En
su décimo año de gobierno el Presidente, ¡por fin!, tuvo a
bien ocuparse del tema de la inseguridad pública, en
particular de la que devasta a los choferes de busetas y
taxis. La "solución" que se le ocurrió, como casi todas las
suyas, fue un portento de piratería: podría colocar,
aseveró, dos soldados y un policía en cada buseta. Muy
probablemente, para el momento en que tan luminosa idea
brotó de su cabeza, no sabía cuántos vehículos de esa clase
circulan por Caracas y, menos aún, había calculado cuántas
decenas de miles de uniformados harían falta para
implementarla. Esto, sin incluir a los taxistas, a quienes
también asesinan a cada rato. ¿Complementaría la proposición
metiendo un soldado en cada taxi? Es obvio que el gobierno
se encuentra impotente y sin ideas frente al grave drama de
la inseguridad. La espantosa situación de las cárceles y
penales lo tiene desbordado. Los tribunales son una
vergüenza, desde el TSJ hacia abajo, y la aterradora cifra
de delitos impunes (97%, según algunas fuentes) es
demostración de la gran insuficiencia de las policías y de
una cierta desaprensión, cuando no complicidad con el
crimen.
Estas
tres instituciones (penitenciaria, judicial y policial)
constituyen la primera línea de las políticas de prevención
y represión del delito y mientras ellas se encuentren en el
estado comatoso que les es propio actualmente, las acciones
de mediano y largo plazo (educación, salud, deporte,
vivienda, hábitat, trabajo), directamente dirigidas a abrir
alternativas a la población, difícilmente pueden producir
resultados satisfactorios. Únase a esto un entorno económico
asfixiante, una masiva cultura de la violencia propiciada
desde la televisión y el tráfico de drogas, más los agudos
contrastes sociales que caracterizan a nuestro país y se
tendrá el contexto dentro del cual florecen las distintas
formas del delito, la creciente crueldad de ellos y la
inhumanidad que caracteriza las peores formas de violencia
física. Las políticas de largo plazo, su denominación lo
indica, hacen su efecto con el tiempo. Si se hubiera
comenzado hace diez años, ya se habría andado una parte
significativa del camino. Pero también se han perdido diez
años para las acciones inmediatas, relacionadas con
policías, tribunales y penales. El tema de la inseguridad
jamás ha estado en la agenda de prioridades del Presidente y
eso explica la negligencia y la desaprensión del resto del
alto Gobierno. Si desde la primera magistratura no hay quien
exija, reclame y "puye", los subalternos se conforman con
inventar mentiras para justificarse y lanzar de vez en
cuando los llamados "operativos", cuya eficacia es
comprobadamente nula, pero sirven para crear la impresión de
que se está haciendo algo, cuando en verdad el tiempo pasa y
el futuro nos está alcanzando.
* |
Artículo
publicado originalmente en el vespertino
Tal Cual |