Curiosa
visión la que tiene el comandante Chávez Frías acerca del
papel de las mayorías. Cuando favorecen sus proposiciones y
proyectos demuestran una sabiduría más profunda que la de
Sócrates; cuando rechazan sus propuestas, se comportan de
forma inmadura y atrasada, y ¡hasta pueden ser la causa de
una guerra civil!
El 2-D el Pueblo, que según sus
hipócritas aserciones, es la voz de Dios, se pronunció
categóricamente en contra de una reforma constitucional que
delineaba el tránsito de una sociedad relativamente abierta
y de un Estado aceptablemente democrático, como los que
hemos tenido desde 1958 hasta la actualidad, hacia una
autocracia comunista, con un Estado centralista, militarista
y totalitario muy parecido al que se implantó en Cuba desde
el 1 de enero de 1959, cuando Fidel Castro y sus barbudos
derrocaron el débil gobierno de Fulgencio Batista. Sin
embargo, a pesar de esa tajante opinión de la gente en las
urnas de votación y de los votantes que se abstuvieron para
no contradecir al caudillo, pues mantienen con él un
compromiso afectivo difícil de disolver, Hugo Chávez
persiste en su empeño de ejecutar las reformas comunistas
que fueron objetadas en diciembre pasado. Continúa hablando
del “socialismo bolivariano”, gasta millones de bolívares
“fuertes” en propaganda para promover ese adefesio, anuncia
la “propiedad social” que será manejada por las “comunas”.
Para financiar el esquema cuenta con los multimillonarios
recursos de FONDEN y de BANDES. En la Memoria y Cuenta del
Ministerio de Finanzas de 2007 se indica que 2008 será un
año para “profundizar el modelo de estado socialista”. Los
miembros del Gabinete preparan la reforma del Código de
Comercio para adaptarlo al nuevo esquema. El Ministerio del
Trabajo y Seguridad Social trabaja en la “construcción de la
Seguridad Social desde un enfoque socialista” y la Asamblea
Nacional aspira a modificar la Ley Orgánica de Seguridad
Social para adecuarla al socialismo.
Para Chávez Frías el 2-D no
existió, o, peor todavía, si existió fue para apoyar el
vetusto proyecto comunista. ¡Habrase visto semejante estafa
a la voluntad de la mayoría popular!
Otro insulto de Chávez a la
democracia y a la decisión de la mayoría es el anuncio de
guerra civil en el caso, bastante probable, de que pierda
las elecciones de noviembre en Estados como Miranda,
Carabobo, Táchira y Mérida. ¿Por qué habría de ocurrir tal
cataclismo? En Venezuela se han vivido momentos de enorme
tensión desde su triunfo en 1998 hasta el presente. El
referendo revocatorio, el paro cívico, el referendo del 2-D.
Sin embargo, la nación ha podido salir de todos estos
episodios sin que se desate una violencia incontenible, como
pareciera querer el hombre de Barinas. Salvo los lamentables
y dramáticos acontecimientos del 11-A, propiciados por el
mismo Chávez, el pueblo ha impuesto su vocación democrática.
La oposición, hasta ahora
derrotada -unas veces de forma inobjetable, otra en medio de
serias dudas acerca de la validez del triunfo oficialista-
nunca se ha alebrestado. Jamás ha desconocido la victoria de
un adversario que siempre ha abusado del poder para imponer
sus propias reglas. Los resultados de la consulta de
diciembre último, cuando Chávez sufrió una derrota que le
dolió en el alma (y por lo que se pudo ver, también en las
manos), fueron acatados por el pueblo que lo sigue sin
altanerías, ni protestas. Todo transcurrió en sana paz;
tanta que el comandante intuyó que no tenía más opción que
admitir su descalabro. Entonces, si Chávez sale derrotado en
esos Estados, se habrá impuesto una vez más la opinión de la
mayoría y habrá de doblegarse frente al voto mayoritario. En
ese momento no le será tan fácil burlarse de los resultados,
tal como está haciendo con el “socialismo bolivariano”
metido de contrabando. Sin violencia ni espavientos de
ningún tipo, tendrá que coexistir con los nuevos
gobernadores de la oposición, pues gobierna un país más
civilizado y pacífico que el jefe de Estado.
Con motivo de la discusión del
Currículo Nacional Bolivariano aparece otra faceta de la
visión chavista de las mayorías. En vista de que los
maestros, padres, representantes y la opinión pública en
general lo obligaron a retroceder en ese campo de batalla
que es la instrumentación de la educación endógena y
socialista, ahora el primer mandatario propone realizar un
referendo para auscultar la opinión popular acerca de si se
aprueba o se rechaza ese bodrio. Pero bueno, ¿ya la mayoría
no le dijo con toda claridad el 2-D que no está de acuerdo
con el socialismo en ninguna de sus versiones, ni en ninguna
de sus dimensiones? Claro que se lo dijo y a voz en cuello.
No obstante, el hombre es porfiado. Pretende utilizar una
mayoría con la cual supone contar para imponer un armatoste
educativo obsoleto, unilineal, militarista, localista y
retrógrado. Paradójico el comandante: desconoce la mayoría
que impugnó el socialismo y, sin embargo, ahora trata de
valerse de la mayoría para implantar el esquema educativo
socialista. ¿Quién entiende la acrobacia?
Lo peor de esta nueva apelación
a la mayoría no es la contradicción y la chacota que se
deslizan, sino lo peligroso e inmoral de buscar implantar la
educación comunista a través del uso de la mayoría. En
ningún país democrático y, en consecuencia, plural,
universal y tolerante, se instaura un sistema de enseñanza
apelando a la mayoría. Este procedimiento carece de todo
fundamento ético. Un currículo o un pensum nacional siempre
son el resultado de un acuerdo, y si es por consenso mejor,
entre los actores fundamentales que participan en el proceso
pedagógico. La opinión de los maestros, padres, estudiantes,
pedagogos y especialistas en psicología y aprendizaje,
resulta insustituible. Ningún estamento de burócratas
fanatizados ocupa su lugar. La regla de la mayoría, valiosa
y decisiva en la esfera política, carece de legitimidad en
esta área esencial para la formación del espíritu y el
cuerpo.
tmarquez@cantv.net