella. Este hecho es considerado por un grupo de intelectuales que acaba de publicar un manifiesto, “Por una literatura-mundo en francés”, firmado por escritores, en su mayoría de origen no-francés, inspirado, precisamente en el resultado de los premios, hecho que consideran como una “revolución copernica”.  Al fin Francia está admitiendo pasar de la francofonía, que algunos consideraban como un término colonial, a la mundialización del francés. Esta “literatura-mundo” no es pintoresca, ni exótica, posee la libertad de quienes han rechazado el pensamiento esclerosado. Se trata de una generación de escritores que han inmigrado a Francia, que han decidido apropiarse del francés y doblegarlo a su inspiración propia, y expresar una identidad plural, y la ambigüedad de quien oscila en el entre-dos cultural. Pero la novedad de la postura del manifiesto es que en lugar del eterno sollozo y de la queja contra el colonialismo cultural, el resentimiento por la historia del pasado y querer la imposible tarea de rehacerla, afirman que no se trata de una literatura producto de la descolonización, sino que se trata simplemente de hacer la literatura del siglo XXI. No se trata de una variante exótica que busca adaptarse como figura dócil del asimilado acatando las normas decimonónicas, sino que se trata de la apropiación legitima de la lengua francesa para expresar el mundo que hoy emerge ante nuestros ojos. Expresar un renacimiento de la lengua francesa mediante una polifonía de voces y de imaginarios procedentes de lugares lejanos. El francés se “libera así de su pacto exclusivo con la nación”.

Una actitud positiva, enérgica, racional que despierta entusiasmo ante un mundo en donde el fascismo pardo-rojo post-moderno ha impuesto la figura de la victima manipulada a la saciedad, y que no puede dejar de serlo, pues el primero perdería su razón de ser.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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