El eslogan “Vamos con todo” que
los chavistas utilizan en su escandalosa y apabullante
propaganda en afiches, pancartas, avisos de prensa y demás
instrumentos de la campaña electoral, de ningún modo es una
metáfora o una simple amenaza. Nada de eso: es una frase que
resume con absoluta desfachatez lo que están haciendo y
seguirán haciendo hasta el venidero 23 de noviembre.
El oficialismo viene con todo el
aparato del Estado y toda la maquinaria del Gobierno a
intentar arrollar la voluntad de ese pueblo democrático
dispuesto a impedir que Venezuela se convierta en una
réplica devaluada de Cuba. Todos los abusos, ventajismos y
atropellos que pueden cometerse en una contienda electoral,
los está perpetrando el régimen presidido por el teniente
coronel.
El ciclo de abusos comenzó mucho
antes de que se iniciara la liza. En el primer tramo
estuvieron las inhabilitaciones de los dirigentes políticos
regionales y locales favorecidos por las encuestas para los
cargos de gobernadores y alcaldes en sus respectivos estados
y municipios. En un acto de villana cobardía el Gobierno
pasó la guadaña por las cabezas, entre otros, de Leopoldo
López en la Alcaldía Metropolitana, de Antonio Barreto Cira
en Anzoátegui y de William Méndez en Táchira. Para consumar
el crimen se valieron de esa deplorable figura que ejerce la
jefatura de la Contraloría General de la República. Ahora
desempolvaron el mismo método para inhabilitar a Eduardo
Lapi, quien iba cómodo en los sondeos de opinión. Esta vez
el arma la accionó la Sala Electoral del TSJ, con el
argumento de que Lapi es un prófugo de la justicia, cuando
en realidad es una víctima de la injusticia más oprobiosa
del régimen. El gobierno buscaba que el ex gobernador de
Yaracuy y ex miembro de la Mesa de Negociación se pudriera
en la cárcel. Por un supuesto delito administrativo cuya
pena no habría sido mayor de tres meses, lo tuvieron más de
un año en prisión sin que hubiese sido acusado formalmente y
mucho menos imputado y enjuiciado. A Chávez le parece muy
bueno el “robo famélico”, las invasiones y las ocupaciones
que practican sus partidarios, pero le indigna que un
dirigente político democrático luche por su derecho a la
libertad cuando es acorralado por el aparato judicial del
régimen. Ahora la espada pende sobre las cabezas de Henrique
Capriles Radonski y de Fernando Salas Feo, dos líderes
jóvenes que puntean los sondeos de opinión en sus estados
respectivos.
El “vienen con todo” ha tenido
como ariete las inhabilitaciones, pero allí no se agota la
arbitrariedad. Además hay que anotar las amenazas y la
extorsión como instrumentos de lucha política. La principal
víctima propiciatoria en esta oportunidad vuelve a ser
Manuel Rosales. En 2004, cuando las elecciones anteriores
para gobernadores, el dirigente zuliano fue acusado por
Chávez de golpista y fue amenazado con prisión por haber
estampado su firma en el Decreto Carmona. En esa misma
ocasión el pueblo del estado Zulia fue objeto de un chantaje
miserable por parte del comandante. Los amedrentó con
quitarles los recursos financieros en el caso de que votaran
por el entonces gobernador del Zulia. Por supuesto que las
bravuconadas fracasaron y Rosales repitió con un amplio
margen.
El “vienen con todo” también se
manifiesta en el ventajismo descarado y el uso impune de los
recursos públicos para hacer campaña electoral. En este
terreno no hay el menor recato. Ni siquiera se colocan la
hojita de parra de la que echaban mano hace algunos años.
Hugo Chávez se declaró en campaña permanente hasta el 23-N
y, junto con él, todos los medios de comunicación en poder
del gobierno se pusieron al servicio permanente de los actos
proselitistas del jefe del Estado y de los candidatos
oficialistas. Todos los días el teniente coronel Chávez
Frías cubre el espectro radio eléctrico con sus inagotables
cadenas. Otra vez se repite el mismo esquema desvergonzado
de la campaña presidencial de 2006 y de la contienda por el
SÍ en el referendo aprobatorio de 2007. Campea el peculado
de uso. Desaparecen todas las fronteras entre los bienes
públicos y los bienes privados. La mayoría oficialista del
CNE se hace de la vista gorda frente al descaro del
autócrata (la excepción es Vicente Díaz, cuya dignidad es a
toda prueba). El Contralor no ve por ningún lado la
utilización por parte del Gobierno de los recursos públicos
con fines electorales (sin embargo, sí sale con la velocidad
de atleta a decir, sin ningún elemento de juicio en sus
manos, que Rosales podría ser inhabilitado hasta por 15
años). El INAM y el Consejo Nacional de los Derechos del
Niño y el Adolescente se olvidaron de la LOPNA, aun cuando
el comandante utiliza a niños de 11 años de edad para su
campaña electoral. Todo el Poder Moral se hundió por
completo en ese pantano pestilente que es el Estado
venezolano de esta república de quinta.
En estas pocas semanas que nos
separan del 23-N veremos todavía más iniquidades, pues el
populismo revolucionario, con signos inequívocos de
comunismo, que promueve el jefe de la revolución
bolivariana, no cree en la democracia, ni en la
independencia de los poderes públicos, ni en elecciones
libres, ni en el voto transparente, ni en la alternancia en
el poder, ni en ninguno de los principios democráticos sobre
los que se levantan las repúblicas constitucionales
modernas.
Este régimen de oprobio ya
sufrió una importante derrota el 2-D. Con el voto popular,
arma insustituible del pueblo, se le dijo NO al colectivismo
comunista, al militarismo, al centralismo y a todas las
proposiciones anacrónicas y autoritarias ideadas por Chávez.
El 23-N tendremos la ocasión de refrendar la grandiosa
victoria lograda hace casi un año.
tmarquez@cantv.net