En
1957, el film Las tres caras de Eva
planteó nuevos derroteros cinematográficos
examinando un caso de personalidad
múltiple. La bella Joanne Woodward ganó el
Oscar en el papel de una joven esposa que
sufre migrañas, está en permanente
desorden emocional y padece de lagunas
mentales. Su personalidad se desdobla
sucesivamente en tímida cónyuge (Eva
Blanca), dulce adolescente (Eva Joven) y
provocativa hembra (Eva Negra). Casi 50
años después, en el melodrama político
boliviano, Evo Morales no ganará ningún
Oscar, aunque algunos ya lo trapean por
ahí, ¡Jesús di!, para el Nobel de la Paz.
Morales
es también un caso de personalidad
múltiple de tres caras. Primero estuvo Evo
el cocalero, que no asoma el pico verde
desde hace un par de años, pero está
aletargado como caimán en playa de mañana
fría. Todavía digiere el cato de coca por
familia, obtenido en los hechos de un
gobierno de miristas escindidos a
emebelistas, centuriones del débil y
megalómano Carlos Mesa, que ya se fue, bon
voyage. El Instrumento Político por la
Soberanía de los Pueblos (IPSP), guardia
pretoriana del cocalero, donde la pe de
"pueblos" es comodín trocable por la nada
musical de "pizzicatos", tiene hoy a sus
bases orondas con el trajín de la
producción de pasta base en el trópico,
integrada a la refinación de cocaína en el
valle. La personalidad inicial de Morales
es, pues, el Evo Verde.
El Evo
demócrata ha sido un personaje sinuoso y
resbaladizo como culebra. Surgió con el
trasfondo de una Bolivia asqueada del
tufillo de 20 años de una democracia
corrupta, cuarteada por partidos políticos
que hicieron de la componenda el leit
motiv de coaliciones: más que gobernar se
repartían el botín del Estado. Hombre de
suerte, quién lo diría, fue propulsado al
centro de la palestra política por un
embajador gringo, que con estúpido gesto
metiche logró capitalizar a su favor una
ancestral xenofobia, apareada con el
descontento general de la crisis
económica. Crisis propiciada, entre otras
cosas, por complacer a la embajada
estadounidense en erradicar cultivos de
coca del Chapare, sin tomar en cuenta el
vacío de circulante que la medida
desencadenó en una economía débil y coca
dependiente.
Con el
respaldo de ONG contestatarias y merced a
la compra de una sigla, Evo catapultó de
vociferante jefe cocalero a dirigir la
segunda fuerza política del país. La
trayectoria del Evo amarillo y democrático
ha oscilado entre chantajear y tolerar
apenas a gobiernos blandengues. En el
plano internacional, fue reclutado a la
liga mayor de los respondones en un mundo
unipolar. Hoy es el pupilo adulado de Hugo
Chávez Frías, militar golpista luego
electo luego golpeado luego restituido,
que hoy gobierna Venezuela apalancado por
el talegazo del auge del petróleo arriba
de $us 50 por barril.
"En
democracia, Evo, es posible hacer una
revolución", le dijo el Presidente
venezolano al líder de los cocaleros hace
dos años. Allí se inició el desdoblamiento
de la tercera personalidad de Evo, uno
rojo y golpista, adalid de la revolución
bolivariana de Chávez en Bolivia. Se trata
de un levantamiento cuyas líneas maestras
las esbozó el Presidente de Venezuela en
Santa Cruz en noviembre del 2003, cuando
ante una audiencia de cocaleros trazó los
fines y alcances de una asamblea
constituyente en Bolivia. Chávez fue claro
en instruir que la constituyente debe
lograrse con "un pueblo movilizado". Esa
"asamblea constituyente revolucionaria"
debe desplazar a "los poderes
constituidos", es decir, eliminar al Poder
Ejecutivo, al Poder Legislativo y al Poder
Judicial. Desde entonces Evo Morales
cambió su discurso para exigir una
asamblea constituyente.
Como los
dinamitazos cuyo estruendo se sobrepone a
la escasa fuerza de ideas, Evo el golpista
utiliza fuegos de artificio para dividir a
la mayoría silenciosa de bolivianos y
llevar agua a su molino. Ahí está la
muletilla de pobres bloqueadores
enfrentados a estereotipos de cambas
blancos y oligárquicos, a pesar de que
300.000 de ellos fueran reunidos en un
cabildo, destacando el crisol de
bolivianidad mestiza que es Santa Cruz hoy
en día. Después de que, de acuerdo a ley,
se presentara un cuarto de millón de
firmas en libros presentados a la Corte
Nacional Electoral pidiendo la autonomía
departamental, Evo arrecia con la
cantaleta del separatismo cruceño. Se
tragan el rollo algunos sectores de
civiles y militares; personajes como el
Alcalde paceño adoptan poses vindicatorias
de la nación amenazada, en vez de ocuparse
de su urbe sitiada de lumpen chicoteador y
quita corbatas.
Una cosa
quedó clara en los confusos momentos de
junio del 2005: Evo Morales y sus huestes
mostraron la hilacha de su vocación
antidemocrática. Ante la miopía colectiva
de una Bolivia zarandeada en su democracia
de entes políticos desacreditados, se ha
venido acomodando el escenario de una
Asamblea Constituyente que se hará bajo la
presión de grupos militantes, para los
fines golpistas bosquejados por Hugo
Chávez. ¿Acaso no es una muestra esa
progresión del Evo Rojo, de exigir
regalías del 50%, que una vez obtenidas
han trastocado en nacionalización total de
los hidrocarburos? Mañana serán las minas,
pasado mañana pedirán expropiar viviendas…
Hoy en
día la sucesión constitucional establecida
en la Carta Magna no vale ni el papel en
que está escrita, ya que los exaltados
rabiosos del Evo golpista, ante cualquier
choque de ideas en que se sientan
perdidosos, flamearán su wiphala étnica de
la democracia como la entienden: el reino
de la turbamulta, la soberanía de la
algazara, la dictadura del bloqueo. Una
forma de democracia no representativa sino
corporativa, con asesores y dineros de
afuera, tan genuina y espontánea como el
amor en los lupanares. Pobre Bolivia con
tanta mentira, con tanto fascismo
originario que le tapa los ojos.
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