El
Presidente de Venezuela, hasta que Álvaro Uribe le paró el
trote, se vendió como mediador neutral entre la guerrilla de
las FARC y el Gobierno del vecino país. El “acuerdo
humanitario” se convirtió en la consigna con la que trató de
ganarse el respaldo de la Casa de Nariño, avivar la
esperanza de los familiares de los rehenes en manos de los
subversivos y las simpatías de todos los sectores conmovidos
por el drama que viven los plagiarios y las condiciones de
indefensión en las cuales se encentran. El comandante Chávez
logró granjearse la benevolencia de numerosos grupos que
depositaron en él la posibilidad de liberar las centenares
de víctimas prisioneras en la selva neogranadina.
La fachada de imparcialidad del
mandatario venezolano comenzó a derretirse cuando, hace
algunas semanas, solicitó en la Asamblea Nacional, que los
gobiernos del mundo reconocieran a las FARC como una “fuerza
beligerante”. Con esta insólita propuesta pretendió darle a
esa banda de irregulares un estatus de legitimidad y
dignidad del cual carecen. Comenzó a quedar claro lo que ya
se sabía desde hace años: que no es neutral en la
infatigable batalla que libra el Estado colombiano contra
unos insurgentes que pretenden destruir la democracia y la
libertad para imponer un régimen de terror, similar al
implantado por Pol Pot en Camboya. Evidenció que su corazón
y cerebro están del lado de los subversivos.
Con el episodio en el que murió
Raúl Reyes, uno de lo líderes más crueles de los faracos, el
comandante venezolano demuestra que además del corazón y el
cerebro también la chequera, y esta es la más importante, se
inclinan hacia las FARC. En vez de preservar a Venezuela
como una nación ecuánime, que ve con preocupación el
conflicto entre Bogotá y Quito por la incursión de miembros
del ejército colombiano en territorio ecuatoriano, y que
está dispuesta a terciar entre ambos países para que el
impasse se resuelva en sana paz, toma partido por Rafael
Correa para disimular que lo que realmente le duele: el duro
golpe que Álvaro Uribe le asestó a la cúpula de las FARC,
instancia que hasta la muerte de Raúl Reyes se consideraba,
con una buena dosis de arrogancia, invulnerable.
Chávez invoca la violación de la
soberanía del territorio ecuatoriano para justificar la
desmesura de su respuesta. Hay que recordarle que ha sido
precisamente él quien en repetidas oportunidades ha dicho
que los países y las fronteras en América Latina,
constituyen un invento de las oligarquías vernáculas para
romper la unidad de la región, fragmentarla en pedazos
arbitrarios y, así, mantenerla sometida. Entonces, ¿en qué
quedamos?: si los límites no son más que meras barreras
artificiales, ¿cuál es el problema de que las fuerzas de
seguridad colombiana hayan incursionado en tierras
ecuatorianas para atacar y luego recuperar los cadáveres de
unos facinerosos que mantienen en vilo a la sociedad
colombiana desde hace casi cinco décadas?
Además, Chávez ha señalado que
el ataque al campamento donde se encontraba Reyes fue artero
y a traición. Pero, ¿él no insiste en que las FARC se
encuentran sumidas en una guerra y, por lo tanto, que se le
debe reconocer su condición de “fuerza beligerante”? Si los
subversivos le declararon una guerra sin tregua al Estado
colombiano y a su Gobierno, tienen que saber que esa
confrontación es permanente: dura las 24 horas del día los
365 días del año. ¿Será que Chávez cree que Uribe debió
haberles enviado un correo electrónico o un fax a los
guerrilleros antes de atacarlos? ¿Cuándo se ha visto que las
FARC les manden un aviso previo a las víctimas, entre ellos
mujeres y, ahora, niños, que secuestran o asesinan? Que se
sepa, cuando los miembros de las FARC asaltan un puesto del
ejército o de la policía, siempre lo hacen amparados en la
sorpresa. Sus emboscadas son nocturnas y súbitas. En los
momentos más inesperados. Se aprovechan de lo imprevisto
para sembrar el desconcierto y aniquilar al adversario,
generalmente soldados de extracción muy humilde. De esa
manera han sido masacrados en los últimos años al menos 12
miembros de la FAN venezolana. Así han fallecido hombres y
mujeres, blanco de las bombas y los atentados perpetrados
por esos sanguinarios. Calcinados perdieron la vida los
jóvenes que se encontraban en una discoteca en Bogotá
cuando, hace algún tiempo, disfrutaban de una noche de
esparcimiento, todo porque a esos psicópatas se les ocurrió
atemorizar al Gobierno. El minuto de silencio que Chávez
pidió en memoria de Reyes no fue solo un homenaje póstumo al
guerrillero caído, sino un cumplido a todas las FARC. ¿Puede
ser esa la actitud de un verdadero mediador?
Después de la baja de Reyes,
Chávez ha dicho que con ese ataque se quebró la posibilidad
de lograr el canje humanitario que permitiría la liberación,
entre otros prisioneros, de Ingrid Betancourt, y
responsabiliza a Uribe de lo que pueda ocurrirles a la ex
candidata presidencial y a los demás cautivos. Una falacia.
Los únicos culpables de la insondable tragedia que vive
Betancourt y los otros rehenes son Manuel Marulanda y el
resto del Secretariado, pues fueron ellos quienes ordenaron
capturarlos Si quisieran, podrían liberar todas las víctimas
sin mayores trámites. Lo que ocurre en el caso de Ingrid,
como quedó registrado en el computador de Raúl Reyes, es que
la pobre representa una pieza demasiado importante en el
ajedrez maligno que juegan las FARC. El grado de debilidad
física y mental en la que ella se encuentra no constituyen
razón suficiente para inspirar compasión en unos seres que
desterraron de su diccionario la palabra piedad. Para ellos
la condición humana no cuenta. Son máquinas diseñadas para
secuestrar, torturar y asesinar con el apoyo,
lamentablemente, de gobiernos como el de Venezuela.
Los disparates y la
irresponsabilidad de Chávez en materia internacional son tan
grandes, que Colombia y Ecuador llegaron a un acuerdo,
mientras Venezuela quedó ensartada en una trampa de la que
no sabemos cómo saldrá, ni cuánto nos costará.
tmarquez@cantv.net