La
noticia hoy es Bolivia. La inestabilidad
política, presente a lo largo de toda su ‘vida
republicana’, se profundiza. Y se hace
indispensable volver sobre la creación de
Bolívar y Sucre. Con la ‘República Bolívar’
disminuirían los grandes problemas que
presentaba el Alto Perú y se juntaría, en una
nación organizada, a varios pueblos que no
habían logrado estabilidad y gobernabilidad.
Ahora las cuatro regiones: la montañosa
altiplánica, los valles, los llanos orientales y
la selva amazónica quedarían integradas. Sólo
faltó la parte andina.
Con esta medida y con la
propia constitución de Bolivia de 1827, Bolívar
le proporciona un duro golpe a su proyecto
integracionista-grancolombiano. No es verdad que
una república lograría juntar a aymaras,
quechuas, guaraníes y blancos. Esto debe
tenerse en cuenta para el examen de lo que
ocurre hoy cuando se exige la realización de un
referéndum que decida sobre la autonomía o no de
las ‘regiones’. Este sería en todo caso un
requisito para la convocatoria a una Asamblea
Constituyente y a unas elecciones
‘democráticas’.
A lo largo de 180 años se ha
tratado de unir a lo que ha estado
permanentemente separado. Un fraccionamiento
utilizado con mucha habilidad por los grandes
dueños del país que hicieron de los ‘originales’
una mano de obra y una conciencia al servicio de
la explotación que recae sobre ellos.
De modo que a las “naciones
nativas” se les condenó a la más profunda
miseria. Las minas tuvieron y tienen un legítimo
propietario. Igual sucede hoy con el petróleo y
el gas. ¿Y cómo alcanzar la estabilidad, la
gobernabilidad, la legalidad y la justicia? Nada
de esto parece estar planteado en el corto o
mediano plazo. Bolivia es una especie de
depósito de grandes riquezas y sobre el mismo
actúan las partes autorizadas por su propia
posesión de capital y consecuente influencia en
el dominio de la sociedad. Y están y han estado
históricamente a la espera de su reivindicación
los desheredados, despojados y pisoteados por
los invasores de todos los tiempos.
Esto explica lo que es la
historia del saqueo. Estamos ante una
nación-país que en ningún momento ha alcanzado
esta dimensión. Se trasladó una realidad a un
esquema que no tenía nada que ver con ella. Y
por esto nos encontramos hoy, a la hora de la
necesaria e inevitable evaluación, con una
superposición de intereses que hacen posible la
continuación del dominio de los que siempre
ocuparon lugar privilegiado en el reparto.
En general, la política
boliviana puede leerse desde la perspectiva de
los aprovechadores. Hasta el presente no se
conoce movimientos que radicalmente hayan
adjurado de la posibilidad de utilizar la
plataforma originaria. Una base social para
todos los usos y aprovechamientos. En la
actualidad, sin embargo, y como reacción a la
gran miseria impuesta, las comunidades parecen
tomar conciencia de la necesidad de emprender
nuevas y obligadas luchas que como mínimo
garanticen la sobrevivencia.
Pero los grandes dueños
nacionales y extranjeros de esta historia están
alertas para aplicar nuevos mecanismos de
contención a un colectivo social que debe y
tiene que seguir al servicio de todas las formas
de explotación, por encima de la prédica de
‘recuperación’ o ‘nacionalización’ de unas
riquezas que ya tienen propietarios. ¿Logrará
romper este colectivo la encrucijada que le
imponen las dos fuerzas de destrucción, en medio
de las cuales se encuentra?
II
DE BOLIVIA A VENEZUELA
Hay mucho de ‘historia
común’. Y no se trata de decir que en la
‘República Bolívar’ hay más problemas porque
predomina la población ‘originaria’. Eso podría
llevar a pensar que es allí donde reside el
origen del mal de esa sociedad. Lo que hoy es
América Latina pasa por un proceso de invasión
que llega a nuestros días. Estamos ante países
invadidos que no han llegado más allá de
referir, en el mejor de los casos, su voluntad
de alcanzar independencia, libertad, soberanía,
autodeterminación.
Y son muchos los proyectos
que han quedado descolgados y aniquilados. Otros
se han entregado a las ‘grandes naciones del
poder-capital’. En el caso boliviano es
arriesgado afirmar que haya adquirido alguna vez
condición y rango de país. En el caso
venezolano el proyecto de país-nación ha tenido
algunos asomos, sin ningún desarrollo. Pero el
vacío que se inicia el 27F-89 lo arrastra hacia
la desaparición. Las endebles instituciones se
fueron a pique y con la llamada ‘revolución’ se
alcanzó un nivel de destrucción sin precedentes.
Todo comenzó con una constituyente para el
reacomodo y la reconstrucción. Pero en la
realidad prevalece la destrucción. Esto se
atribuye a un responsable: el neoliberalismo
salvaje. Y dado que la vía capitalista nos
cercena cada vez más, se plantea ahora una nueva
definición: el neosocialismo. Algo que ni
siquiera los proponentes saben que significa.
Estamos entonces ante un
momento de inmensa confusión. El vacío hace de
las suyas por todos los costados y el único
norte en pie es la destrucción de lo poco que
quedaba de país. Por eso cuando se dice que a
Bolivia le espera una constituyente no se puede
menos que lanzar dudas y alarmas por la
inestabilidad que crecerá.
III
AL PIE DE LA INESTABILIDAD
Pero este será sólo un caso
más de inestabilidad. Porque no es verdad que
ésta se haya alcanzado en las ‘nuevas
democracias’. No se conocen, por ejemplo, los
avances del candidato peruano que provenía de
las etnias. Ni los logrados por el presidente
que comenzó desafiando por la violencia el
Estado de Derecho en Ecuador y que fue derrocado
por un golpe del cual se acusa a la
‘oligarquía’. En Haití, Brasil, Argentina,
México, Colombia hay movimientos para la
inestabilidad. Por todas partes las protestas.
No parece haber manera de reacomodar el cuadro
de autoritarismo que se junta al militarismo y a
una política que tiene una firme vocación
totalitaria.
Este es el caso de Venezuela
que hoy se dirige hacia la imposición del
pensamiento único y, en consecuencia, hacia la
persecución por razones ideológicas. El proyecto
de ley de Educación, por ejemplo, que se discute
en la AN (volveremos sobre el tema) es, en este
sentido, causa de grandes enfrentamientos y
mucha inestabilidad. Hacia ese punto nos
dirigimos a conciencia de que la lucha es
inevitable e impostergable.