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Ideología revolucionaria o técnica del golpe de Estado
por Elizabeth Burgos
viernes, 16 febrero 2007


El propósito de Curzio Malaparte cuando publicó su célebre tratado La técnica del golpe de Estado (1931), era demostrar que las fuerzas adversas a los valores de libertad y de democracia, de extrema derecha o de extrema izquierda, pueden ampararse de un Estado moderno y coartarlas, y que para defender el Estado de derecho de ese peligro, era necesario conocer la técnica moderna del golpe de Estado y las reglas fundamentales que la rigen. La demostración de Malaparte comienza con la deconstrucción del proceso que condujo a la Revolución de octubre en 1917. El estratega de la revolución fue Lénin, pero el táctico del golpe de Estado que llevó al poder al partido bolchevique fue Trotsky. Por lo que Malaparte concluye que no es de la estrategia de Lénin de la cual deben temer los Estados modernos, sino de la táctica de Trotski. La estrategia leninista no se le puede comprender, ni es aplicable fuera del contexto de la Rusia zarista, en cambio la ausencia de circunstancias favorables no impiden el empleo de la táctica trotskista, porque lo que cuenta es la táctica insurreccional, la técnica del golpe de Estado. Para Lénin se debía contar con el avance revolucionario de todo el pueblo, en cambio Trotski consideraba que todo el pueblo era demasiado para la insurrección: lo que se necesita es “una pequeña tropa, fría y violenta, entrenada para la táctica insurreccional.” 

Malaparte analiza también la variable del ejemplo del 18 Brumario; el golpe de Estado de Bonaparte: éste se sirve del ejército como de un instrumento legal en la conquista del Estado, lo que sería una manera de conciliar el empleo de la violencia, observando la legalidad, para llevar a cabo una revolución parlamentaria, esta sería la novedad aportada por Bonaparte a la técnica del golpe de Estado, lo que hace de éste, el primer golpe de Estado moderno. El Parlamento acepta el hecho consumado y legaliza formalmente el golpe de Estado, decretando así su propio fin. Esa misma preocupación de mantenerse en la legalidad está también presente en la empresa de Pilsudzki, en Polonia, de Kapp en Alemania y de Primo de Rivera en España. Pero es en el relato minucioso de la táctica empleada por Mussolini durante los tres sangrientos años que duró la lucha del fascismo para ampararse del Estado que Malaparte luce su mirada aguda de observador de los procesos insurrecciónales y un conocimiento íntimo del fascismo. Su antipatía hacia Hitler es profunda, y considera que las tropas de ataque hitlerianas no constituyen el ejército de la revolución nacional, sino el “instrumento ciego de las ambiciones del líder”. Su desprecio por Hitler lo conduce a considerarlo como un “espíritu realmente femenino”, que se refugia en la brutalidad para disimular sus debilidades. Una de las características de los dictadores es la envidia: “la dictadura no es sólo una forma de gobernar, sino que es la forma más acabada de la envidia, bajo todas sus formas: intelectual, moral, política.”

Tal vez el título de la obra actuó como elemento disuasivo entre aquellos para quienes la obra fue destinada, y, por el contrario, el célebre clásico ha servido de fuente de inspiración, de guía teórica, a los idolatras del Estado centralizador, autoritario, antiliberal, antidemocrático.  Libro de referencia de Fidel Castro, y por ende de la generación golpista que surge en Venezuela en 1992 amparada en el epíteto de bolivarianos.

Hasta ahora los analistas han prestado poca a tención a la vertiente técnica del chavismo, disimulado bajo la fachada del bolivarianismo. Tanto los intelectuales identificados con el régimen, como los que lo adversan, se han centrado, los primeros, en buscarle una legitimidad teórica a la propuesta del llamado “Socialismo del siglo XXI”, los segundos, en el debate ideológico y en la denuncia del fracaso del socialismo del siglo XX. Ni los unos ni los otros se han percatado de que lo que se ha estado dando en Venezuela bajo la máscara de un debate de ideas, es el despliegue de una técnica al servicio de un táctica insurreccional que tenía primero como objeto ampararse del Estado, y luego la preservación del mismo de forma vitalicia.

La amplia experiencia desarrollada por el chavismo en la técnica del golpe de Estado permanente que ha venido desarrollando desde hace ocho años en su empeño de apoderarse del conjunto de los estamentos del Estado de manera legal, es un aporte a la técnica del golpe de Estado y que en el fondo es la suma de las diversas experiencias analizadas por Malaparte en su obra, que los bolivarianos han sabido asimilar sintetizándolas en un todo.

Habiendo practicado con creces la técnica insurreccional, el Estado chavista surgido de esa experiencia, no se defenderá con simples medidas legales o policiales en caso de verse asediado por una rebelión, como lo haría un Estado democrático, sino, como lo declaró hace poco el jefe de Estado mayor personal del presidente, con las milicias ya prestas y destinadas a enfrentar cualquier rebelión que provenga de la Fuerzas Armada.

Tras haber practicado el acceso al poder mediante el conocimiento de la técnica trotskista para el asalto decisivo, ahora le toca defender el poder sobre el Estado, a la manera de Stalin contra Trotski. La preservación del poder se disimula detrás de debates de doctrina. 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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