Chávez, Castro y el laboratorio boliviano
por Manuel Malaver

Si como se prevé,  las ciudades y carreteras de Bolivia vuelven a ser bloqueadas en cuestión de días, semanas o meses por los grupos radicales liderados por Evo Morales y Felipe Quispe Huanca que forzaron las renuncias de los presidentes Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa, entonces no hay duda que el país del altiplano ha sido tomado como el tercer laboratorio donde la retro izquierda pretende experimentar con la restauración de la utopía comunista que se creyó liquidada entre 1989 y 1991.

Desde luego que con variantes en los ingredientes del experimento y las más importantes son que ya no se invoca la lucha de clases, ni la toma del poder con una guerra de guerrillas o una insurrección popular, sino bloqueando ciudades y carreteras y provocando hechos sangrientos que también  logran el objetivo estratégico de que los partidos e instituciones democráticas nacionales e internacionales legitimen el ascenso al poder de los alzados o a quienes ellos designen.

Tampoco se habla de dictadura del proletariado, socialismo y totalitarismo, sino de fórmulas democráticas, constitucionales, unificadoras y genéricas que son desechadas tan pronto el poder se concentra y se adquiere la suficiente confianza para profundizar el proceso.

En otras palabras, que principios como estado de derecho, constitucionalidad, pluralidad y tolerancia son reactivados, pero solo para emplearse como  mascarones de proa y sin perder de vista  la fórmula de la “solución final” que no puede ser otra que la toma del poder creciente, concentrada y total.

Cambio dramático en la teoría de toma del poder del totalitarismo marxista que  se ensayó por primera vez  en Venezuela, cuando la intentona golpista del 4 de febrero del 1992 catapultó hacia las preferencias populares al entonces desconocido teniente coronel, Hugo Chávez Frías, para luego proceder a la rápida organización de un movimiento político que fue decisivo en la renuncia del presidente Carlos Andrés Pérez  y su sucesión por Rafael Caldera, en una portentosa jugada de doble play que pavimentó el camino para que el oficial ganará las elecciones presidenciales de  1998 con un amplio respaldo popular.

Lo demás fue apretar las tuercas una vez conquistado el poder, sorprendiendo al país con la convocatoria a una asamblea constituyente que aprobó una nueva carta magna caudillista, militarista centralista y colectivista, que construyó las bases “constitucionales” para que Venezuela fuera el primer país del hemisferio occidental y del mundo donde la retro izquierda experimentó con el regreso del imperio totalitario perdido.

Señalemos que el segundo laboratorio se implementó en Ecuador el 21 de enero del 2000 con el golpe de estado del coronel, Lucio Gutiérrez, que provocó la salida del poder del presidente Jamil Mahuad. Gutiérrez, al  igual que Chávez, se transfiguró  en un líder popular, pudo ganar las elecciones presidenciales el 24 de noviembre del 2002, pero al no poder convocar una constituyente y aprobar una constitución prêt-à-porter, cayó en una serie de ilegalidades que generaron su salida del poder en mayo último.

Puede decirse que el laboratorio boliviano -que se inició en octubre del 2003 con la modalidad del golpe civil que arrancó con la toma de las ciudades y carreteras del país por minorías violentas- ya va por la fase 3,  y desató, en un primer momento, la conmoción nacional que forzó a la renuncia del presidente  Sánchez de Lozada y el lanzamiento de un “líder popular” , Evo Morales, que se convirtió en una copia corregida y aumentada de Hugo Chávez;  continuó con una enorme presión contra el nuevo presidente, Carlos Mesa, hasta provocar la segunda renuncia de un presidente democrático boliviano en menos de 2 años; y ya se dirige a la 3, al aplicar la misma medicina a Eduardo Rodríguez, sino no accede a nacionalizar los hidrocarburos y convocar una asamblea constituyente, que serían  la dos medidas salvacionistas ad hoc para que Evo Morales sea el próximo dictador de Bolivia por la gracia de la “democracia” “el imperio de la ley” y “la constitución”.

O lo que es lo mismo: que el futuro  del presidente, Eduardo Rodríguez, está literalmente cantado, por cuanto, si se mantiene en los términos de la actual constitución y no accede a las demandas ultra radicales y absurdas de Evo Morales y sus cocaleros, seguro que también verá las ciudades y las carreteras de Bolivia bloqueadas, incendiadas y desabastecidas, con minorías violentas y fundamentalistas desparramadas a lo largo y ancho del país provocando sucesos sangrientos como los que forzaron las renuncias de Sánchez de Losada y Mesa.

Lo increíble es que, como en los casos de los seguidores de Chávez en el 92 y Lucio Gutiérrez en el 2000, se trata de una minoría que solo en las elecciones municipales de diciembre del 2004  obtuvo el segundo lugar entre los campesinos del altiplano, mientras que en las ciudades no lograba un solo alcalde.

Pero eso no es todo, sino que en los momentos más agudos de la crisis que sacude a Bolivia desde la renuncia de Sánchez de Losada, en las mediciones de preferencia, el líder de los cocaleros y su partido el Movimiento al Socialismo, MAS, jamás han logrado una aprobación de más del 8 por ciento.

¿Cómo es entonces que ha cimentado un liderazgo que le permite fungir de centro de un movimiento político que parecería sin regreso en su empeño de tomar el poder por la fuerza y convertir a Bolivia en el tercer laboratorio de la retroizquierda  a costa, incluso, de correr el riesgo de una guerra civil, como acaba de declararle su segundo al mando, Felipe Quispe Huanca, a la cadena radial “Radio Programas” de Perú?

Pues sin duda que agitando reivindicaciones hondas y sentidas por los campesinos e indígenas de Bolivia que continúan siendo víctimas de males que se remontan a la colonia (explotación, discriminación y exclusión), que no fueron corregidos por la república y aún permanecen intocados y como el reto a enfrentar y derrotar por los liderazgos democráticos que han hecho muy poco para reducir la pobreza, las injusticias y la desigualdad.

Y que Evo Morales y Quispe Huanca agitan demagógicamente, sin ninguna clase de escrúpulos,  honestidad y competencia,  con las recetas anacrónicas e inútiles del dogmatismo marxista (ahora transfigurado en “indigenismo”, como en Venezuela se llamó “bolivarianismo”) y que no logrará otra cosa, como ya lo hizo en Rusia, China, los países de Europa del Este y Cuba, que agregarle más miseria, injusticias y desigualdades al pueblo boliviano.

En otras palabras, que es una verdadera tragedia que en los tiempos en que los campesinos e indígenas de Bolivia pudieron proponerse con éxito corregir las injusticias, distorsiones y desequilibrios que los han oprimido ancestralmente, se tropezaran con dos demagogos irresponsables, revanchistas, anacrónicos y violentos que, desde luego, van a lograr cualquier cosa, menos darle una mano a los pobres del altiplano para que accedan al bienestar, la igualdad y la justicia social.

Caso que no es el de Perú, país con características históricas, culturales, étnicas y sociológicas muy parecidas a las de Bolivia, pero que, sin embargo, ha encontrado en Alejandro Toledo un líder democrático que está reduciendo la pobreza y combatiendo los males que no le habían dado alivio al país de Pachacutic.

La gran pregunta es: Ante el tsunami que se avecina, y dado la enseñanza que están dejando las experiencias venezolana, ecuatoriana y peruana ¿cómo reaccionarán los demócratas bolivianos? ¿Se cruzarán de brazos o se pondrán en pie de lucha para que Bolivia no se convierta en otra Cuba, u otra Venezuela? ¿Permitirán que el tercer laboratorio de la retro izquierda también ensaye con éxito y se establezca  un eje Cuba, Caracas, La Paz que empiece a subvertir y poner se rodillas las democracias de la región? ¿La comunidad internacional, pero fundamentalmente la OEA, continuará jugando al avestruz, con su indiferencia muniquesa y aferrada al principio de no intervención que tanto conviene a los retros y subversivos?

Puede decirse que en estricto sensus hay señales para dar respuestas en un sentido u otro, si bien la tendencia que están expresando los ciudadanos de los departamentos orientales bolivianos de Santa Cruz y Tarija de ponerse a salvo del proyecto etnicista, colectivista y caudillista aprobando constituciones autonómicas que preserven su vida en democracia  es una valla que surge en la marcha a la locura de los nuevos caudillos.

Un movimiento de resistencia robusto y de signo nuevo, que, además, crece en los departamentos donde yace el 90 por ciento de las riquezas mineras bolivianas.

O sea, que posee la clave para lograr un acuerdo que preserve la unidad nacional boliviana  y evite que el sueño supremo del Libertador  de una Bolivia multirracial, pluricultural y tolerante no sea despedazado por Morales y Quispe Huanca con la colaboración de Fidel Castro y del autoproclamado mejor alumno de Bolívar: Hugo Chávez.
 

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Artículo publicado en el portal webarticulista.net, 12 junio 2005

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