A menos de una semana de su
triunfo en las elecciones presidenciales de los Estados
Unidos Barack Obama ya hizo un descubrimiento. Si nos
guiamos por sus declaraciones después de haber recibido al
equipo de inteligencia del presidente George W. Bush,
evidentemente que “algo” lo ha dejado impactado. No existe
otra explicación para sus declaraciones posteriores en donde
reconoce las amenazas a la seguridad que sobre su país y el
mundo entero se ciernen. Al parecer, ese Barack Obama todo
paz y amor, con mensajes de cambio y sin malicia, que
pregonaba la necesidad de conversar con todo el mundo
(refiriéndose a los líderes mundiales hoy en día
considerados enemigos de los Estados Unidos), se ha
transformado en el hombre de estado que necesitan no solo
los estadounidenses, sino el mundo entero. Es difícil
predecir el futuro de una nación, pero algo nos dice que el
Sr. Obama está entendiendo que si de verdad quiere gobernar,
ya es hora de dejar a un lado las frases que a todo el mundo
le gustaba escuchar, para hablar menos y hacer más por el
bien de su país y del mundo.
Muchas cosas ha conocido el
nuevo presidente en esa primera reunión con el equipo de la
Casa Blanca. Basta analizar su actitud, para comprender que
sólo unas noticias muy dramáticas hubieran sido capaces de
hacer decir al Sr. Obama lo que no dijo dos años antes. Nos
estamos refiriendo a su reciente advertencia respecto a la
necesidad de frenar cualquier intento de parte del gobierno
de Irán de desarrollar la energía nuclear con fines
desconocidos, así como de evitar cualquier tipo de alianzas
de ese gobierno con organizaciones terroristas. Si a esto le
sumamos la posibilidad que ha dejado en el ambiente respecto
a la ratificación en sus cargos tanto al Secretario de
Defensa, Sr. Robert Gates, como al mismo Director del Buró
Federal de Investigaciones (FBI), la situación debe de ser
bastante más comprometedora para la seguridad y defensa
nacional de lo que hasta el momento el mismo presidente Bush
había querido reconocer.
En el caso particular del Irán,
existe una diferencia ideológica y cultural abismal con el
mundo occidental, hecho que en pocas horas el Sr. Obama ya
habrá descubierto. Así como habrá tenido que entender que de
nada le serviría sentarse a conversar con el mandatario
Iraní sobre cualquier tema serio; por cuanto que alguno de
sus asesores le habrá explicado que el cargo de presidente
de esa nación, representado actualmente por el Sr. Mahmoud
Ahmadinejad, es puramente nominal. Todo esto en vista de que
según la Constitución de ese país es el “Ayatollah”, el
verdadero líder supremo político y religioso de esa nación,
conductor de toda la política de seguridad y defensa, y de
las actividades de inteligencia propias de éstas. De allí
que cuando el presidente Iraní ha amenazado al estado de
Israel con desaparecerlo de la faz de la tierra, así como ha
acusado al pueblo de los Estados Unidos de pertenecer al
mundo de los infieles, y a su gobierno de ser amigo del
estado de Israel, no habla por sí sólo, sino por mandato
supremo del representante de “Aláh” en la tierra. Sabiendo
esto, lo menos que podemos hacer entonces es creerle a este
personaje. Tanto más cuando dicho presidente acompaña sus
palabras con actividades concretas como el desarrollo de la
energía nuclear, en claro desafío a las advertencias de los
gobiernos democráticos del mundo, de las Naciones Unidas, y
de los estados signatarios del Tratado de No Proliferación
de Armas Nucleares del cual forma parte.
Hay muchas otras cosas que ha
descubierto el presidente Obama en su reciente reunión
presidencial; tales como que detrás de los ataques
sangrientos y las muertes de soldados norteamericanos en
Irak y zonas adyacentes, casualmente también ha participado
el gobierno del Irán. No sólo abasteciendo a los
combatientes, sino entrenando en su propio territorio y en
territorios vecinos, a las guerrillas que han venido
atacando tanto a norteamericanos, como a miembros de las
fuerzas militares aliadas. Incluso ha tenido que saber el
Sr. Obama que durante la recién terminada segunda guerra del
Líbano, el gobierno de Irán participó activamente en contra
de Israel, así como intervino para debilitar más al muy
resquebrajado gobierno Libanés.
Y así de descubrimiento en
descubrimiento va el joven presidente norteamericano, hecho
que haría palidecer a cualquiera al imaginarse la
responsabilidad del Sr. Obama al enterarse respecto al
abanico de relaciones que ese pequeño hombre de estatura, y
de apariencia frágil, como lo es el presidente Ahmadinejad,
ha sido capaz de crear en el mismo continente Americano.
Bajo estos parámetros reales, y no aquellos superficiales
creados bajo el calor de una campaña electoral, tendrá que
manejarse ahora el hombre más poderoso del planeta; y es que
gracias a esas relaciones peligrosas del iraní hay muchos
otros gobiernos envueltos. Sabe ahora el presidente Obama
que países como Venezuela (suplidor de petróleo para los
Estados Unidos), y muchos otros como Bolivia o Nicaragua, ya
actúan como socios de aquél; y que aún cuando pudieran ser
de poco o mucho interés económico para Irán, su verdadera
motivación es estratégica, como históricamente ha sido la
política Iraní, al utilizar territorios ajenos como puente
para sus actividades terroristas en el mundo.
Tal vez en ese descubrir termine
el presidente Obama como Cristóbal Colón siglos antes con la
América, quien saliendo de un puerto de Europa, jamás se
imaginó su verdadero destino ni siquiera cuando pisó tierra.
De allí que muchas de las amenazas proferidas por el
entonces candidato Obama en relación con países
verdaderamente amigos de los Estados Unidos en la América
del Sur, los cuales no han sucumbido a las tentaciones con
Irán, tendrán que ser reevaluadas. Nos referimos
particularmente a su propuesta de revisar los Tratados de
Libre Comercio entre EEUU y Centro América, así como a su
negativa a suscribir dicho Tratado con Colombia, e incluso
la suspensión de la ayuda económica a éste. La verdad es que
el Sr. Obama tiene ante sí un verdadero reto. El tiene la
última palabra si no quiere que el día de mañana a la
terrible crisis económica que padece los Estados Unidos, se
le sume un verdadero problema de seguridad nacional con
consecuencias inimaginables para el mundo.
* Encargada
de los Asuntos para la América Latina de la American
Security Council Foundation