La reacción de Hugo Chávez
frente a la posibilidad de que el Gobierno de Colombia
permita que el ejército norteamericano realice operaciones
en sus bases militares, es desmesurada e irresponsable,
tanto que el Polo Democrático de ese país vino a pedirle que
bajará el tono. Además, se nota que es un truco de mago
menor para desviar la atención sobre los cohetes AT4
comprados por Venezuela e incautados a las FARC. Chávez, en
vez de dar una explicación convincente y detallada de cómo y
por qué esas armas letales fueron a parar a manos de los
rebeldes, utiliza una cortina de humo con la que busca
ocultar la gravedad de la complicidad o, en el mejor de los
casos, desidia de la revolución bolivariana con los
narcoguerrilleros.
La respuesta de Chávez se
corresponde mucho más con la de un comandante guerrillero de
las FARC, que con la de un jefe de Estado preocupado por el
destino de la democracia y la estabilidad institucional de
la nación hermana. Su actitud parece más apropiada de
alguien como el “Mono Jojoy”, que de un estadista angustiado
por la persistencia de la narcoguerrilla en esta zona de
Suramérica En países con fronteras e intereses estratégicos
comunes, donde actúan grupos terroristas o subversivos,
suele prevalecer la cooperación entre los Estados y los
Gobiernos para defender esos intereses. El Estado francés y
el español proporcionan notables ejemplos de cooperación en
la lucha contra los asesinos de ETA. Estos psicópatas no
pueden refugiarse impunemente en territorio galo, ni aspirar
a que las autoridades de ese país se hagan las desentendidas
frente a los atentados criminales que perpetran los etarras.
La estrecha colaboración entre ambos países ha permitido que
el combate a la ETA por parte de los gobernantes españoles
se haya anotado resonantes triunfos. El gobierno francés,
sin permitir que se viole su soberanía, ha tendido puentes
para que funcionarios españoles capturen a forajidos de la
ETA que han buscado refugio en Francia. El Estado francés ha
entendido que el terrorismo es un enemigo muy peligroso no
sólo para España, sino para toda Europa.
Este no es caso del comandante
Chávez Frías. Su Gobierno, a través de la Alcaldía de
Libertador, ha incurrido en la desvergüenza de levantarle
una estatua a Manuel Marulanda en el 23 de Enero, y de
conmemorar el primer aniversario de la muerte de ese
guerrillero desalmado, que mantuvo en jaque durante décadas
a la sociedad colombiana. Cuando fue dado de baja Raúl Reyes
en territorio ecuatoriano, luego de una operación de
inteligencia impecable, Chávez actuó como si hubiese
fallecido un prócer de la independencia venezolana. Las
manifestaciones de simpatía por las FARC y por quienes las
apoyan en el propio suelo colombiano, son permanentes y
variadas. Rodrigo Granda, el llamado “Canciller de las FARC”
se movía en Venezuela como Pedro por su casa. La delegación
de las FARC que visitó hace algunos años a Chávez en
Miraflores, encabezada por Iván Márquez, fue atendida como
si se tratase de los diplomáticos de una nación democrática.
Hace algún tiempo, Chávez pidió que se les reconocieran a
los facinerosos el estatuto de beligerantes.
El probable uso de las bases
colombianas por parte de los norteamericanos posee el
significado de una nueva derrota del proyecto continental
bolivariano. Colombia no será una ficha que Chávez pueda
mover a su antojo para demostrar el poderío de su
petrodiplomacia. La alianza entre los Estados Unidos y
Colombia representa una muralla de contención al socialismo
del siglo XXI y al fomento de la subversión que este modelo
entraña. Este freno es lo que más irrita a Chávez. En el
plano internacional sus planes hegemónicos, subimperialistas,
han venido sufriendo derrotas importantes. Honduras, a pesar
de sus recientes esfuerzos por distanciarse del folclórico
Zelaya, representa un fracaso de teniente coronel Chávez y
del club que financia con los dólares venezolanos, el ALBA.
Insulza se puso a las órdenes incondicionales del comandante
criollo para someter al gobierno de Micheleti, pero la
cohesión de las instituciones y la sociedad hondureñas,
unida a la prudencia y lejanía de presidentes como Obama,
decretaron el descalabro del Secretario General de la OEA.
El comandante utilizó la bonanza
petrolera de los años recientes para iniciar una carrera
armamentista que introdujo un desequilibrio bélico en la
región. Después de anunciar que en diez años compraría cerca
de 30 mil millones de dólares en armas (para una guerra nada
asimétrica), otros países como Perú, con modestos recursos,
señalaron que también adquirirían armas. Colombia,
preocupada por mantener a salvo su democracia de fanáticos
autoritarios y crueles como los irregulares de las FARC y
ELN, optó por adquirir algunos armamentos y consolidar su
alianza con los americanos, a través del Plan Colombia y el
Plan Patriota. En vista de que Chávez no condena, persigue y
apresa a los insurgentes de las FARC que entran al
territorio venezolano, Uribe se vio obligado a buscar apoyo
en otras regiones más distantes. Su objetivo principal es
preservar la seguridad de Colombia y mantener la estabilidad
de la nación. En este terreno Álvaro Uribe recuperó un
espacio que el blandengue Andrés Pastrana había cedido con
la zona de distensión.
Chávez sabe que el enemigo de
Venezuela no es Uribe, ni los Estados Unidos, sino la
disolvente narcoguerrilla de las FARC y el ELN, que tratan
de implantar en Colombia un régimen oscurantista parecido al
que Pol Pot impuso en Camboya. El modelo cubano que se le
incrustó en el cerebro al comandante lo mantiene obnubilado.
Lo peor de su actitud irresponsable es que está destruyendo
a centenas de miles de venezolanos y colombianos que
producen riqueza con su propio trabajo.
tmarquez@cantv.net