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El suspenso de las elecciones francesas
por Elizabeth Burgos
viernes, 20 abril 2007


Hemos llegado al momento en que el suspenso al que nos ha sometido la campaña electoral esté llegando a su climax. Candidatos y electores comienzan a dar signos de agotamiento. Algunos hasta comienzan a hacer el balance de la campaña. Algunos opinan que la fuerte mediatización impidió que no se realizara la pedagogía a la que estaban obligados los candidatos para comparar ante los electores sus propuestas programáticas. Tanto electores como los candidatos no ignoran que lo que está en juego, no es solamente un proyecto de gobierno, sino también y sobre todo, un proyecto de sociedad y ello significa cambios.

Para un país como Francia, en donde ha existido un contexto social con múltiples rasgos de Estado socialista, que se han preservado bajo todos los gobiernos, de derecha o de izquierda, deshacerse de un modelo que ha favorecido a las mayorías, de cualquier borde político al que se pertenezca, puesto que las leyes sociales favorecen a todos los estratos de la sociedad, no es una decisión fácil. Y ese es el temor que embarga, y el dilema que enfrenta, un gran porcentaje del electorado, porque sabe que la crisis económica, el desempleo, los retos de la mundialización, exigen cambios ineludibles que ponen en juego esos derechos adquiridos.

Es por ello que en el seno del electorado se percibe una tendencia, cada vez más significativa, que se orienta hacia posturas consideradas de izquierda en el aspecto de la vida en sociedad – liberalismo hacia los inmigrantes, respeto a las minorías, unión homosexual – sin embargo, se inclina por una liberalización de la economía, a lo que la izquierda clásica se opone, de allí que la posición centrista de François Bayrou, contra toda previsión, haya logrado imponerse, modificando el horizonte político y obligando a los candidatos favoritos a modificar su discurso. Obligando a Nicolas Sarkozy, a tratar de conquistar sectores de izquierda amparándose de los símbolos más señeros de la tradición de izquierda democrática francesa. No ha dudado en citar a León Blum, a Pierre Mendes France, y hasta a héroes de la resistencia comunistas que se destacaron durante la ocupación alemana. De seguir así, pronto citará a Lenine, declaró la candidata del Partido Comunista. Cuando recibe dardos de Le Pen, entonces exagera su discurso de derecha, acentuando la defensa de la identidad nacional, y afirmando causas genéticas a la homosexualidad, la delincuencia, y la pedofilia. Pues Sarkozy, animado por una pasión desmedida de llegar a la jefatura del Estado, no duda en asirse del argumentos que puedan aumentar su caudal de votos. Lo que más daño le hace es su carácter impulsivo, sus opiniones agresivas e insultantes hacia los habitantes de los suburbios, o sus insensibilidad hacia los más desposeídos, dando pie a que se exagere en la estigmatización de su figura, pues sería injusto no reconocer que dentro de un esquema de derechas, y de racionalidad liberal, su proyecto político es coherente y en muchos aspectos, concuerda con las exigencias de la situación.

Ségolène Royal apareció al principio como la socialista que aportaría la modernidad a la izquierda. Al comienzo de su campaña se atrevió a romper el tabú y manifestó simpatías hacia el modelo de Blair; modelo que le dio cabida a esta postura oblicua de liberalismo cultural (sensibilidad de izquierda), pero que contempla la necesidad de enfrentar los retos actuales de la economía y de la mundialización. La reacción por parte de la izquierda no se hizo esperar, de allí que su campaña haya sufrido fases que se han percibido como signos de inseguridad, debido en gran parte, a la campaña en su contra, emanada del seno de su propio partido, en la que se mezclan: la misoginia, la frustración y el anti-liberalismo en materia económica, por lo que la candidata declarara que “ha sufrido todo lo imaginable” de su propio campo. Al contrario de Sarkozy, la socialista mantiene una serenidad a toda prueba que recuerda la personalidad de François Mitterrand.

Se debe admitir que el discurso de la izquierda anti-liberal sufre de anacronismo, pues no corresponde al mundo actual. De cierta manera, Ségolène Royal ha sido rehén de esa postura, pues sin el voto de sectores del socialismo democrático pero antiliberal y de los de la extrema izquierda, difícilmente logre alcanzar la presidencia, de allí que no haya podido desvelar su propio pensamiento.

La postura de Bayrou remite a un cierto conformismo intelectual contrario a los usos del país, pues no da cabida al debate, sin embargo, puede satisfacer a ese electorado mixto al que hemos aludido, de allí el ascenso vertiginoso de su candidatura. Aunque para algunos, Bayrou, en la fase actual, comienza a aparecer como un hombre del “extremo centro”, agudizando aún más el dilema y remitiendo cada vez más dejar el resultado de la votación del domingo al porcentaje de indecisos que sigue siendo alto.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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