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Voy y vengo
por Eli Bravo

viernes, 24 septiembre 2004


¿Estás aquí o allá? La pregunta que nunca falta. Después de cómo está la cosa o qué hubo, la necesidad de precisar un lugar pareciera ser irrenunciable a mi interlocutor. Residencia legal, espacio de trabajo, dirección postal, coordenadas del hogar, ubicación de la cama, anclaje del corazón, quién sabe lo que realmente indaga la pregunta. Por lo general respondo que voy y vengo, que si bien vivo en Miami viajo una o dos veces al mes a Caracas y que estoy un poco en ambas partes. Como si ambas ciudades estuviesen enlazadas por una ruta interurbana. Como si fuesen parte del mismo mapa.

Cada vez somos más los que vivimos en el aire. De un vistazo en la cabina del avión puedo identificar a los que pendulan de un lado a otro, unos días aquí, otros allá. Está el ejecutivo de cabello impecablemente afeitado que besó a su hijo esta madrugada y salió al trabajo a dos mil kilómetros de casa. La rubia acicalada que hace un año, después de perder el empleo, llegó a El Doral a ver que pasaba y hoy ve que las cosas no son exactamente lo que parecen. Están los dos jóvenes de la fila 17 inmersos en sus laptops y arreglando los detalles de la presentación a un cliente, sorprendidos de que los números del negocio en Altamira sean más verdes que en Brickel. Por el baño espera una madre con su infante, ella le habla en español y él le responde en inglés. Cada vez este vuelo se parece más a un autobús expreso y menos a un escape de turistas. No hay oportunidad en la que no me encuentre a un amigo, a un conocido, alguien que me diga voy por unos diítas a resolver par de cosas y de paso visito a la familia.

Hace más de 100 años mi bisabuelo tomó un barco desde Beirut, y previa escala en Marsella donde conoció a unos paisanos que enrumbaban a Venezuela, terminó comprando una casita en Valencia donde crecieron sus hijos. Mi otro bisabuelo, el canario, vio desaparecer las islas en el horizonte y jamás volvió. Para ellos no había opción: o estaban aquí o allá. Regresar era otra travesía tan complicada como innecesaria. Las raíces eran parte del equipaje que echaban en tierra nueva para no transplantarlas más. Iban y venían en el pensamiento, hasta que un día los paisajes se parecían más al recuerdo que a la realidad.

Y aquí vamos nosotros a 35 mil pies de altura, a caballo alado entre una ciudad y otra, con un pie aquí y el otro allá, pendientes de no caer al agua si el barco se separa del muelle. ¿Es el muelle eso que llamamos la patria, y el barco eso que llamamos la promesa de otra vida? En una oportunidad el escritor colombiano Alvaro Mutis dijo que uno no es del lugar donde nació, ni del lugar en donde vive. Uno es del lugar donde puede establecer un diálogo con el entorno y su cultura. Quizás eso nos hace bilingües, capaces de conectar como si estuviésemos equipados con USB: plug and play, sin necesidad de reiniciar nos conectamos a una u otra red. Quizás lo que sucede es que la red es una sola, o mejor, que la red es uno mismo. Recuerdo el epígrafe de un libro de Paul Theroux: no importa el lugar a donde vayas, ese es el lugar en donde estás.

Aquí y allá, ir y venir, un lado y el otro.

Si algo caracteriza a los latinos en Estados Unidos, dice el periodista Jorge Ramos, es que no han perdido el contacto directo con sus países de origen. Si bien se integran a Norteamérica, su movilidad y comunicación con sus raíces los hace distintos a los inmigrantes que llegaron a Ellis Island procedentes de Europa y para quienes sus países quedaron atrás. Basta una conexión de banda ancha, un fin de semana largo, una llamada telefónica, y aquello que quedó atrás está más cerca.

            Han pasado siete años desde que aterricé por primera vez en Miami para probar una oferta de trabajo. Aquella vez, como todavía sucede, los amigos me preguntaban ¿y cuándo regresas?

            Aquí estoy regresando, una y otra vez. Mis bisabuelos lo hacían sentados en un sillón en la penumbra. Yo lo hago en el asiento 9-B de American Airlines. Regresando a un lado y al otro, yendo y viniendo, con dos juegos de llaves en el bolsillo. Imprima el artículo Subir Página