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¿A dónde fueron los vaqueros?
por Eli Bravo

viernes, 2 julio 2004


Han pasado dos meses y Superman no aparece por ninguna parte. Lo han buscado en todos lados, han llamado a todos los teléfonos disponibles y nada. Simplemente no está en los Estados Unidos. Quizás sea cuestión de buscarlo en Gales, donde encontraron a Batman. La búsqueda preocupa a Alan Horn, presidente de Warner Brothers, pues no hay actor estadounidense en sus 20´s que tenga el porte del superhéroe para la película que tiene en mente. “Chistopher Reeves reflejaba la imagen del comic. Creías que era un tipo duro cuando peleaba”. Al casting ya han citado actores desconocidos o sin experiencia, a ver si ocurre el milagro. Todos tienen abdominales six-pack, bíceps definidos y una cara de muchachos sensibles que matarían de la risa a Lex Luthor.

            En un revelador artículo sobre la masculinidad de las estrellas del cine, la periodista del New York Times, Sharon Waxman, se pregunta porqué en los 60´s el ideal de hombre era Steve Mc.Queen y hoy en día es Tobey Maguire. De los actores duros, sudados y viriles, la industria del cine ha pasado a intérpretes sensibles, emotivos y casi cuchis. Si durante los 80´s reinaron Bruce Willis y Silvester Stallone, durante la década pasada y lo que va de esta los taquilleros son Leonardo DiCaprio y Orlando Bloom. ¿Consecuencias de la metrosexualidad? Por lo visto, en Estados Unidos los vaqueros ya no se parecen a John Wayne.

            Para algunos veteranos de la industria esto es la consecuencia de una década fácil, donde los hombres no fueron a la guerra sino al gimnasio, así que en unos años la generación Irak aportará otros Arnold Schwarzenegger a la pantalla. Para otros es un reflejo del poder que han ganado las mujeres en los estudios, y por lo tanto, de una sensibilidad femenina detrás del negocio. Hay quienes dicen que es un fenómeno como el de Dustin Hoffman, quien en los 70´s cambió el ideal del protagonista, o como James Dean y su ambivalencia sexual en los 50´s. “Sea una coincidencia o no” apunta Jim Gianopulos, ejecutivo de los estudios Fox “una cosa es aparente: en Estados Unidos no hay tantos actores con energía de machos como en otras partes del mundo”

            ¿Qué es ser hombre en estos tiempos? El cronista y caricaturista brasileño Luis Fernando Veríssimo asegura que Hombre que es Hombre no usa camiseta sin mangas a menos que sea para jugar basket. Hombre que es Hombre no come souflé y solo va a ver películas de Franco Zefirelli si su mujer le insiste mucho, y de hacerlo, se pasa las dos horas mirando el reloj en la oscuridad. Ahora que los hombres gastan tanto como las mujeres en productos de belleza ¿será que la hombría misma esta siendo rehidratada? Mire a su alrededor y verá que en lugar de mecánicos grasientos o leñadores de camisas a cuadros, es más común encontrar ejecutivos de uñas impecables y profesionales entallados en ropa de diseñadores. Y más allá, pasando del gel, la crema para las ojeras y la loción, quizás lo que esté pasando es que Hombre que es Hombre no tiene que ser un macho que solo llora en soledad y se traga sus sentimientos.

            Quizás para las mujeres, en la pantalla y fuera de ella, resulta más atractivo un hombre para quien sensibilidad no sea flaqueza.

            Quizás la virilidad no está en una mandíbula cuadrada sino en la profundidad de la mirada.

            Por otra parte, una cosa es hablar del cine y hombría en nuestras culturas occidentales, y otra cosa es ser hombre en una calle de Gaza o Bagdad. O en una aldea arrasada de Sudán. O en medio del desierto en Mongolia. Ahí no bastan el fijador y las buenas intenciones.

            Los hombres son forjados por las circunstancias. El cine es apenas un espejo. Podemos mirarnos en la pantalla para ver los cambios que vivimos y especular sobre lo que somos. Una cosa parece cierta: los de vaqueros y piratas de hoy en día usan crema después de sacarse el polvo, chillan si les duele y no piensan que la intuición es cosa de mujeres. Quizás se parezcan menos al ideal del cine, pero quizás se parezcan más a los hombres que llenan las butacas.

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