El adelanto las elecciones no constituyó ninguna sorpresa.
Desde hacía muchos meses el Presidente de la República, las
rectoras del CNE y distintos voceros del oficialismo habían
venido asomando esta posibilidad. Se confirmó la tesis de
quienes proponíamos realizar las primarias en 2011, bajo la
sospecha de que el régimen fijaría una fecha anterior a
diciembre de 2012. Gracias a Dios no las colocó a mediados
del año entrante, como se esperaba. Esto nos habría puesto a
dar carreras urgentes.
La
excusa perfecta apareció con la enfermedad de Chávez. En
sana lógica haber mantenido el tradicional primer domingo de
diciembre de 2012 parecía lo más sensato. El jefe de Estado
padece una enfermedad terrible que está minando sus
condiciones físicas y mentales. En esas circunstancias lo
más aconsejable habría sido que se recuperara completamente
para luego emprender una campaña tan extenuante y reñida
como será la del próximo año. Pero, no. La opción escogida
por el régimen fue otra, contraria a lo que el sentido común
recomienda.
¿Cuáles fueron las razones para apresurar los comicios y
someter al candidato eterno y único del PSUV a un ritmo tan
agobiante? Da la impresión de que el culillo puede más que
la sensatez recomendada por la Medicina. El comandante tiene
miedo de que su calamitoso gobierno le pase factura en el
momento de la (tercera) reelección. Teme que los centenares
de miles de víctimas del hampa, los millones de personas
afectadas por los cortes intempestivos de luz, por la
inflación, por el desempleo, la pobreza y la falta de
vivienda, vayan a manifestar su descontento en las urnas
electorales. Sería forzado a desalojar el poder y, de paso,
se cortaría el dolarducto que comunica a Miraflores
con La Habana.
Es
probable que el cálculo le indique al Gobierno que puede
gastar a manos llenas hasta septiembre del año entrante, y
que esas erogaciones masivas y dispendiosas evitarían la
erosión y caída del caudillo. Más allá de ese límite podría
inclinarse la pendiente de forma demasiado peligrosa para el
abanderado rojo.
También el Gobierno debe de estar pensando que seis meses de
campaña del candidato opositor que surja de la consulta del
12 de febrero, es un tiempo muy breve para recorrer el país
y proyectarse, con posibilidades de triunfo, como
contrincante de Chávez, fenómeno electoral que copa la
escena e invade todos los espacios de la vida nacional.
Las
razones por las cuales el CNE adelantó las elecciones
podrían ser numerosas, ninguna de ellas producto de la
autonomía del CNE, y, al igual que la enfermedad del
Presidente, se prestan a numerosas lucubraciones. Lo único
cierto es que se llevarán a cabo el 7 de octubre de 2012. En
esa cita lo más probable que ocurra es que Hugo Chávez sea
derrotado. Entre ese día y el 10 de enero de 2013, momento
señalado por Constitución para la toma de posesión del nuevo
mandatario (Art. 231), se abre un período algo mayor a tres
meses, tiempo suficiente para que el chavismo raspe la olla,
como se dice en criollo. Lo ocurrido en el estado Miranda
cuando Diosdado Cabello perdió frente a Henrique Capriles, y
lo que sucedió en la Alcaldía Metropolitana con Juan Barreto
y en el municipio Sucre con José Vicente Rangel Ávalos,
lugares de los cuales se llevaron hasta las pocetas de los
baños, debe servir de guía sobre lo que podría pasar en
Miraflores, los ministerios, las empresas públicas, los
órganos desconcentrados del Poder Nacional y todos los
organismos que dependen de la Presidencia de la República. A
estos entes podría aplicárseles el concepto de tierra
arrasada puesto en práctica con mucha saña en los casos
mencionados.
Adelantar la transmisión de mando parece imposible porque
habría que modificar un artículo de la Carta Magna. Esto
requeriría del apoyo del oficialismo. Descartado. Sin
embargo, sí es posible que la bancada opositora proponga una
ley para el período de transición -Ley de Transmisión de
Mando- que le impida al Gobierno cometer los previsibles
desafueros a los que se ha acostumbrado, y que evite que la
administración que se instale en enero de 2013, se encuentre
en la más absoluta bancarrota y frente a un panorama más
desolador aún del que ya ha generado el chavismo.
Para
una iniciativa de este tipo es factible contar con el
respaldo de los sectores más moderados del chavismo, que
estarían conscientes de que en el nuevo ciclo político que
se abriría con el triunfo opositor, ellos serían un factor
clave para dialogar, concertar y preservar la supervivencia
de la democracia.
@tmarquezc
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