Han
pasado dos meses y Superman no aparece por
ninguna parte. Lo han buscado en todos lados, han llamado a todos
los teléfonos disponibles y nada. Simplemente no está en los
Estados Unidos. Quizás sea cuestión de buscarlo en Gales, donde
encontraron a
Batman.
La búsqueda preocupa a Alan Horn, presidente de Warner Brothers,
pues no hay actor estadounidense en sus 20´s que tenga el porte
del superhéroe para la película que tiene en mente. “Chistopher
Reeves reflejaba la imagen del comic. Creías que era un tipo duro
cuando peleaba”. Al casting ya han citado actores desconocidos o
sin experiencia, a ver si ocurre el milagro. Todos tienen
abdominales six-pack, bíceps definidos y una cara de muchachos
sensibles que matarían de la risa a Lex Luthor.
En un revelador
artículo sobre la masculinidad de las estrellas del cine, la
periodista del New York Times, Sharon Waxman, se pregunta porqué
en los 60´s el ideal de hombre era Steve Mc.Queen y hoy en día es
Tobey Maguire. De los actores duros, sudados y viriles, la
industria del cine ha pasado a intérpretes sensibles, emotivos y
casi cuchis. Si durante los 80´s reinaron Bruce Willis y Silvester
Stallone, durante la década pasada y lo que va de esta los
taquilleros son Leonardo DiCaprio y Orlando Bloom. ¿Consecuencias
de la metrosexualidad? Por lo visto, en Estados Unidos los
vaqueros ya no se parecen a John Wayne.
Para algunos
veteranos de la industria esto es la consecuencia de una década
fácil, donde los hombres no fueron a la guerra sino al gimnasio,
así que en unos años la generación Irak aportará otros Arnold
Schwarzenegger a la pantalla. Para otros es un reflejo del poder
que han ganado las mujeres en los estudios, y por lo tanto, de una
sensibilidad femenina detrás del negocio. Hay quienes dicen que es
un fenómeno como el de Dustin Hoffman, quien en los 70´s cambió el
ideal del protagonista, o como James Dean y su ambivalencia sexual
en los 50´s. “Sea una coincidencia o no” apunta Jim Gianopulos,
ejecutivo de los estudios Fox “una cosa es aparente: en Estados
Unidos no hay tantos actores con energía de machos como en otras
partes del mundo”
¿Qué es ser
hombre en estos tiempos? El cronista y caricaturista brasileño
Luis Fernando Veríssimo asegura que Hombre que es Hombre no usa
camiseta sin mangas a menos
que sea para jugar basket. Hombre que es Hombre no come souflé y
solo va a ver películas de Franco Zefirelli si su mujer le insiste
mucho, y de hacerlo, se pasa las dos horas mirando el reloj en la
oscuridad. Ahora que los hombres gastan tanto como las mujeres en
productos de belleza ¿será que la hombría misma esta siendo
rehidratada? Mire a su alrededor y verá que en lugar de mecánicos
grasientos o leñadores de camisas a cuadros, es más común
encontrar ejecutivos de uñas impecables y profesionales entallados
en ropa de diseñadores. Y más allá, pasando del gel, la crema para
las ojeras y la loción, quizás lo que esté pasando es que Hombre
que es Hombre no tiene que ser un macho que solo llora en soledad
y se traga sus sentimientos.
Quizás para las
mujeres, en la pantalla y fuera de ella, resulta más atractivo un
hombre para quien sensibilidad no sea flaqueza.
Quizás la
virilidad no está en una mandíbula cuadrada sino en la profundidad
de la mirada.
Por otra parte,
una cosa es hablar del cine y hombría en nuestras culturas
occidentales, y otra cosa es ser hombre en una calle de Gaza o
Bagdad. O en una aldea arrasada de Sudán. O en medio del desierto
en Mongolia. Ahí no bastan el fijador y las buenas intenciones.
Los hombres son
forjados por las circunstancias. El cine es apenas un espejo.
Podemos mirarnos en la pantalla para ver los cambios que vivimos y
especular sobre lo que somos. Una cosa parece cierta: los de
vaqueros y piratas de hoy en día usan crema después de sacarse el
polvo, chillan si les duele y no piensan que la intuición es cosa
de mujeres. Quizás se parezcan menos al ideal del cine, pero
quizás se parezcan más a los hombres que llenan las butacas.