Como
decía el titular de nuestra última página de ayer, ahora
tenemos un Chávez que habla bajito. Se reúne con el
embajador del Imperio y pide diálogo (aunque siempre fiel a
su compulsión fantasiosa, inventa que con Clinton "se
sentaba a hablar", cuando apenas se vieron una vez en un
pasillo) y plantea la reanudación de relaciones de
cooperación con la DEA.
Las últimas peripecias parece que lo han dejado afónico: ya
van dos domingos consecutivos que no habla. Por alguna vez
en su vida debe estar pensando antes de hablar. Cosa de no
poca relevancia, dado que el próximo viernes se reunirá con
su otra vez "hermano" Uribe aquí en Caracas. La minicumbre
había sido acordada antes de la operación 'Jaque', pero
viene al pelo, después del clamoroso éxito del Gobierno
colombiano en el rescate de Íngrid y los demás secuestrados,
y después de la distancia que tomó Chávez de sus también
"hermanos" y "camaradas" de las Farc.
De manera que, en principio, las condiciones estarían dadas
para que el diálogo fluya sin obstáculos. ¿Qué podría
esperar Uribe de esa conversa? Lo mínimo: que Chávez haga
obras de sus amores y rompa todo contacto non sancto con la
guerrilla colombiana.
Que la Fuerza Armada Nacional tome el control de nuestro
lado de la frontera y empuje hacia el otro a los grupos
irregulares que por aquí merodean como por el patio de su
casa; que los comandantes de las Farc que suelen tomarse
días de descanso por estos pagos se devuelvan para el
Putumayo (tal vez Uribe, realistamente, no llegará al
extremo de pedirle que los detenga y se los entregue); que
nunca más les haga llegar plata ni armas, como, según las
hablachentas computadoras de Reyes, pareciera que ocurrió
alguna vez en el pasado.
No es demasiado exigir. Por supuesto, nuestro Presidente
podría ofrecer disculpas por la catarata de insultos
personales que ha vertido sobre quien ahora nuevamente viene
a ser "el hermano Uribe", a quien ya en Brasilia le había
"entregado mano y corazón". ¿Qué podría obtener Chávez de
Uribe? La promesa del más absoluto respeto por nuestra
soberanía y de que nunca más tendrán lugar operaciones como
la que llevaron a la captura de Granda, cosa que, por lo
demás, obviamente sería innecesaria, si nuestro país deja de
ser tolerante santuario para capos de las Farc.
¿Replantearía Chávez su oferta de buenos oficios en el
intercambio humanitario? Tal vez si se comprometiera a ser
discreto, renunciara al pantallerismo -no más Oliver Stone
ni chulo Kirchner et alia-, podría ser todavía de alguna
utilidad. Pero, ¿estarán dispuestas las Farc a continuar
considerándolo un amigo confiable? Menudo dilema. Sin
embargo, Chacumbele ya se estará dando cuenta de que no se
puede tener lo mejor de los dos mundos.
* |
Artículo
publicado originalmente en el
diario El Tiempo |