Es
muy antigua la costumbre de dar nombres propios a los lugares, sean países,
provincias o estados, ciudades, parroquias, municipios, océanos, mares, islas,
lagos, ríos, montañas, desiertos, etc. Posiblemente sea anterior a la de dar
nombres propios a las personas. Al menos es anterior a la costumbre de dar
apellidos a la gente, pues inicialmente lo común era que a los individuos se les
identificase por un nombre, más el lugar al cual pertenecían, hábito este que,
precisamente, dio origen a los apellidos.
Los nombres propios de los lugares se agrupan bajo la denominación de topónimos,
que es palabra nueva, del siglo XX, y aparece por primera vez en el DRAE en su
18ª edición, de 1956, aunque toponimia aparece antes, en la edición de 1936. Es,
además, palabra compuesta, un cultismo formado con dos raíces griegas: topos,
que significa lugar, y onoma, que significa nombre. La toponimia, por su parte,
es en primer lugar la ciencia que estudia el origen y significado de los nombres
de lugares, y en segundo lugar el conjunto de topónimos de un país o una región.
España es, quizás, el país que tiene los topónimos más hermosos, algunos incluso
francamente poéticos. Madrigal de las Altas Torres, por ejemplo, se llama un
pueblecito de la Provincia de Ávila donde nació Doña Isabel la Católica. Allí
aún existe el convento que Doña Isabel instituyó para recluir las numerosas
amantes de su marido, Don Fernando el Católico, y las hijas naturales de este.
Argamasilla de Alba es otro pueblecito castellano, donde es fama que estuvo
preso Cervantes y, supuestamente, allí empezó a escribir el Quijote.
Alicante es nombre sonoro, y no sólo por sus turrones. Aranda del Duero, además
de también sonoro, es famosa porque allí y en Sepúlveda se prepara dicen el
mejor cordero asado de Castilla y León, aunque el turismo ha hecho que
prevalezca la fama de Segovia en ese sentido. Y en Lagartera se fabrican
preciosas muñecas, las muñecas lagarteranas, famosas en todo el mundo.
Vilafranca del Penedés es una bonita villa catalana, muy cerca de Barcelona,
donde, por cierto, nació nuestro insigne maestro don Pedro Grases. Allí se
producen, además, excelentes vinos. Soria recuerda con vehemencia a don Antonio
Machado. Jarandilla de la Vera, en Extremadura, cerca de Cáceres, es famosa
porque en ella, en un castillo del siglo XV, de los Condes de Oropesa hoy
convertido en parador nacional de lujo, se alojó el emperador Carlos V cuando
renunció al trono, mientras terminaban de acondicionar sus aposentos en el
Monasterio de Yuste. En finŠ
En Venezuela muchos topónimos son de origen indígena: Caracas, Maracay,
Maracaibo, Barquisimeto, Guanare, Barinas, Acarigua, Timotes, Los Teques, La
Guaira, Yaracuy, Tucupita, etc. De resto, la mayoría son de origen español, como
Valencia, Barcelona, Trujillo, Mérida, Margarita, Ávila, etc. Algunos nacen por
vía anecdótica, o como resultado de un hecho fortuito o de una simple ocurrencia:
Punto Fijo, El Tigre, Juangriego, Portuguesa, Apartadero, El VigíaŠ
LUIS QUIROGA TORREALBA
El jueves pasado la Universidad Pedagógica Experimental Libertador otorgó el
doctorado honoris causa al profesor Luis Quiroga Torrealba, catedrático jubilado
de esa misma universidad e Individuo de Número de la Academia Venezolana de la
Lengua y presidente de su Comisión de Lexicografía. A Quiroga Quiroguita entre
sus más cercanos amigos le sobran méritos para ese justo reconocimiento, por su
dilatada vida profesional, honesta, silenciosa y fructífera. Durante muchos años
ejerció la docencia, y de sus enseñanzas se nutrieron nos nutrimos numerosas
promociones de profesores. Por lo que con ese otorgamiento se le honra, y a su
vez se honra a sí misma la institución que se lo concede.
En el mismo acto se otorgó también el doctorado honoris causa, post mortem, al
profesor Domingo Miliani, fallecido en 2002, cuyos méritos son igualmente
indiscutibles.
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