No
cabe duda que a la maquinaria mediática que ha caracterizado
desde sus comienzos al castrismo, se le ha sumado desde
Caracas, Hugo Chávez y desde La Paz, Evo Morales, que
adoptando ambos un papel de subalternos, se han puesto al
servicio de la ampliación del radio de acción y de la
promoción de la imagen del sultanato del cubano.
“Estoy seguro de que el Primero de Mayo el compañero Fidel
se va a integrar a seguir gobernando Cuba y Latinoamérica”
(sic), declaró Evo Morales en Barquisimeto, haciendo gala de
una lastimosa actitud genuflexa, incomprensible en un líder
que posee una legitimidad incontestable gracias al sufragio
universal, - lo que por cierto no es el caso de Fidel Castro
– que debería permitirle asumir la postura de un verdadero
jefe de Estado y no la de un indígena dócil que no sabe
darse su puesto ante el amo blanco.
En vez de estadistas, el venezolano y el boliviano, adalides
del movimiento anti-mundialización, se entregan gozosos a la
practica de vulgares comunicadores de la mas obscena
mundialización mediática, sustento por excelencia de la
practica política que ellos desarrollan, con la que simulan
llenar el vació dramático de ideas rectoras. La presencia
masiva de este aspecto en el proyecto político que ambos
llevan a cabo, da la pauta de su vacuidad ideológica, que ni
la boina, ni las camisetas rojas, ni la imitación de traje
autóctono de la chaqueta del boliviano, - confeccionada por
la mejor estilista de La Paz -, símbolos de una pobreza
dramática, poseen el peso como para darle consistencia al
mismo.
Indudablemente Castro no está fuera del juego, por lo menos
en lo que respecta la manipulación de sus marionetas,
mientras que los voceros oficiales de La Habana se muestran
cautos en lo que se refiere a la posible aparición del Líder
Máximo, éstas, Chávez y Morales, la dan por un hecho.
Instrumentos eficaces de la capacidad de Fidel Castro de
administrar su imagen con el objeto de cautivar el
imaginario e instrumentalizar la subjetividad mediante la
manipulación de la imagen, pues en esta materia, es
indudable, que el cubano ha alcanzado un grado indiscutible
de excelencia, al punto de constituir, una eficiente
maquinaria publicitaria; una multinacional pionera en la
materia de política espectáculo. Aunado a su destreza del
manejo de la imagen, Fidel Castro posee el don
complementario, y con grado de excelencia, de la puesta en
escena. Por ello, tras nueve meses de desaparición física,
pese a los acontecimientos dramáticos que han sucedido en el
mundo durante ese lapso de tiempo, la desaparición-aparición
del caudillo cubano, sigue ocupando un espacio desmedido en
los medios, manteniendo desde entonces el suspenso, clave de
su técnica escenográfica.
La pregunta pertinente sería : ¿
que sucede en la entrañas del poder cubano, mientras Chávez
y Evo Morales ejercen su papel de propagandistas?
Desde que Fidel Castro delegó “con carácter provisional” el
poder a su hermano Raúl Castro el 31 de julio de 2006, la
técnica de administrar sus apariciones y desapariciones ha
impulsado una nueva dinámica a la representación de su
imagen como entidad omnipresente.
Desde su convalecencia sólo ha
aparecido en compañía de personalidades extranjeras,
significando así, su condición de líder que sobrepasa las
fronteras de Cuba. El culto de la personalidad exime la
presencia del cuerpo, que ya no es requerida pues el mito la
reemplaza, cual tótem en las sociedades primitivas. La
continuidad del reinado ya no requiere la presencia del
cuerpo; no necesita estar presente para representar, hoy el
cuerpo ausente aparece como la propia representación. Ello
le permite mantener el suspenso sobre la opinión pública,
para cuando considere el momento oportuno y suficientemente
estelar, cual Ave Fénix aparezca entre sus cenizas y
electrice con su presencia a una opinión pública, sometida
al proceso irritante de una larga espera.
El pragmatismo del cubano, su sentido del detalle que no
deja nada al azar, su capacidad en el manejo de la táctica,
le han hecho aprovechar su convalecencia, - que tal vez esté
prolongando por razones puramente tácticas - para habituar a
los cubanos, y a los estadounidenses, a una nueva fórmula
que consiste en delegar algunos espacios de la omnipresencia
de su poder, a un equipo encabezado por su hermano. La otra
carta, pues siempre tiene por lo menos tres cartas bajo la
manga, al percatarse, que tarde o temprano, y en particular
tras su desaparición, Cuba tendrá que negociar con Estados
Unidos, hecho en el que él no puede aparecer tomando la
iniciativa, pues toda la legitimidad de su largo reinado la
ha justificado en su enfrentamiento con Estados Unidos, por
ello le delega la tarea a su hermano, al que, por lo demás,
siempre le ha confiado los papeles ingratos. El irreductible
no puede aparecer ante la historia, como el gobernante que
pactó con Estados Unidos, porque significaría incurrir en lo
que tanto ha reprochado a la Primera República, haber
pactado con el poder del Norte. La tercera carta le
permitirá maniobrar con toda libertad entre bastidores,
poniendo y quitando personajes, y también será Raúl Castro
quien asuma las responsabilidades.
Por supuesto, que un regreso a
la democracia en Cuba no está a la orden del día, puesto que
el castrismo practica lo que el historiador cubano Rafael
Rojas, califica de “autoritarismo subalterno” , - que por
cierto Hugo Chávez también ha asumido como modelo -, que
estipula como necesidad histórica, la imposibilidad de la
democracia y el respeto de los derechos humanos, mientras
exista la “dictadura mundial” de Estados Unidos. Es el gran
truco que ha encontrado el legado histórico del caudillismo
para perennizarse en el poder.
Fidel Castro no estará fuera de juego hasta tanto no
inaugure el mausoleo que le espera en el Pico Turquino.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |