Escándalo sexual
en los mares del Sur -
por Roberto Palmitesta
El motín de la
fragata británica Bounty sigue siendo una de las rebeliones
marinas más famosas de la historia, debido a libros que reseñaron
el suceso pero mayormente gracias a dos películas que trataron el
tema en 1936 y 1962, interpretados por luminarias del celuloide de
su época, como Clark Gable y Marlon Brando.
En
efecto, la primera de ellas –realizada en 1936, titulada aquí
“Motín a bordo”- y que se basó en el libro de Charles Nordhoff y
James Hall, tuvo como estrellas -además de Clark Gable- a Charles
Laughton y Franchot Tone, quizás los mejores actores dramáticos de
Hollwyood en su tiempo. Ganó el premio de la Academia a la mejor
película y tuvo un considerable éxito de taquilla, a pesar de ser
filmada en blanco y negro, ya que el color todavía era un lujo en
el celuloide. La cinta sigue programándose en cine-foros y
cinematecas, siendo un buen ejemplo de sobriedad actoral y sólida
narrativa en una época en que la trama importaba más que la
violencia y los efectos especiales. Esto a pesar que el guión, a
tono con las prácticas vigentes, tergiversó sustancialmente la
realidad para complacer los gustos cinematográficos de la época
de oro de Hollywood, al idealizar las cualidades del oficial
rebelde y subestimar las del capitán, mostrándolo como un ogro.
La
segunda versión, basada en el mismo libro, se realizó en 1962,
estando la accidentada producción a cargo de una super-estrella de
ese período, Marlon Brando, quien también interpretó al oficial
rebelde Christian, secundado por Trevor Howard y una estrella
entonces en ascenso, Richard Harris. Esta última versión trató de
ser más cercana a los hechos, pero no pudo escapar a las prácticas
de Hollywood de glorificar al supuesto héroe y satanizar al
antipático capitán, aunque éste era un marino disciplinado y
estricto, pero no tan cruel como lo mostraron en el filme, por
simple necesidad argumental.
La
producción casi no llega a su término, después de cambiar de
director un par de veces y sobrepasarse del millonario
presupuesto, terminando por fin con un veterano director, Lewis
Milestone, quien realizara tres décadas antes aquella legendaria
obra maestra del cine pacifista, “Sin novedad en el frente”. Al
finalizar la producción, que fuera un rotundo fracaso de taquilla
y casi arruina a la MGM, Brando se casó con una tahitiana, bautizó
a su hijo como Christian y compró una islita en el archipiélago
francés, que utilizó en vida como refugio del mundanal ruido, y
que finalmente heredaron sus familiares con la condición de que se
utilizara para fines conservacionistas.
Aparte de estas anécdotas cinematográficas, cabe resaltar que la
tragedia del Bounty cautivó grandemente a varias
generaciones, por los hechos de heroísmo y crueldad que sucedieron
en la vida real. La nave estaba comisionada por la Marina Real
Británica para explorar los mares del sur en un viaje de
inspección colonial y para recoger especies exóticas (la fruta del
pan, para transplantarlas a Jamaica), después de los viajes
pioneros de James Cook en las décadas anteriores. Para ubicarlo en
su contexto histórico, el motín sucedió en 1790, cuando en Europa
arreciaba la Revolución Francesa, siendo Gran Bretaña todavía la
mayor potencia marítima del planeta, un hecho que impidió que
Napoleón conquistara no sólo las islas británicas sino otras
colonias en África y América. El capitán del buque, William Bligh,
era un oficial bastante autoritario, adepto a castigos severos,
algo que enervó a la tripulación y especialmente a sus principales
oficiales -liderados por Fletcher Crhistian- que finalmente
decidieron escenificar un motín, tomaron el mando y colocaron a
Bligh y 18 de sus adeptos en una lancha con pocos suministros en
pleno Océano Pacífico. El avezado marino, en una hazaña sin
precedentes, navegó en la lancha más de cinco mil kilómetros hasta
encontrar tierra firme en Timor –en el archipiélago indonesio-
sobreviviendo casi todos con agua de lluvia y la pesca. Bligh
regresó finalmente a Inglaterra y su relato hizo que la marina
inglesa iniciara una cacería sin precedentes de los amotinados,
para establecer una lección ejemplar en futuros casos de motín.
Mucho después, Bligh fue nombrado gobernador de una provincia
australiana, donde sufrió eventualmente un nuevo motín por su
carácter autoritario.
Mientras tanto, Christian y los amotinados, junto con mujeres
tahitianas que los acompañaron, recorrieron grandes distancias
para escapar de la justicia inglesa, y finalmente llegaron a una
diminuta isla a unos 1500 km al sureste de Tahiti, llamada
Pitcairn, habitada por pocos polinesios. Allí quemaron la nave y
fundaron una colonia autónoma y mestiza que sobrevivió hasta
nuestros días, con altibajos en la población y cambios esporádicos
en su permanencia en la isla. Pero diez de los amotinados no los
acompañaron y regresaron a Tahiti, done finalmente fueron
apresados por una expedición inglesa, y tres de ellos ahorcados a
su regreso a Inglaterra, conforme a las leyes castrenses de
entonces. Sin embargo, poco depués Christian y otros camaradas del
Bounty murieron en conflictos violentos en Pitcairn, no sin antes
dejar varios descendientes, así que los líderes nunca fueron
llevado a la justicia. Pitcairn siguió siendo una posesión
británica después de la Segunda Guerra Mundial y permaneció
relativamente aislada, con la comunidad del Bounty como únicos
habitantes, .
Esta extraña comunidad, con rasgos mixtos entre anglosajones y
polinesios (rubios pero con tez morena) sobrevivieron hasta la
fecha, conservando todavía los apellidos de sus notorios
antepasados, como Christian y Warren, oficiales que se amotinaron
en la nave militar hace 224 años. Las familias de los marinos
tuvieron muchas reyertas internas, así que su ilusión de vivir en
un pacífico paraíso tropical fue frustrado por la dura vida en la
isla, el aislamiento y el choque de culturas, de modo que la
población declinó grandemente con el tiempo, llegando de un máximo
de unas 300 personas en el siglo XIX, a unas 120 después de la
última guerra, y hasta un mínimo de los 50 habitantes que tiene
hoy día, que es lo máximo que puede tolerar una isla volcánica con
apenas 10 km2 de superficie.
Pero en una visita que hiciera hace poco un funcionario policial
británico, se descubrió que se habían producido muchos abusos
sexuales en décadas recientes, teniendo como víctimas a
adolescentes entre 12 y 15 años, por lo que tanto dos
descendientes masculinos de Christian (Steve y su hijo Randy) y
cinco hombres más –que representan la mitad de la población adulta-
fueron acusados formalmente de delitos sexuales y serán llevados a
juicio a fines de 2004. Ellos se defienden argumentando que las
normas sociales inglesas nunca se aplicaron en la isla, donde
rigen prácticas polinesias ancestrales, las cuales permiten el
contacto sexual a temprana edad para asegurar una nutrida
descendencia. El juicio volvió a llevar a la palestra la historia
del incruento e histórico motín, lleno de aventura y leyenda. Se
pronostica que los acusados recibirán a lo sumo penas simbólicas o
leves, (que cumplirán en una prisión local, construida por ellos
mismos), quizás debido a la simpatía que todavía revisten los
legendarios nombres de sus antecesores, protagonistas de una saga
fascinante inmortalizada por Hollywood en dos impactantes
producciones cinematográficas, saga que todavía capta la
imaginación de muchos lectores y espectadores.
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