En
la impunidad crece la enredadera venenosa de la violencia, y cuando es abonada
por la arbitrariedad y los intereses, sus flores desprenden un aroma hipnótico
que entumece los sentidos, o mucho peor, la conciencia. Entonces no hay leyes
sino argumentos para ejercer el poder, en lugar de la transparencia aparece la
turbiedad y finalmente una sola cosa resulta cierta: en la incertidumbre no hay
responsabilidad posible.
El más reciente informe de
Amnistía Internacional sobre Venezuela arroja luz sobre los oscuros hechos de
febrero y marzo de 2004, donde 14 personas murieron y al menos 500 resultaron
heridas. Allí se recomienda al gobierno y oposición respetar el estado de
derecho como única vía para romper el ciclo de violencia, pero sobre todo,
reforzar las instituciones para que cumplan su verdadera función de
investigación y asignación de responsabilidades. El asunto no es nuevo, pues
como dice el informe "muchos de los puntos débiles de
la seguridad, la policía y las instituciones judiciales son anteriores a este
gobierno y a la actual crisis. Sin embargo, su falta de imparcialidad amenaza
con reforzar la cultura de impunidad que durante muchos años ha sido
concomitante a la situación de abusos contra los derechos humanos en Venezuela".
El texto muy bien documentado e imparcial pueden leerlo en
www.amnesty.org
Hace una semana el columnista
Anthony Lewis publicó en el International Herald Tribune un artículo titulado Un
presidente más allá de la ley establece un mal ejemplo. Buscando respuestas a
los abusos de prisioneros iraquíes por parte de soldados estadounidenses en la
cárcel de Abu Gahrib, Lewis escribe "una y otra vez,
en los últimos años, el presidente George W. Bush ha dejado en claro su visión
de que la ley debe plegarse a lo que él considera necesario" y más adelante cita
al magistrado Louis Brandseis quien escribió hace 75 años "nuestro gobierno es
el maestro poderoso y omnipotente. Para bien o para mal enseña a la gente con su
ejemplo. El crimen es contagioso. Si el gobierno quiebra la ley, alimenta el
desprecio por la ley, invitando a cada hombre a convertirse en una ley en si
mismo".
¿Cuál ha
sido el ejemplo del gobierno en Venezuela? Que la ley existe para esconder,
perseguir y aletargar. Al propiciar la impunidad, aplastar la imparcialidad y
sedar las investigaciones, su mensaje esta claro: el fin justifica los medios.
Pero además envía otro recado a sus seguidores, y más peligrosamente a los
cuerpos de seguridad: sus actuaciones no tendrán responsabilidades inmediatas
pues los ampara el interés nacional y revolucionario.
Uno de los motivos de
mayor celebración cuando se aprobó la Constitución de 1999 fue la relevancia que
daba a los derechos humanos, civiles y políticos. Con el devenir de los hechos,
las instituciones encargadas de la defensa de esos derechos se convirtieron en
actores de la crisis y ahora tenemos una letra muerta que el poder es capaz de
revivir según sus necesidades. Un zombie que baila al ritmo que le toquen.
Mientras los sectores
radicales aprovechan la espiral del conflicto y crece la desconfianza entre los
ciudadanos, el gobierno refuerza sus posiciones y actúa con mentalidad militar.
Confundir resulta una estrategia y extender las sombras se convierte en una
artimaña. En la ruta del referéndum revocatorio, la negociación y el diálogo
pacífico, la falta de voluntad (y honestidad) de las partes para asumir sus
errores y reconocer sus excesos sigue llenando de piedras el camino a un
objetivo común. Así va creciendo la enredadera y se enraíza la impunidad,
mientras la vista gorda de las autoridades ceba las flores carnívoras de la
violencia.