Tras
los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York y del
Pentágono que inauguraron la era de terrorismo que hoy
azota, tanto en el mundo occidental cristiano como el
musulmán medio-oriental, comentaristas, académicos y voceros
de toda categoría, adjudicaron esos hechos a las diferencias
socio-económicas norte-sur; a la pobreza que reina en
amplios sectores de las sociedades musulmanas y de lo cual
se culpa a Occidente.
La culpa de occidente, que a su
vez alimenta el resentimiento de aquellos que se consideran
excluidos, intenta explicar este estado de hechos. Sin
querer negar las consecuencias históricas del colonialismo,
y las de las nuevas tecnologías de la comunicación que al
acercar en tiempo real universos disímiles acarrea la
exacerbación de conflictos latentes, nadie parece haberse
percatado que los líderes y responsables de los grupos
terroristas nunca han mencionado como explicación de su
lucha y de las técnicas militares empleadas en su guerra,
ese tipo de argumentos. La primera declaración de Osama Bin
Laden en relación a los atentados de Nueva York expresaba
que su propósito era la instauración de un Califato
Universal que rigiera los destinos del mundo.
Los autores de los atentados que
han tenido lugar en Madrid, y en Londres eran miembros de la
comunidad musulmana perfectamente integrados en ambos
países. La célula terrorista recientemente descubierta en
Londres estaba integrada por médicos de alta calificación,
miembros del estamento médico del Reino Unido. Ejercer la
profesión de médico y dedicarse al asesinato por razones
ideológicas, demuestra el grado de desarreglo mental que
rige la conducta de esta técnica militar. Los atentados
suicidas forman parte de la misma perversión de la conducta
humana. Ambas, ponen de relieve lo retrogrado de la guerra
como medio para solventar conflictos. Indicios que
demuestran que la explicación de las diferencias
socio-económicas no coincide con los hechos; se trata de una
explicación simplista basada en el imaginario de ciertas
tendencias ideológicas que se niegan a ser contemporáneas de
la historia. Vivimos en una era de exacerbación de lo
imaginario; la perplejidad de una época en la que la
historia se expresa de manera acelerada, limita la
comprensión de la época.
Un ex-terrorista que fue miembro
de Al-Qaeda y hoy arrepentido, médico radicado en Gran
Bretaña, Hassan Butt, dice que los atentados no son debido
únicamente a la situación de Irak. Recuerda, que cuando él
todavía militaba en el grupo terrorista, se morían de risa
cuando escuchaban en los medios que la causa de los
atentados era la política exterior de Occidente. En cada
atentado se busca la excusa de Irak o de Palestina pero
puedo “afirmar que lo que persiguen los djihadistas, y lo
que yo perseguía entonces, es la creación de un Estado
revolucionario que instauraría la justicia islámica en el
mundo”. Para el Islam radical el planeta está convertido en
una tierra “dar ul harb”, (tierra de guerra) que autoriza a
cada musulmán pisotear todos los derechos que se le
garantizan a todos los seres humanos pues para un musulmán
radical, un no creyente (uno que no practique el Islam) no
es digno de vida y se le debe eliminar. Eliminar a los
infieles garantiza a un musulmán ganar el cielo, y el cielo
es el paraíso y el derecho a disponer de mujeres vírgenes.
Nada que ver con los
“guerrilleros del mar” protegidos por submarinos fabricados
en Rusia y la guerra asimétrica de soldados motivados por el
aumento de 30% de su salario que más parecen querer jugar a
la guerra motivados por antiguos militares, alejados del
verdadero profesionalismo. La alianza que de allí parece
perfilarse entre estas dos categorías de guerreros, - los
islamistas y caribeños petrodolarizados -, no augura nada
bueno para el país.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |