Es
impresionante la cantidad de gente que cuando ve a Chávez
rectificar algunas de sus conductas, antes de pensar que tal
cosa tiene que ver, ante todo, con la propia lucha popular y
con los efectos de ella en el primer mandatario, se dedica a
minimizar este aspecto y a buscar en la "viveza" o
"hipocresía" de Chávez las motivaciones de sus sorprendentes
virajes. Pudiera uno denominar eso el "síndrome de la
derrota", el prejuicio de que Chávez es invencible y que si
echa pa’tras alguna vez no es porque tropezó con una
resistencia mayor de la que esperaba sino porque es un
"vivo" que después, y siempre, nos joderá. Sin embargo, no
es así.
El Gobierno fue derrotado el 2D.
Derrotado por el pueblo venezolano. El Gobierno salió
políticamente debilitado de ese episodio y Chávez lo sabe.
Su reconocimiento de la derrota no fue un acto de viveza
sino de realismo. Ese día entró en acción un Chávez más
"político", por así decir. Uno que percibió que ya no le
bastaban las bravuconadas y las demostraciones de fuerza,
para hacer frente a un país que comenzaba a escapársele de
las manos.
Además, un país cerrero, que tendría una nueva oportunidad
de medirse con el gobierno en las elecciones de noviembre.
De modo que, sin cejar en su empeño de hacer avanzar su
proyecto global, cada tentativa la midió contra la reacción
que generaba y su efecto posible sobre el proceso electoral.
Así, cada vez que metió el bisturí y tropezó con hueso, lo
sacó. Frente al curriculo bolivariano se levantaron los
educadores, los estudiantes, los partidos políticos y la
sociedad civil. Si no se hubiera producido esta reacción
Chávez, no habría diferido el tema. El reglamento de
admisión de estudiantes en las universidades tuvo que
negociarlo con éstas porque midió el alcance del conflicto
que podía venir.
En consecuencia, retrocedió. La Ley de Pesca fue respondida
con la paralización de los barcos por los pesqueros. Chávez
echó atrás, para revisar la ley.
Bajó las tarifas del transporte urbano y los chóferes
trancaron la ciudad. Lanzó la Ley Sapo y percibió, por una
reacción que ni siquiera tuvo tiempo de coger cuerpo pero
que anunciaba conflicto, así que rápidamente la tiró para
atrás.
Sus propios disparates ante las Farc lo colocaron en franca
desventaja nacional e internacional: no tuvo empacho en
hacer una espectacular vuelta en U.
Hay un país vivo, alerta, combativo, que ha llevado a Chávez
a rectificar conductas. Sin ese país no habría pasado nada y
Chávez habría metido el chuzo.
Basta de ver, entonces un "genio maligno", que se las sabe
todas, para ver en su lugar a un político hábil si, que sabe
retroceder cuando está en desventaja, porque ve que no tiene
alternativa, pero al cual, desde diciembre para acá es la
lucha en diversos ámbitos la que lo colocado sin alternativa
al retroceso. El vaso, pues, está medio lleno, no medio
vacío, como siempre lo ven las víctimas del síndrome de la
derrota.
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Artículo
publicado originalmente en el vespertino
Tal Cual |