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Las tres falacias
por Antonio Sánchez García
viernes,
3 septiembre 2004
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A
mi amigo, Alberto Quirós Corradi
“Falacia: 1 Engaño o mentira con que se intenta dañar a otro.
2 Hábito de emplear falsedades en daño ajeno. 3 Error,
argumento falso”.
VOX, Diccionario general de la lengua española
PRIMERA FALACIA :
LA VICTORIA DEL NO
La madre de
todas las falacias que hemos debido soportar con asombro,
desconcierto y estoicismo desde del anochecer del domingo 15 de
agosto y en cuyo intento por convertirla en santificada verdad
se han conjugado desde el poderosísimo e inescrupuloso aparato
del Estado chavista y sus aliados internacionales hasta los
principales observadores y los gobiernos democráticos del mundo
dice que el NO ganó al SÍ en aquella histórica jornada por una
diferencia porcentual de un 20%, esto es por una cantidad de
casi dos millones de electores. Es la falacia de la victoria.
No importa la verdad exhibida de manera exultante en todas las
ciudades, pueblos, urbanizaciones y barriadas venezolanas. No
importan los resultados en contrario de las docenas de encuestas
realizadas desde ese amanecer a las puertas de los centros
electorales. No importa la resolución con que millones y
millones de empecinados electores soportaron uno de los tratos
más injuriosos recibidos por la ciudadanía venezolana de parte
de unas autoridades electorales decididas a zaherir, humillar y
escarnecer a quienes habían decidido revocar al presidente de la
república. No importa la alegría desbordante de las gigantescas
colas por el SÍ en las barriadas populares y el silencio
sepulcral que acompañara a los votantes por el NO.
Tampoco importa aquella gigantesca demostración de voluntad
revocatoria exhibida ante los ojos de Venezuela y el mundo el
jueves 12 de agosto, cuando alrededor de un millón de caraqueños
confluyeran en los kilómetros de la autopista Francisco Fajardo
que ocuparan con sus cientos de miles de banderas, anticipándole
al país que cada uno de ellos representaba a otros cinco o seis
electores a lo largo y ancho del país. Lo que llevó al elemental
cálculo de que por lo menos el SI había conquistado el corazón y
la conciencia de cinco o seis millones de electores.
Tampoco importa la precipitación con que los rectores
oficialistas del Consejo Nacional Electoral dejaran estupefacto
a un adormecido país dando esos asombrosos resultados al filo de
la madrugada, se negaran a efectuar la auditoría convenida en un
largo y torturante proceso de negociaciones, rechazaran el
conteo manual de las papeletas de los votantes y negaran hasta
el día de hoy cualquier acceso por parte de los representantes
de los millones y millones de electores que votaron por el SÍ a
las urnas electorales, secuestradas por fuerzas militares en
cuarteles abiertos de par en par a cualquier manipulación de su
también amo y señor, el presidente de su república.
Es la madre de todas las falacias: convertir una mentira que no
requiere de más pruebas que los hechos señalados en una verdad
inmaculada. Y transformar con ello de manera fraudulenta una
incuestionable derrota electoral en una victoria amañada.
SEGUNDA FALACIA :
LA DERROTA DEL SI
La madre de
todas las falacias ha percolado incluso hasta ciertos sectores
que se reconocen parte de la oposición y recomiendan - fieles a
la educación política de la cuarta república, esa que logró el
prodigio de amaestrar dirigentes para que se zamparan un burro
atravesado sin emitir una sola seña de indigestión - corramos a
reconocer el impecable triunfo del NO y acordemos una sana y
disciplinada convivencia con el régimen. Para hacerlo se niegan
a reconocerle su naturaleza totalitaria. Lo creen no peor que un
“mal” gobierno, que ha logrado incluso la magia de seducir a las
mayorías. En esa tesitura se mueve el susurrante Claudio Fermín.
No es el único. A juzgar por el deseo del déspota de tenerlo
acompañando a Teodoro Petkoff y Eduardo Fernández en una
perfecta y digerible terna opositora, no faltan los adláteres.
Constituyen el puente hacia esa otra dirigencia opositora,
rémora nebulosa de la Cuarta que se niega a dejar la escena,
alimentando una media falacia más venenosa y falaz porque más
secreta y clandestina: el NO ganó por poquito. Pero hubo fraude.
Lo que pasa es que al chavismo se le fue la mano y amplió ese
poquito hasta ese abismo de veinte puntos que no se lo cree ni
Juan Barreto. Esta media falacia no puede negar los cuadernos en
blanco y los miles y miles de militares y reservistas
recorriendo centros electorales para votar tantas veces como les
dio el cuerpo dotados de un paquetón de cédulas chimbas, en
centros manuales sin presencia opositora y creando esa otra
falacia de que el “campesinado” está con el proceso.
Ni pueden negar los promedios de cinco minutos de tiempo por
elector del SI y un minuto para el del NO, las interrupciones
satelitales de la CANTV, los criminales recorridos de ida y
vuelta desde las maquinitas electorales hasta las centrales de
totalización para amañar los resultados electrónicamente y
LUEGO, ya consumado el fraude, imprimir las papeletas de
votación. El dedo de esa oposición de medias verdades es
demasiado pequeño como para tapar uno de los fraudes más
descomunales del mundo. Así se haya esfumado al atardecer del
mismo día de la votación exactamente como la estatua de la
libertad luego de un acto de prestidigitación del mago David
Copperfield.
Allí están, creyendo que de verdad verdad el prestidigitador
norteamericano se convierte en un átomo de materia viva y puede
hacer desaparecer el mar Caspio. Fermín, Petkoff y Asociados se
han ganado el derecho al escarmiento nacional: creen de buena o
mala fe que luego de cinco años de estupros, desempleo,
asesinatos, quiebras, autocratismo, abusos de poder, injusticia
rampante y ruindad generalizada, Hugo Chávez Frías pasó de tener
3.750.000 adeptos – que incluía, no lo olvidemos a millones de
electores que hoy militan activamente en las filas de la
oposición – a tener estos míticos 6.000.000 de fanáticos. ¡Qué
extraordinario acto de superchería visual!
Pero como hasta la credulidad más oportunista requiere de cierto
basamento sociológico, he allí la tercera falacia que echa a
correr esta suerte de “tercera vía” del acomodo: la oposición no
llegó con su mensaje a los sectores populares. Sufre del pecado
original de ser “de clase media”. Es la peor, porque siendo la
más estulta de las falacias pretende salvar su entreguismo con
una pátina de objetividad científica.
TERCERA FALACIA : LA
POLITICA EQUIVOCADA
¿Qué
política para los sectores populares que no sea la de
restablecer el Estado de derecho, restaurar la majestad de las
instituciones y la división de Poderes, sanear la justicia y los
órganos policiales, combatir la inseguridad, atraer inversiones,
restablecer la relación entre empresariado y gobierno, reactivar
el aparato productivo para generar empleos, recuperar las
instituciones sanitarias, hospitalarias y educativas y hacer de
Venezuela un país decente, próspero, solidario, justo,
desarrollado?
Es lo que hemos propuesto, es aquello por lo que estamos
luchando y es lo que terminaremos por conquistar. Pues NO EXISTE
OTRA POLÍTICA en tiempos de globalización que no sea la de la
iniciativa privada, la generación de empleos, el Estado de
derecho y la majestad de la justicia. ¿Política de clase media?
¿Cuál es la proletaria? ¿La del chavismo? ¿Quién tiene
suficiente autoridad moral e intelectual para considerar que
condenar eternamente a los pobres a su pobresía, obligarlos a
echar raíces en ranchos insalubres y miserables, dignificarlos
falsamente con misiones que no tienen otro objetivo que
convertirlos en carne de cañón electoral y condenarlos de por
vida a hundirse en su propia miseria bajo el omnípodo y
autócratico Poder de una cleptocracia es una auténtica política
popular?
Esta es la peor de las falacias porque olvida el fervor por el
SI en los sectores populares: ganó en el 23 de enero y en
muchísimas otras barriadas eminentemente populares. Peor aún:
quienes trafican con esta falacia se niegan a reconocer la
comisión por parte del chavismo del peor y más descomunal de los
cohechos cometidos en el mundo. Sacos y sacos, bolsas, baúles,
maletas y maletines repletos de dinero en efectivo, contante y
sonante repartidos a destajado como forma de comprarse la
adhesión de una ciudadanía hambreada por la misma mano que
llegaba a última hora a repartir pacas y fajos de billetes
robados de las arcas del tesoro público, arrebatadas de los
ingresos de PDVSA para “concientizar” a quienes recibían dinero
por pegar un afiche del NO en sus ventanas, ir a una marcha,
vitorear al déspota, depositar un voto sin otra conciencia que
el pago recibido y por recibir.
El Ché Guevara fusiló en Bolivia a uno de sus desarrapados
guerrilleros que osó robarse una lata de leche condensada para
saciar su hambre. Los que reparten bolsas de comida y fajos de
billetes para comprar el voto de un venezolano suelen llevar su
estampa en franelas mandadas a hacer por encargo Express a
precios exorbitantes. Se estará revolcando en su tumba de Santa
Clara.
¿Política popular?
Cuando reviente en toda su podredumbre la putrefacción del
régimen, cuando implosione en toda su ignominia, los mismos que
ayer recibieron 30 mil bolívares por condecorar su rancho con un
NO impreso enriqueciendo al impresor, saldrán a la calle a
colgar de un farol de Miraflores al déspota y sus lacayos. Que
Dios los pille confesados.

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