Los comunistas y, más en general, los izquierdistas, se
preocupan de los derechos humanos mientras se encuentran en
la oposición. Basta que algún militante caiga preso o sea
detenido por un acto terrorista o subversivo para que
inmediatamente comience la cantaleta sobre la “brutalidad”
del régimen burgués o las “falacias” de la democracia
representativa. La añeja izquierda insurreccional
venezolana, algunos de cuyos representantes son conspicuos
funcionarios del gobierno bolivariano, se ahogaban en llanto
cuando los reprimían los gobiernos democráticos instalados
después de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Olvidaban que
se habían levantado en armas y montado una guerrilla contra
la Constitución del 61 y los gobiernos electos por el voto
popular. Eran farsantes de frágil memoria.
A
esta tradición pertenece Hugo Chávez. Esgrime como escusa
para justificar el golpe del 4-F los excesos cometidos por
las fuerzas de seguridad del Estado contra sectores
populares durante los días de “El Caracazo”. Exalta la
violencia popular. Oculta deliberadamente que las turbas
violentas que se alzaron en la capital y otras ciudades del
país acabaron con el patrimonio de miles de pequeños y
medianos comerciantes e industriales, que habían dedicado su
vida a generar empleo y construir su propio futuro a base de
su esfuerzo. De estas víctimas, la demagogia izquierdista se
olvida. También de los soldados y oficiales heridos o
asesinados por los delincuentes organizados que aprovecharon
la confusión de esa jornada para cometer sus fechorías
El
fariseísmo del comandante, como suele suceder con los
izquierdistas jurásicos que alcanzan el poder, comenzó a
revelarse cuando entró a Miraflores. Los derechos humanos
sufrieron una mutación. Pasaron a interesarle solo los
derechos de quienes habían sufrido los rigores de la lucha
antisubersiva de los años 60 y 70, quienes fueron reprimidos
durante “El Caracazo” y sus cómplices de las asonadas
militares del 4-F y el 27-F. Las personas y grupos que no
simpatizan con su anacrónico modelo perdieron sus derechos.
El poder se ejerce, no para proteger los intereses de todos
los ciudadanos, sino para resguardar los de una franja
reducida: la que lo respalda. Los otros, los adversarios, no
cuentan. Hay que castigarlos con el peso abusivo de la
arbitrariedad. Los derechos humanos, lo mismo que la
independencia de los poderes, servían en el pasado para
engañar incautos y diseñar efectivas campañas electorales
que atraían el voto de los crédulos Alcanzada la cima del
poder, esa jerigonza no es sino un estorbo. La fachada
humanitaria ya no hace falta.
Con
esta idea sectaria arribó el canciller Nicolás Maduro a la
reunión de la OEA en Cochabamba. Llegó con el expreso
mandato de descalificar la Comisión Interamericana de los
Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de los
Derechos Humanos (CIDH), instancias fundamentales, fruto del
desarrollo de la legislación internacional, y que –por
cierto- se han comportado con el régimen chavista con una
decencia solemne, a pesar de los desmanes de la autocracia.
Los
ataques a estos dos organismos por parte de Hugo Chávez y el
resto de los miembros de la ALBA, se cometen en nombre de la
“soberanía y autodeterminación de los pueblos”, conceptos
acuñados al calor de la lucha anticolonial y
antiimperialista, que nada se relacionan con la realidad de
un mundo cada vez más globalizado e interconectado como el
actual.
Chávez quiere liberarse de la CIDH y de la CIDH para no
verse sentado en el banquillo de los acusados, ni tener que
explicar los atropellos cometidos contra la jueza Afiuni,
Iván Simonovis, Baduel, Globovisión, los comisarios de la
PM y el amplio conjunto de venezolanos castigados por
proclamar sus ideas y enfrentar el autoritarismo y los
abusos del gobierno.
El
comportamiento del canciller en Bolivia no debe sorprender
ni a la comunidad internacional, ni a los venezolanos. El
subalterno de Chávez reafirmó la línea que en materia de
derechos humanos mantiene el oficialismo en el plano
internacional: apoyo a Bashar Al-Asaad, el genocida de
Siria, al régimen demencial de Corea del Norte, a la
teocracia sádica de Irán, a la cleptocracia rusa, a la
dictadura bielorrusa y a la tiranía cubana, todos sistemas
despóticos donde los derechos humanos desaparecieron desde
hace mucho tiempo. Estos son sus aliados, además de la ALBA.
@tmarquezc
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