Inicio | Editor | Contáctenos 
 

¿Final del juego y una nueva era para Francia?
por Elizabeth Burgos
viernes, 11 mayo 2007


Ségolène Royal no se convirtió en la primera mujer presidente de la República francesa. La mayoría optó por el candidato liberal, en materia de economía y conservador extremo en lo cultural y en lo social. En otras palabras, una mayoría heterogénea, optó por el modelo de país que Nicolas Sarkozy prometió durante su campaña electoral; dinamizar la economía, pero también valorizar el orden, el trabajo, la identidad nacional. Estos tres últimos, eran temas tabú que hasta ahora remitían a la II Guerra mundial pues sobre ellos se fundaba el gobierno colaboracionista del Mariscal Petain, “familla, travail et patrie”, haciéndole eco al “Arbeit macht frei” de la Alemania nazi y que hasta ahora había constituido el monopolio del ultra derechista Jean Marie Le Pen, con lo que quedó demostrado que Francia ha pasado una página importante de su historia, lo que significa que la post-guerra ha llegado a su fin, y que para llegar a esa victoria contundente, no solamente la derecha tradicional le acordó su voto al candidato victorioso, sino también, sectores de extrema derecha e igualmente de izquierda. Vale la pena recordar que Ségolène Royal, también defendió durante su campaña los valores nacionales y propuso reanudar con la costumbre perdida de entonar la Marsellesa en las escuelas, y la de hacer ondear la bandera francesa en las ventanas los días de fiesta nacional. También ella, sin ser tan radical como Sarkozy, no se mostró entusiasta de la entrada de Turquía en la Unión Europea, pero si fue más radical que él en cuanto a Irán y la cuestión nuclear, al considerar que no se le debe permitir que desarrolle la industria nuclear ni para fines civiles pues de allí a transformarlo en arma militar no hay más que un paso.

Los valores tradicionales lograron imponerse sobre la mentalidad producida por el trauma de la guerra, pues ese sentimiento estaba latente en la mayoría de la opinión francesa, que además se siente acosada por los descendientes de aquellos que ayer fueron colonizados por Francia y que hoy reclaman arrepentimiento por parte de ésta. Sarkozy como Le Pen, manifestaron que ellos asumen la historia de Francia tal y como sucedió, con sus luces y sus sombras y no tienen por qué renegar de ella. Sentimiento que también es compartido por sectores de la izquierda que por esa razón apoyaron la candidatura de Sarkozy.

La crisis económica, el desempleo, la severa crisis social e identitaria que aqueja a los sectores más desfavorecidos de la población, tanto franceses de origen, como de origen magrebí, el aumento de la delincuencia y por ende de la inseguridad, el debilitamiento del lugar de Francia en Europa tras el voto del “No” a la Constitución europea, impulsado por la corriente radical de izquierda del Partido socialista, y de la extrema izquierda, demostraron que se había alcanzado un límite que conducía a sobrepasar las vallas de una ideología que identificaba con la extrema derecha cualquier defensa de los valores nacionales, o de los valores sociales tradicionales, personificada, en particular, por las corrientes marxistas, pero también por las corrientes de derecha que habían vivido los avatares de esa guerra y se habían opuesto al invasor nazi. Jean Marie Le Pen se amparó de los valores nacionales, tradicionales y “decía en alta voz, lo que otros sólo decían en voz baja o no se atrevían a formular”.

Nicolas Sarkozy sabía que necesitaba del sufragio de ese 10% del electorado que votaba por la extrema derecha constituido principalmente por el antiguo electorado radical de proletarios pobres que antes votaba por el Partido comunista, y de los estratos de la tercera edad (mayoritarios en Francia) temerosos ante el aumento de la inseguridad, (más imaginario que real, pero convertido en argumento electoral decisivo por la derecha), el voto de los tradicionalistas que ven la cultura francesa peligrar bajo la influencia de los inmigrantes y del Islam, de los nacionalistas contrarios a la participación de Francia en la Unión Europea. Sarkozy logró en la segunda vuelta que la balanza se inclinara a su favor, porque fiel a su carácter, mezcla de voluntarismo, de pragmatismo y de autoritarismo, perteneciente, al igual que Ségolène Royal, a una generación que por no haber vivido la guerra, no se siente concernido por los tabúes que emanaban de ese período, tuvo la osadía de reivindicar sin cortapisas los valores monopolizados por Le Pen y pese a que éste llamó a la abstención, Sarkozy logró obtener el voto de ese sector lo que contribuyó en mucho a su amplia victoria.

Igualmente, no es desdeñable, un porcentaje de los sectores que vota tradicionalmente por la izquierda socialista, decepcionado por un Partido Socialista, que pese a sus esfuerzos, Ségolène Royal no logró doblegar las corrientes que lo inmovilizan en un pasado obsoleto, renuentes a reformarse y a constituir una izquierda moderna, apoyaron en la primera vuelta al candidato centrista, François Bayrou, y en la segunda le otorgaron su voto a Sarkozy. Pero también, sectores de la clase media, defensores de la laicidad y de los valores republicanos, que los ven peligrar bajo la influencia del integrismo musulmán. Situación que se refleja, en particular, en la crisis que atraviesa la escuela, sustento decisivo de los valores republicanos, hechos ante los cuales, la izquierda prisionera de la ideología y proclive a la condescendencia, se ha mostrado débil. Ante esa situación, sucedió un hecho inaudito, la aparición de una corriente de “sarkozystas de izquierda” que hizo campaña activa por el candidatura, incluso desde la primera vuelta. Y ello, pese a la amenaza de éste de “eliminar” la cultura de mayo 1968 , cara a los valores de la izquierda, que para él representan, el multiculturalismo, el laxismo disciplinario que reina en la escuela, el hedonismo. Prometió “formatear” la mentalidad de los franceses aún reacios a los valores tradicionales. Prometió un mundo mejor a aquellos que “se levantan temprano” para impulsar el dinamismo económico y acabar con el desempleo, también prometió ponerle término a la política asistencial, Dispuesto a defender la identidad nacional, la revalorización de los “dos mil años de cristianismo”, anunció que entre las primeras medidas que se tomarán en relación a la escuela estará la obligación de ponerse de pie a la entrada del maestro o profesor al salón de clase. Medida altamente simbólica, puesto que la cultura de mayo 1968, precisamente se caracteriza por la modificación de las estructuras rígidas que regían las relaciones entre adultos, niños y jóvenes. Pese al carácter francamente conservador y regresivo en lo que respecta al modelo cultural de comportamiento, que en Francia se inclina mayoritariamente hacia un mayor liberalismo, privó en la mayoría el sentimiento de que el país estaba llegando a un callejón sin salida y necesitaba optar por un modelo liberal-económico.

Ninguno de los candidatos pudo personificar el modelo que parecería corresponder más a un país como Francia y personificar un modelo coherente de sociedad: liberal-económico y liberal-cultural. Se oponen a la opción liberal-cultural; una parte de la población temerosa de los cambios sociales, étnicos, y religiosos que se están operando en la sociedad francesa pertenecientes a la tercera edad, conservadora por excelencia. Y a la opción liberal-económica el Partido Socialista que hasta ahora no logró realizar su aggiornamento y constituirse en una opción de izquierda moderna.

En cuanto a los valores éticos y a la visión del mundo del flamante presidente, el mismo momento en que se anunciaba su victoria, daba una demostración de su sensibilidad de ciudadano y su manera de estar en el mundo. Las primeras imágenes lo daban acompañado de Johnny Hallyday, “el exiliado fiscal”, roquero casi septuagenario que no disimulaba su apoyo al candidato conservador a cambio de la reforma fiscal prometida que le permitirá poner término al fastidio de vivir en Suiza, y retornar a Francia gozando de las mismas ventajas fiscales que le depara el país helvético. La selección de los espacios de la ciudad que escogió para pasar los primeros momentos de su triunfo, todos situados en la orilla derecha del Sena, zona que se identifica como sede de las fortunas recientes, del glamour y del turismo de lujo. Y para completar, en lugar del monasterio en donde había anunciado iba a retirarse a meditar para imbuirse de la “gravedad del cargo que voy a asumir” , tras reunirse con sus amigos íntimos en el famoso restaurant Fouquet’s en los Campos Elíseos y de haber pasado la noche en una suite del hotel del mismo nombre que pertenece a un amigo suyo, - lo que de paso significaba premiarlo con una publicidad excepcional -, de haber celebrado su victoria en la plaza de la Concordia, amenizada por un programa artístico digno de una fiesta de provincia de los años 1950, (así demostraba que mayo 1968 había sido “liquidado” y Francia inauguraba una era de arcaísmo cultural), voló a la isla de Malta con su familia, - en el jet privado de uno de los hombres más rico de Francia – en donde abordó el yate del mismo dueño para realizar un crucero de descanso con su familia.

La pregunta que hoy se hacen muchos es si los gastos de ese descanso de millonario lo paga el presupuesto del Estado, lo que en este país significaría un acto de extrema gravedad. O si se trata de una invitación del millonario en cuestión muy amigo del flamante presidente, en este caso estaría demostrando una colisión de intereses entre la finaza y la política, lo que igualmente reviste incurrir en una violación grave de los valores de la República. En términos de valores personales, demuestra un divorcio entre la austeridad que exigió el candidato a aquellos que trabajan para corregir la situación de Francia, y la inclinación por el lujo que está demostrando el flamante presidente, pues los franceses, están lejos de ser tontos, y no ignoran que quienes amasan fortunas, no lo logran sólo por que se levantan temprano. Las buenas relaciones con el poder cuentan más que el hecho de madrugar.

Tal parece que la sensualidad del poder según el modelo del nuevoriquismo más impúdico, no es sólo un atributo de los “revolucionarios bolivarianos”, sólo que en Francia, nunca un presidente recién electo, se había dejado llevar por actitudes dignas, de lo que aquí se suele caracterizar como Repúblicas bananeras. El peso de lo simbólico en la inauguración de nuevas eras es decisivo; esperemos que así lo comprenda Nicolas Sarkozy y evite yerros inútiles pues estará jugando con fuego. Hasta ahora ha prevalecido el cartesianismo, pero cuando Francia se despoja de ese corset, las consecuencias son imprevisibles, varias fechas de su historia lo atestiguan con creces.

El único país que designó con el término de amigo en su discurso la noche de su triunfo fue Estados Unidos; con ello se aleja de De Gaulle y se acerca más a Mitterrand. El pragmatismo ideológico de Sarkozy deparará todavía muchas sorpresas. Por lo pronto, se dispone a integrar a personalidades de izquierda en su futuro gabinete de gobierno.

Las modificaciones de los símbolos es lo más notable que se ha visto durante esta campaña electoral que acaba de terminar.

 *

 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.