Monarquías
de antiguo régimen, dictaduras y gobiernos totalitarios,
populismos obscenos disfrazados de democracias; si corren
con la suerte de gozar del estatus de petro estados, los
crímenes que sus gobiernos cometan y las violaciones a las
instituciones, gozarán de impunidad. Es la triste conclusión
que en Venezuela se debe tener muy en cuenta.
El caso de Sudán en relación a Darfur es una demostración
fehaciente de este hecho. La situación que reina en aquella
región africana, constituye lo que a todas las luces tiende
a convertirse en el primer genocidio del siglo XXI. Hecho
que ningún estado ignora, pero ante el cual nadie se da por
aludido. Petróleo obliga.
Darfur es la región más occidental de Sudán, habitada por
tribus negras de origen africano que un día decidieron
alzarse contra la opresión del gobierno mayoritariamente
árabe de Sudán. El gobierno sudanés, no sólo no protege a la
población de Darfur de las torturas a gran escala, las
violaciones sistemáticas, los incendios de cosechas y de
viviendas, sino que el propio gobierno ha orquestado y
participado en esos crímenes que ocurren en un territorio
tan grande como Francia; situación que ha arrojado ya un
cuarto de millón de personas asesinadas y mas de dos
millones que han tenido que huir de la zona.
Todo ello ha sido documentado,
pese a las obstrucciones sistemáticas de Jartum y del
dictador presidente Omar al Bachir, que goza de la
complicidad de Rusia que posee inmensos intereses económicos
en ese país y de la China, por su conocida voracidad de
petróleo y su agresiva política de imponerse como gran
potencia tutelar en el África.
Omar al Bachir, el dictador
presidente, ha vetado la presencia de los expertos de la ONU
que se han visto obligados a realizar su labor desde el
exterior del país con el fin de presentar su informe durante
la cuarta sesión del Consejo de los Derechos Humanos que
comienza esta semana sus sesiones en Ginebra. El informe
divulgado al público acusa abiertamente al gobierno sudanés
de haber “orquestado él mismo y haber participado” en los
“crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”. “Las
fuerzas gubernamentales han actuado de concierto con las
milicias janjawids”: milicias árabes que ejecutan de
concierto con el Ejército sudanés las ordenes de Jartum. La
misión conducida por Jody Williams, Premio Nóbel de la paz,
denuncia los crímenes que “continúan en la región”, pero
también agrega que “las fuerzas rebeldes son también
culpables de graves violaciones de los derechos humanos”.
Aboga por que Sudán cese de tomar de blanco a los civiles de
Darfur y de poner un término a la ayuda que le presta a las
milicias janjawids y a proceder a su desmovilización y
desarme. Y a los rebeldes, de “respetar estrictamente las
exigencias de la legislación internacional sobre los
derechos humanos y de derecho humanitario y tomar las
medidas necesarias para diferenciarse claramente de la
población civil”.
Una resolución del consejo de
Seguridad de hace dos años, obliga al gobierno de Sudán de
cooperar con la Corte Penal Internacional (CPI) y le pide la
entrega, por sospechoso de crimen contra la humanidad del
que fuera ministro encargado de Darfur y a un jefe de las
milicias árabes, a lo que Jartum no se ha dado por aludido y
nadie reacciona ante este hecho.
Se concibe que el presidente de Venezuela se sienta
preocupado por la firma del reciente convenio entre
Washington y Brasilia relativo a la producción de etanol que
tuvo lugar mientras el venezolano se entregaba al
sensualismo de la aclamación de las masas tarifadas en su
gira anti Bush por los países subvencionados por los petro
dólares venezolanos. Que una gran potencia y una futura gran
potencia, ambas clientes preferenciales de Venezuela, se
liberen de la dependencia energética, en lo que seguramente
serán seguidas por el resto de los países, no es imposible
pues en materia tecnológica las cosas suelen ir a una
rapidez insospechada. Este hecho, que duda cabe, tiene que
preocupar al presidente comprador de revolucionarios y de
anti imperialismos, pues ello significa que Venezuela deberá
ponerse a trabajar para convertirse en un país productivo.
Ningún país vive de regalarle petróleo a Haití y el petróleo
no substituye a los alimentos. Nunca se ha visto sustituir
la leche por petróleo en un biberón para alimentar a un
bebé.
Los discursos del presidente
venezolano profetizando el socialismo del Siglo XXI y su
proyecto bolivariano, puede que en un corto plazo, aparezcan
como lo que son: palabras huecas.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |