El
propósito de Curzio Malaparte cuando publicó su célebre
tratado La técnica del golpe de Estado (1931), era
demostrar que las fuerzas adversas a los valores de libertad
y de democracia, de extrema derecha o de extrema izquierda,
pueden ampararse de un Estado moderno y coartarlas, y que
para defender el Estado de derecho de ese peligro, era
necesario conocer la técnica moderna del golpe de Estado y
las reglas fundamentales que la rigen. La demostración de
Malaparte comienza con la deconstrucción del proceso que
condujo a la Revolución de octubre en 1917. El estratega de
la revolución fue Lénin, pero el táctico del golpe de Estado
que llevó al poder al partido bolchevique fue Trotsky. Por
lo que Malaparte concluye que no es de la estrategia de
Lénin de la cual deben temer los Estados modernos, sino de
la táctica de Trotski. La estrategia leninista no se le
puede comprender, ni es aplicable fuera del contexto de la
Rusia zarista, en cambio la ausencia de circunstancias
favorables no impiden el empleo de la táctica trotskista,
porque lo que cuenta es la táctica insurreccional, la
técnica del golpe de Estado. Para Lénin se debía contar con
el avance revolucionario de todo el pueblo, en cambio
Trotski consideraba que todo el pueblo era demasiado para la
insurrección: lo que se necesita es “una pequeña tropa, fría
y violenta, entrenada para la táctica insurreccional.”
Malaparte analiza también la variable del ejemplo del 18
Brumario; el golpe de Estado de Bonaparte: éste se sirve del
ejército como de un instrumento legal en la conquista del
Estado, lo que sería una manera de conciliar el empleo de la
violencia, observando la legalidad, para llevar a cabo una
revolución parlamentaria, esta sería la novedad aportada por
Bonaparte a la técnica del golpe de Estado, lo que hace de
éste, el primer golpe de Estado moderno. El Parlamento
acepta el hecho consumado y legaliza formalmente el golpe de
Estado, decretando así su propio fin. Esa misma preocupación
de mantenerse en la legalidad está también presente en la
empresa de Pilsudzki, en Polonia, de Kapp en Alemania y de
Primo de Rivera en España. Pero es en el relato minucioso de
la táctica empleada por Mussolini durante los tres
sangrientos años que duró la lucha del fascismo para
ampararse del Estado que Malaparte luce su mirada aguda de
observador de los procesos insurrecciónales y un
conocimiento íntimo del fascismo. Su antipatía hacia Hitler
es profunda, y considera que las tropas de ataque
hitlerianas no constituyen el ejército de la revolución
nacional, sino el “instrumento ciego de las ambiciones del
líder”. Su desprecio por Hitler lo conduce a considerarlo
como un “espíritu realmente femenino”, que se refugia en la
brutalidad para disimular sus debilidades. Una de las
características de los dictadores es la envidia: “la
dictadura no es sólo una forma de gobernar, sino que es la
forma más acabada de la envidia, bajo todas sus formas:
intelectual, moral, política.”
Tal vez el título de la obra actuó como elemento disuasivo
entre aquellos para quienes la obra fue destinada, y, por el
contrario, el célebre clásico ha servido de fuente de
inspiración, de guía teórica, a los idolatras del Estado
centralizador, autoritario, antiliberal, antidemocrático.
Libro de referencia de Fidel Castro, y por ende de la
generación golpista que surge en Venezuela en 1992 amparada
en el epíteto de bolivarianos.
Hasta ahora los analistas han prestado poca a tención a la
vertiente técnica del chavismo, disimulado bajo la fachada
del bolivarianismo. Tanto los intelectuales identificados
con el régimen, como los que lo adversan, se han centrado,
los primeros, en buscarle una legitimidad teórica a la
propuesta del llamado “Socialismo del siglo XXI”, los
segundos, en el debate ideológico y en la denuncia del
fracaso del socialismo del siglo XX. Ni los unos ni los
otros se han percatado de que lo que se ha estado dando en
Venezuela bajo la máscara de un debate de ideas, es el
despliegue de una técnica al servicio de un táctica
insurreccional que tenía primero como objeto ampararse del
Estado, y luego la preservación del mismo de forma
vitalicia.
La amplia experiencia desarrollada por el chavismo en la
técnica del golpe de Estado permanente que ha venido
desarrollando desde hace ocho años en su empeño de
apoderarse del conjunto de los estamentos del Estado de
manera legal, es un aporte a la técnica del golpe de Estado
y que en el fondo es la suma de las diversas experiencias
analizadas por Malaparte en su obra, que los bolivarianos
han sabido asimilar sintetizándolas en un todo.
Habiendo practicado con creces la técnica insurreccional, el
Estado chavista surgido de esa experiencia, no se defenderá
con simples medidas legales o policiales en caso de verse
asediado por una rebelión, como lo haría un Estado
democrático, sino, como lo declaró hace poco el jefe de
Estado mayor personal del presidente, con las milicias ya
prestas y destinadas a enfrentar cualquier rebelión que
provenga de la Fuerzas Armada.
Tras haber practicado el acceso al poder mediante el
conocimiento de la técnica trotskista para el asalto
decisivo, ahora le toca defender el poder sobre el Estado, a
la manera de Stalin contra Trotski. La preservación del
poder se disimula detrás de debates de doctrina.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |