Un
hecho inaudito en la historia de las letras francesas tuvo
lugar este otoño que pudiera ser el signo de una salida del
letargo en el que se ha sumido Francia, perpleja ante el
reto de la mundialización, ante la pérdida de influencia de
su diplomacia, de la cada vez menos influencia del francés
en el mundo, de postergar la urgencia de las reformas
institucionales que le exige el momento que hoy vive dentro
de Europa por ser la quinta potencia mundial.
Pero fiel a
la que ha sido siempre su manera de incidir en el mundo,
resolvió dar el primer paso demostrando que está encontrando
su capacidad de reacción, tomando la escritura como rampa de
lanzamiento. Ni uno solo de los más grandes y prestigiosos
premios literarios que se otorgan cada año en Francia le fue
atribuido a un escritor nacido en Francia. Todos son
extranjeros que han optado por el francés como lengua de
expresión literaria. El premio Goncourt que le asegura al
feliz ganador ediciones de más de quinientos mil ejemplares,
este año le fue otorgado a un norteamericano de treinta y
nueve años, Jonathan Littel por su novela (900 páginas)
Les Bienveillantes, que narra la segunda guerra mundial
a través de la mirada de un oficial SS. Y como si fuera
poco, también obtuvo el Gan Premio de Novela de Academia
Francesa.
El Premio
Renaudot, le tocó al senegalés, Alain Mabanckou por la
novela Memorias de un puercoespín. Fábula filosófica
que narra las peripecias de un animal frente al hombre. El
Premio Femina, a la canadiense Nancy Huston por su novela
Lignes de faille, una marcha a través del mundo; su
barbarie y su violencia: de San Francisco a Munich, de Haifa
a Toronto, Nueva Cork. Leonora Miano de Camerún se vio
recompensada con el Premio Goncourt que otorgan los alumnos
de liceos, por la novela, Contour du tour qui vient,
narra la búsqueda de una madre africana que en un arranque
de locura expulsó a la hija del África.
Estas
recompensas, otorgadas por jurados franceses, demuestran que
las elites intelectuales están admitiendo que ya Francia no
brilla sola en el firmamento y por intermedio de sus
intelectuales de cultura francesa o de aquellos que se han
asimilado desde los parámetros dictados por ella. Este hecho
es considerado por un grupo de intelectuales que acaba de
publicar un manifiesto, “Por una literatura-mundo en
francés”, firmado por escritores, en su mayoría de origen
no-francés, inspirado, precisamente en el resultado de los
premios, hecho que consideran como una “revolución copernica”.
Al fin Francia está admitiendo pasar de la francofonía, que
algunos consideraban como un término colonial, a la
mundialización del francés. Esta “literatura-mundo” no es
pintoresca, ni exótica, posee la libertad de quienes han
rechazado el pensamiento esclerosado. Se trata de una
generación de escritores que han inmigrado a Francia, que
han decidido apropiarse del francés y doblegarlo a su
inspiración propia, y expresar una identidad plural, y la
ambigüedad de quien oscila en el entre-dos cultural. Pero la
novedad de la postura del manifiesto es que en lugar del
eterno sollozo y de la queja contra el colonialismo
cultural, el resentimiento por la historia del pasado y
querer la imposible tarea de rehacerla, afirman que no se
trata de una literatura producto de la descolonización, sino
que se trata simplemente de hacer la literatura del siglo
XXI. No se trata de una variante exótica que busca adaptarse
como figura dócil del asimilado acatando las normas
decimonónicas, sino que se trata de la apropiación legitima
de la lengua francesa para expresar el mundo que hoy emerge
ante nuestros ojos. Expresar un renacimiento de la lengua
francesa mediante una polifonía de voces y de imaginarios
procedentes de lugares lejanos. El francés se “libera así de
su pacto exclusivo con la nación”.
Una actitud
positiva, enérgica, racional que despierta entusiasmo ante
un mundo en donde el fascismo pardo-rojo post-moderno ha
impuesto la figura de la victima manipulada a la saciedad, y
que no puede dejar de serlo, pues el primero perdería su
razón de ser.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |