El
desdentado lobo cubano estará sobándose la barriga: ya
pronto se engullirá otra presa de una gran zampada. Esta
vez es boliviana. Allí, Evo Morales estará preparándole
la mesa. Entretanto, la caperucita roja venezolana sigue
coleccionándole fresas silvestres. No lo hace dentro de
una coqueta canastilla, sino dentro de un barril de
petróleo. El lobo estará viejo y desdentado, pero es
agalludo e insaciable: su dieta revolucionaria es
pantagruélica. Devora países y sólo sacia su sed con
pozos petroleros. En el menú esperan Perú, Ecuador y
desde luego Venezuela, que ha salido presa dura, aunque
ya la tiene a medio engullir. Que el resto ponga sus
barbas en remojo.
Hace nada lo vimos
haciendo su show televisivo, tembloroso y abatido por
los años. Flanqueado por sus dos aplicados lobitos
demostró en cámara, live y vía satélite, que con uno
solo de sus desmayados resoplidos caía el gobierno de
Oscar Mesa. Y al soplar al micrófono para dar prueba
fehaciente demostró tener cabal conocimiento de lo que
decía: ese soplido asmático y desfallecido era nada,
casi una agónica expiración de unos pulmones tan
trajinados que apenas lo airean. Pero fue suficiente
como para hacer reír al lobo menor con su cara de
cochinito boliviano, hinchar los carrillos del
primogénito sabanero, que comienza a soplar como papá
Lobo, y a poner a temblar de terror a los impotentes
demócratas bolivianos, que corrieron a abrirle la
puerta. Ni siquiera protestaron.
Tenía razón. El
espectáculo de esa famélica familia de cochinitos
congresantes cumpliendo paso a paso las exigencias del
lobo Morales fue verdaderamente patético. Comenzando por
el aprendiz de brujo presidencial, que inició el
condumio, y terminando por el presidente de la Corte
Suprema, sirviendo de provisorio instrumento de la
degollina. Si ese es el reservorio de la democracia
boliviana, ¿de qué servirán cartas democráticas y
asambleas multilaterales? No hay peor ayuda que la que
no es requerida. Pues nunca en Bolivia un congreso
pisoteó sus propios derechos constitucionales como lo
hiciera el reunido en Sucre la noche de este jueves. Un
suicidio colectivo celebrado por todo lo alto y en
nombre de los altos designios de la patria. No cabe otro
adjetivo: patético. Sobre todo al escuchar las arengas
de quienes se aprontaban a saltar por la ventana. Una
tragicomedia estos idus de Junio: el primer golpe de
estado en que se fulmina una constitución gracias a un
paquete de dinamita enviada desde el exterior contra
reembolso. Y pensar que el Ché Guevara, primer mensajero
del Zar, llegó a la cita con cuarenta años de adelanto.
¿Con qué cara saldrán
ahora los lobos menores de la fauna venezolana, esos
lobitos enanos, ya cojos y reumáticos de tanto batallar
por conquistarle presas al viejo lobo feroz, a reclamar
contra el intervencionismo norteamericano? ¿Con qué
maquillaje encubrirán las brujitas congresantes su
arrugada cara dura criticando paros y huelgas mientras
aplauden los dinamiteros motines bolivianos? ¿Dónde
están los golpistas? ¿En Washington, en La Habana o en
Caracas?
Hipócritas, caraduras,
cínicos y maquiavélicos. La manada de lobos y lobeznos
feroces no tiene nombre. ¿Se saldrán con la suya en
Venezuela? Depende de nosotros.
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