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UN CHANCE A LA DEMOCRACIA
por Luis DE LION
Lunes, 3 de Junio 2003


Entre la firma del acuerdo, las leyes Mordaza y Participación Ciudadana, la insoportable crisis socioeconómica, la violencia política y la sostenida crisis de gobernabilidad, constituyen sin lugar a dudas una actualidad que produce vértigo, que nos somete a todos a prueba y en consecuencia nos obliga a pensar y recordar aquélla frase que dice; uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

¿Qué es lo que estamos perdiendo? Pues nada mas y nada menos que la democracia, es decir con quien desde aquél 23 de enero del 58 hasta diciembre del 1998 habíamos vivido una verdadera historia de amor. La democracia nos sedujo a todos por igual, con su sonrisa que transmitía libertad, una dulce voz que invitaba a construir instituciones y una mirada que brillaba cada vez que juntos invocábamos el porvenir y el desarrollo. Al mismo tiempo, bajo esa dulzura aprendimos que la democracia era guerrera cuando las circunstancias y los tiempos la obligaron; e igualmente pacificadora y conciliadora, cuando la coyuntura lo exigía.

La democracia, nunca nos ocultó nada, ni sus imperfecciones mismas, las cuales siempre en nombre de la República, nos dejó enmendar y reformar.

Sin embargo, a pesar de toda esa entrega, fuimos deshonestos y abusadores; y en la cúspide del engreimiento, le sacábamos a relucir su debilidad y pasión por la política, sin darnos cuenta que la política era su naturaleza misma, substancia de la cual por cierto ninguno de nosotros puede escapar. En honor a la verdad, fuimos incapaces de entender que la democracia se nutría de la política, sin necesariamente politizarse, en el sentido vagabundo, fanfarrón e insensible en el que lo hacían nuestros principales líderes políticos.

Su grandeza, le otorgó – a la democracia - la intuición necesaria para escuchar y descifrar las corrientes que se aproximaban, y teniendo a la costumbre y a las mayorías como religión, entendió a comienzos de 1998 que un cambio se avecinaba y que la vil dominación politiquera parecía tener sus días contados. En ese sentido, su credo y su convicción se pusieron en la ruta y al servicio del cambio que el país exigía. Se comportó sin duda como el genuino portaaviones de un combate histórico, en revancha a varios años de indolencia y abusos de nuestra parte, en que se le otorgó de manera repetida las riendas del país a unos líderes, promotores y actores del saqueo institucional.

Pero no es menos cierto, que en el 98 luego de 40 años de vida en común, y en medio de la crisis entre los venezolanos y su sistema democrático; quienes votaron por Chávez, le otorgaron al rey del pillaje institucional, las herramientas que le faltaban – desde febrero del 92 - para hacer desaparecer a la democracia.

La grandeza de la democracia, radica en que ésta no cambia de religión, ni se pone fácilmente al servicio de quienes pretenden ultrajarla.

Hoy, la pelota está en el campo de la oposición; hay que darle un chance a la democracia, es urgente, es vital y puede que sea la ultima oportunidad que tengamos. No se pueden cometer mas errores; no más bobos feroces, no mas Altamira, no mas candidaturas extemporáneas.