A
una semana de la primera vuelta
de las elecciones presidenciales, las encuestas revelan que
40% de franceses aún se sienten indecisos en cuanto al
candidato al cual dar su voto en la primera vuelta de las
elecciones presidenciales el domingo próximo. Esta situación
es significativa del conflicto que aqueja hoy a los
franceses enfrentados a lo que aquí se le suele llamar un
“dilema corneliano”, situación que se refiere a las obras de
teatro de Corneille en las que las opciones que se
presentaban ante situaciones de conflicto constituyen a su
vez un conflicto.
En un desglose reciente del
dilema electoral francés el semanario Le Nouvel Observateur
inclinado a la izquierda, revela que no existe una oposición
simple de liberalismo contra anti-liberalismo, la que sería
normalmente la línea de fractura entre los dos grandes
partidos que representan la izquierda y la derecha: el
Partido socialista (Ségolène Royal) y el UMP (Nicolas
Sarkozy), el debate izquierda derecha ya no se dirime de
manera tajante. En el seno del electorado el dilema se
presenta bajo la figura de una línea en diagonal, liberal
cultural- conservador económico, a conservador
cultural-liberal económico. Los liberales en el campo
cultural (defensa de las minorías, aprueban el matrimonio
homosexual, ese caso se sitúan a la izquierda), pero son
liberales en el campo económico, lo que la izquierda combate
(en ese caso se sitúan a la derechas) ¿Cómo considerar este
electorado? ¿de derecha o de izquierda? Según la encuesta
citada, 60% de los interrogados se sitúan en este espacio
oblicuo.
Si la candidatura de Ségolène
Royal, rompió con el monopolio masculino al aspirar a la
primera magistratura del país, la candidatura centrista de
François Bayrou, el hombre de la tercera vía, ni la
izquierda, ni la derecha, pero una fusión de ambas,
significó un sismo en la cultura política francesa, para la
que el debate ideológico previo a llegar a un consenso, es
indispensable. La postura de Bayrou remite a un cierto
conformismo intelectual contrario a los usos del país, pues
no da cabida al debate. Su postura es simple; el país está
en crisis y todos los buenos, de izquierda y de derecha,
debemos unirnos para sacarlo de ella. Postura que se
acercaría a la de la categoría de los que comparten posturas
de la izquierda en lo cultural y posturas de derecha en lo
económico.
Para las dos principales fuerzas
electorales, el panorama se presenta confuso. Nicolas Sakozy
aparece como favorito en las encuestas, pero el Frente
Nacional de Jean Marie Le Pen, le resta un porcentaje
significante de votos, por lo que un acuerdo entre Sarkozy y
el FN está a la orden del día, pero corriendo el riesgo de
perder votos del electorado de derechas que no comulga con
las posturas radicales y xenófobas de Le Pen. Luego viene la
constelación de la extrema izquierda con varios candidatos
trotskistas, los comunistas, los verdes, José Bové, que le
sustraen a la candidata del PS un porcentaje suficiente de
votos como para impedirle ir a la segunda vuelta. Fue la
izquierda radical la que impidió a Lionel Jospin correr en
la segunda vuelta en las elecciones del 2002 e hizo que de
hecho perdiera las elecciones.
Michel Rocard, miembro del Partido socialista y ex primer
ministro bajo el gobierno de François Mitterrand, lanzó ayer
un propuesta pública que causó estupor en el campo
socialista. Dirigida a Ségolène Royal y a François Bayrou,
argumentaba que ya no existía diferencias entre los
social-demócratas y la democracia social (los centristas),
que separados no podrán vencer la alianza Sarkozy/Le Pen;
juntos, los social-demócratas, los centristas y los verdes,
constituyen una mayoría y que una “alianza sincera” de esta
naturaleza, conduciría a la construcción de un “proyecto
común de esperanza para Francia”.
Bayrou aplaudió la propuesta de Rocard, el Partido
socialista la desechó.
Independientemente de lo bien
fundado o no de la iniciativa de Rocard, no hay que
descartar lo bien que semejante propuesta debe parecerle a
los “elefantes” del PS que han vivido la candidatura de
Ségolène Royal como una usurpación, pues siendo mujer, sin
pertenecer a la jerarquía histórica del partido, sin haber
ostentado el cargo de primer ministro, y sobre todo, sin ser
Secretaria general del partido, logró vencer, en la primera
vuelta, en las primarias internas del PS, a los que
consideraban que la candidatura debía emanar del seno de la
elite que ostentaba el privilegio jerárquico y la
pertenencia sexual.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |