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Ética de la responsabilidad
por Elizabeth Burgos
viernes, 23 febrero 2007


Una relectura orientada, distorsionada de la historia constituye el principal sustento del proyecto político inaugurado en 1998 en Venezuela. Convocar la historia significa apelar a la memoria y fatalmente, a la forja de versiones. Se le dio prioridad al mito bolivariano para preparar en el imaginario nacional, las condiciones de acoger el proyecto del “Socialismo del siglo XXI” que pronto se llamará “comunismo”. Pero en los últimos tiempos, la memoria de los actores del proyecto “bolivariano” se ha centrado en la historia inmediata; en particular en la exhumación de aquellos que habiendo utilizado la violencia para luchar contra el régimen constitucional, perdieron la vida en el intento de ampararse del poder. Fue un período en que la izquierda radical bajo influencia cubana, le declaró la guerra al gobierno legalmente constituido. La respuesta fue que el Estado respondió también con la guerra; hubo muertos en ambos bandos, pues la guerra se hace matando, pero el Estado incurrió en el delito de violación de los derechos humanos, tradición de la que no se ha librado ningún gobierno del país, aún menos el actual.

En la última ceremonia de investidura del presidente de Venezuela, el recién nombrado vice-presidente en su discurso inaugural, recordó la figura de su padre, Jorge Rodríguez, una de las víctimas de esa violencia de Estado. Por los mismos días, el mismo vice-presidente recordó la memoria de Fabricio Ojeda y declaró que el nombre de Fabricio era el “motor más potente del socialismo del siglo XXI” que hoy intenta fundar el movimiento « bolivariano ».

Tiempo antes ya se había manifestado esa tendencia de resarcir la memoria de ese pasado inmediato, pero sólo a los de un solo bando, mediante un gesto muy singular. Un antiguo oficial de aviación, miembro fundador de la logia militar de donde proviene el movimiento bolivariano, tomaba la iniciativa de celebrar una ceremonia para rendirle homenaje a la memoria de Antonio Briones Montoto,- uno de los oficiales cubanos que desembarcaron, junto a un grupo de cubanos y de venezolanos en la playa de Machurucuto en mayo de 1967-, hecho prisionero por el ejército y ultimado, según la versión oficial, cuando intentaba huir.

La derrota miliar de la guerrilla, ha sido motivo de orgullo para la oficialidad que la dirigió, como lo hubiera sido para cualquier ejército del mundo. Que un ex alto oficial venezolano de ese mismo ejército le rinda homenaje a un militar del campo adverso, significa romper con los principios que rigen el comportamiento del estamento militar que tiene a su cargo la defensa del territorio nacional. El argumento del exalto oficial de aviación venezolano para explicar su gesto de hacer merecedor del homenaje al cubano, fue el deslumbramiento que éste le causó cuando, por ordenes superiores tuvo que interrogar al prisionero. En lugar de un “diablo”, según la versión que le habían hecho creer, se encontró con un “ángel de ojos claros, blanco (sic), cultos modales” (se podría decir, todo lo contrario de la conducta de un “bolivariano”). Aquel encuentro dice que lo marcó para siempre y desde entonces, el venezolano dice que se sintió poseído por el embrujo de la revolución. Es cierto, Antonio Briones poseía la belleza andrógina e inquietante de los ángeles; que se expresaba en simetría con su vida profesional, también marcada por dos polos; como oficial del Ministerio del Interior pertenecía a la elite de los héroes clandestinos que se rige por la virilidad; como colaborador del ICAIC (el Instituto de cine cubano), se movía en el ámbito grácil del arte.

En Fuerte Tiuna solía haber un muro cubierto por nombres de oficiales y clases caídos durante la lucha armada. Me pregunto si existe todavía ese muro. Si nos atenemos a la lógica de la aquiescencia del estamento oficial hacia Cuba, ya esos nombres deben haberse esfumado, borrados por voluntad para que el olvido las cubra. La oligarquía pretoriana surgida del “bolivarianismo”, ha desplazado a la antigua jerarquía militar.

Y aquellos que conmemoran, lo que es perfectamente comprensible, al padre o al compañero caído en aquella lucha fratricida de entonces, y que se consideran hoy actores de una revolución hecha para el “pueblo humilde y desposeído”, ni siquiera les pasó por la mente enviar un recuerdo a los hijos del sin número de policías (el genero más bajo en la escala social de los funcionarios del Estado) que murieron a manos de los militantes que recibían ordenes de los aparatos militares de sus partidos para que incautaran el arma con la que iban a combatir, pues todo combatiente estaba en la obligación de hacerlo.

Fiel reflejo del modelo actual venezolano; no hay clases sociales, sino una oligarquía y el pueblo; y la gestación de un modelo monárquico de la transmisión del poder. Esa falta de ética de la responsabilidad es lo que el filosofo alemán Peter Sloterdiejk llama: la “auto amnistía de la izquierda”
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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