La enfermedad del comandante y su imposibilidad de desplegar
una campaña electoral como Dios manda, han determinado que
la cruzada chavista se apoye en tres puntos fundamentales.
El
ventajismo más obsceno que se haya visto en Venezuela y que,
probablemente, no tenga parangón en ningún país del mundo,
salvo en aquellos donde existen dictaduras militares
desembozadas, que se cubren las partes púdicas con
elecciones fraudulentas que buscan demostrar alguna
legitimidad de origen. El ventajismo está asociado a un
culto a la personalidad nauseabundo. La izquierda
tradicionalmente critica estas prácticas grotescas, pero al
parecer el cuestionamiento resulta más verbal que real.
Fidel Castro y sus pupilos -Hugo Chávez, Daniel Ortega y
Rafael Correa- no resisten el menor halago.
La
principal forma de ejercer el ventajismo es a través de la
publicidad oficial. La propaganda gratuita y obligatoria que
exige la ley Resorte constituye una forma encubierta de
favorecer impunemente a Chávez. En ella no hay nada de
institucional. Es una publicidad totalmente parcializada que
financian los medios de comunicación sin ningún costo para
el chavismo. Representa un acto hegemónico de usurpación y
confiscación antidemocrático y arbitrario, que tendría que
ser rechazado por el CNE porque quebranta el equilibrio que
debe existir en el proceso electoral. Por supuesto que la
mayoría oficialista del organismo electoral hace mutis en el
foro, lo mismo que ante las cadenas, cada vez más
insolentes.
La
otra columna de la campaña oficialista reside en las
encuestas adulteradas. Estas persiguen demostrar la supuesta
invencibilidad del caudillo y desmoralizar a los votantes de
la oposición para que sientan desgano a la hora de votar.
¿Para qué hacerlo si ya Chávez ganó? Este es el mensaje
enmascarado de esas encuestas amañadas, distorsionadas,
realizadas por mercaderes o impostores maquillados con una
supuesta autoridad científica, que buscan demostrar lo
indemostrable, pues no existe ninguna prueba palpable,
empírica, más allá de la abstracción de los cifras, de la
supuesta superioridad numérica del candidato del
continuismo. ¿Cuál marcha, cuál mitin, cuál concentración o
movilización constata la hipotética ventaja estadística del
aspirante del Gobierno? Ninguna. El hombre desde hace años
no sale a recorrer las calles. ¿Es que acaso los dígitos
tienen propiedades mágicas? Los números hay que cotejarlos
con experiencias concretas, y estas no existen porque Chávez
no puede darse baño de multitudes.
La
propaganda desmedida e incontrolada y las encuestas han
creado una realidad virtual, que tanto el régimen como sus
acólitos tarifados quieren hacer pasar por realidades duras,
contantes y sonantes. Sin embargo, la ficción difícilmente
coincide con las realidades objetivas.
El
otro eje de la batalla electoral chavista se afinca en los
militares. Según la visión del caudillo, la institución
armada forma un bloque monolítico en torno del teniente
coronel. A falta de apoyo popular tangible, Hugo Chávez se
desespera tratando de demostrar la lealtad de los hombres en
armas. Se rodea de oficiales e insiste en hablar de “su”
Fuerza Armada. Olvida un pequeño detalle: los militares son
venezolanos que optaron por una profesión que los califica
como especialistas en el campo de la seguridad y el manejo
prudente de armas letales. Son profesionales al igual que
los médicos, los ingenieros, los abogados o cualesquiera
otros profesionales cuyos títulos fueron obtenidos en una
universidad. A diferencia de las montoneras del siglo XIX, a
partir de 1911 los militares venezolanos se convirtieron en
especialistas integrantes de un cuerpo ordenado y
disciplinado que acata las órdenes de la Constitución y el
ordenamiento jurídico nacional e internacional. Difícilmente
los militares van a involucrarse en una aventura suicida que
se traduzca en asesinatos, desapariciones, torturas y
crímenes de lesa humanidad. El Estatuto de Roma, la Carta
Interamericana de los Derechos Humanos y todo el andamiaje
jurídico internacional crea un marco normativo que los
militares no van a atropellar, aunque Chávez aspire y
proclame lo contario.
Para
su estrategia abusadora Chávez dispone de ilimitados
recursos financieros. Cuenta con la mirada complaciente de
las rectoras del CNE y la complicidad de los poderes
públicos que se consideran inmunes. Pero siempre hay que
recordar a Pinochet y Daniel Ortega que perdieron elecciones
y salieron del gobierno cuando más poderosos se sentían.
@tmarquezc
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