“El
cuarto piso” es el título del relato publicado en 1962 por
Earl E. T. Smith, embajador de Estados Unidos en Cuba
durante el período crucial de 1957 a 1959, que coincidió con
la toma del poder por Fidel Castro, en el que este testigo y
actor de primer orden, demuestra el papel decisivo jugado
por el Departamento de Estado en la caída de Batista y en
facilitarle el acceso al poder a Fidel Castro. Se trata del
testimonio de su experiencia como embajador y testigo de uno
de los períodos más controvertidos de la historia de la
isla, en el que la ambivalencia que siempre ha caracterizado
las relaciones entre Estados Unidos y la isla, queda, una
vez más, demostrada. En el momento de su publicación el
libro no tuvo el eco que merecía: entonces la opinión
pública mundial era presa del embrujo que ejercía el
naciente mito revolucionario cubano en el imaginario, en
particular entre las elites intelectuales y universitarias
por lo que no se le prestó la debida atención; luego, el
libro cayó en el olvido. Se trata, sin embargo, de un
documento esencial si se quiere ahondar en los
acontecimientos que presidieron la toma del poder por Fidel
Castro, y en particular, la relación de éste con el poder
estadounidense, y más precisamente con la CIA.
Earl E. T. Smith, egresado de la
célebre Universidad de Yale, fue nombrado embajador en Cuba
por Eisenhower . La orientación oficial que se le impartió a
instancias de sus propios superiores jerárquicos, el
director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México y
aprobada por el subsecretario de Estado para Asuntos
Latinoamericanos, comprendió una larga entrevista con
Herbert Matthews, el célebre periodista del New York Times,
autor del lanzamiento de la Figura de Fidel Castro en
Estados Unidos, tras haberlo entrevistado en la Sierra
Maestra. Hecho que hoy aparece a todas luces como parte de
un montaje del Departamento de Estado, pues la caída de
Batista coincide con la publicación de los reportajes sobre
la sierra Maestra en el New York Times. Que un periodista
sea quien le comunique a un futuro embajador la orientación
oficial que inspire su misión no es corriente en la historia
de la diplomacia, de lo que se deduce el grado de influencia
de Matthews en el seno del poder estadounidense. Matthews le
expresó a Smith que tenía la firme creencia de que lo más
apropiado para los intereses de Cuba y del resto del mundo,
sería que Batista abandonara el poder. Smith no tardó en
percatarse de lo que expresaba el periodista, era la opinión
y los objetivos del personal subalterno del Departamento de
Estado. Matthews viajaba frecuentemente a Cuba y Smith tuvo
que vérselas con él en más de una ocasión.
Estando ya en Cuba el embajador
Smith se percata de la influencia comunista en el seno de la
guerrilla, sin embargo, se enfrenta a obstáculos y a
maniobras de todo tipo las veces que intentó dar a conocer
este hecho a la jerarquía del Departamento de Estado, pues
sus informes eran retenidos en el “Cuarto piso”,
precisamente, por esos intermediarios medios que en toda
administración gozan de un poder inmenso, y que en lo
relativo a Cuba escuchaban a Matthews lo que de hecho
determinó la política de Washington hacia Castro: “La
embajada en La Habana mantenía relaciones normales con el
gobierno reconocido de Cuba. El cuarto piso mantenía
relaciones con los representantes de los revolucionarios y
prestaba atención a sus peticiones. Eran recibidos
cordialmente y los corredores del cuarto piso estaban llenos
de partidarios de la revolución cubana”, constata Smith. Las
autoridades americanas cerraban los ojos ante las flagrantes
violaciones de las leyes de los partidarios de Castro que
exportaban desde el territorio americano: armas, municiones
y combatientes a la isla.
La insistencia de Smith acerca
del peligro que representaba Castro, pronto demostró que no
se ajustaba a las orientaciones expresadas por Matthews. De
hecho, fue un miembro de la burguesía cubana que en el
Country Club de La Habana, le informó al embajador de la
decisión tomada por la CIA y el Departamento de Estado de
enviar un emisario a Cuba que le sugiriera a Batista el
abandono del poder. Smith narra, que el número dos de la CIA
en la embajada, no disimulaba su oposición a las tesis de
Smith sobre Castro, que de hecho, en lo relativo a las
relaciones que mantenía con la oposición cubana, actuaba por
cuenta propia.
De hecho la CIA y los poderes
económicos del norte, debido a decisiones tomadas por
Batista, consideradas como lesivas para sus intereses, a lo
cual se agregaba la molestia que causaba ante la opinión
pública el desprestigio del gobierno cubano debido al
carácter represivo de ese régimen, habían decidido
deshacerse de Batista, considerando a Castro como la
salvación de Cuba. En realidad, las causas para deshacerse
de Batista eran de orden económico: su decisión de escoger
una firma francesa, en lugar de una norteamericana, en la
licitación para la construcción del túnel de La Habana; la
prohibición de importar grasas para el consumo interno,
consideradas inaptas para el consumo humanos en Estados
Unidos; la autorización de montar un molino de harina en el
Oriente que eximía abastecerse en la empresa norteamericana
con sede en La Habana, y por último, proceder a la
confección de un nuevo arancel aduanero y por ende, la
revisión del convenio de reciprocidad comercial de 1934,
tendiente a dirigirse hacia una política de diversificación
agropecuaria y encaminarse hacia un proceso de
industrialización de la isla.
El golpe de gracia contra
Batista intervino cuando el Departamento de Estado decide
interrumpirle el abastecimiento del armamento adquirido por
su gobierno - de lo cual fue debidamente informado Fidel
Castro; lo que este aprovecha para lanzar la ofensiva
general. No hubo victoria militar: un ejercito de mas de
30.000 hombres, desmoralizado, se entrega a un centenar de
guerrilleros mal armados.
El mito de la heroicidad, de la
entrada victoriosa a La Habana, fue un montaje debidamente
orquestado del que se sustenta la versión oficial que sigue
imperando hoy.
Earl Smith considera que Estados
Unidos no puede excusar su error aduciendo que la revolución
fue traicionada por Fidel Castro. “Par dejarlo claro,
ayudamos a derrocar la dictadura de Batista que era por
americano, para instalar la dictadura de Castro que es pro
ruso”, así concluye palabras de Earl Smith, al término de
una entrevista.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |