Muchas
son las reacciones de rabia y vergüenza que provocan la
intervención del ministro de la Defensa en Fuerte Tiuna, con
motivo del aniversario de la creación del Ministerio de la
Defensa. En las palabras del general en jefe sobresale de
bulto la soberbia militarista, la prepotencia basada en el
porte de arma, en el uso abusivo de la fuerza, en la
asimetría entre el mundo civil y el militar, en el desnivel
entre las instituciones democráticas y republicanas, de un
lado, y los órganos al servicio complaciente de un caudillo,
del otro. De nuevo se puso de manifiesto la Venezuela
atrasada, bárbara y violenta, que se resiste a asumir en
todas sus consecuencias los efectos saludables de la
democracia, la modernidad, la pluralidad y la libertad. Este
oficial golpeó con saña el artículo 6 de la Carta Magna.
Nada le importa que el Gobierno de Venezuela sea, de acuerdo
con la Constitución, “democrático . . . electivo . .
.alternativo . . pluralista”. Lo único que le interesa es
complacer a su jefe y alinearse cínicamente con sus
intereses continuistas.
Gustavo Rangel Briceño, al decir
que el “poder militar es una herramienta de la política” y
que los efectivos castrenses son “políticos”, tendría que
haber añadido que la única herramienta política que les está
permitido usar a los militares es esa relacionada con el
respeto y cumplimiento de la Constitución. Esta registra el
contrato que rige las relaciones entre los ciudadanos y el
Estado, y hasta que se conforme una nueva mayoría, la del 99
será la que impere en Venezuela. Ningún mandamás podrá
colocarse por encima de ella.
Lo único que hacen y tienen que
hacer los militares institucionalistas -a quienes el
ministro llama “cobardes” y “burros” porque se niegan a
“aceptar la realidad”- es cumplir con la Carta del 99. Al
general hay que recordarle que más que “aceptar la realidad”
-lo cual, de acuerdo con él, significa reconocer la vigencia
del “socialismo bolivariano”- los miembros de la FAN están
obligados a acatar el texto fundamental y todo lo que de él
se deriva. El 2-D, con apoyo en la Constitución, en
Venezuela se produjo un dictamen popular que es de estricto
cumplimiento para todas las instituciones del Estado. El
soberano, como antaño le gustaba decir al comandante Chávez
Frías, en una consulta popular decidió que no quería que en
el país se enrumbara por el camino del socialismo, ni
bolivariano, ni del siglo XXI, ni de ningún otro tipo. Este
mandato no puede ser torcido o ignorado por el ministro de
la Defensa, por más fusiles Kalasnikhov o aviones artillado
posea.
Los conocimientos acerca de
democracia que Rangel Briceño recibió en el Instituto de
Altos Estudios de Defensa Nacional (IAEDEN), no los aprendió
o no le sirvieron de nada. Tendría que estar enterado de que
una característica esencial del sistema democrático reside
en la sujeción del poder militar al poder civil, y en la
renuncia por parte de los oficiales y soldados, a cualquier
forma de ejercicio de la política vinculada con un partido,
grupo o facción dentro del escenario político. Cuando este
principio se viola, como pretende Hugo Chávez a través de su
ministro, los militares se transforman en una guardia
pretoriana, en una columna de centuriones, dedicada a
proteger privilegios y a garantizar exclusiones. Los
militares, al igual que los sacerdotes, tienen que hacer un
voto de obediencia y subordinación porque ellos, junto a los
otros cuerpos de seguridad del Estado, son quienes ejercen
el uso legítimo de la violencia. Son ellos quienes, por
delegación de los ciudadanos, detentan las armas que
pertenecen a la República. Las armas con las que Rangel
Briceño (y Chávez) de forma velada amenaza a sus compañeros
y, por extensión, a todos los demócratas, no han salido de
su trabajo, ni de su bolsillo, sino del esfuerzo colectivo.
Ese poderío bélico pertenece a la Nación. A todos los
ciudadanos, y solo por encargo reposan en las manos de ese
oficial y de quienes le siguen..
Los militares institucionalistas
(todos tendrían que serlo) son unos oficiales que se limitan
a respetar y ser consecuentes con los conceptos señalados en
la Carta del 99, artículo 328: “la Fuerza Armada Nacional
constituye una institución esencialmente profesional, sin
militancia política …” Al intentar transformarla en una
“herramienta política” al servicio del proyecto particular
de Hugo Chávez y de quienes dirigen el PSUV, se busca
degradar la institución armada, y convertir sus integrantes
en una banda de guapos de barrio y matones para quienes no
existen reglas ni leyes que deban cumplir.
En realidad los verdaderos
cobardes en toda esta trágica historia son el ministro y su
jefe (habría que agregar al profesor Aristóbulo Istúriz,
quien propone convertir los batallones del PSUV en un
escuadrón de delatores). Ellos, prevalidos del poder que
circunstancialmente poseen, tratan de atemorizar a los
oficiales democráticos -esos que asumen su trabajo con
seriedad y ecuanimidad- y a los ciudadanos inermes, que
únicamente contamos con el arma de los votos para cambiar
los gobiernos que no nos gustan.
Por cierto, las clases de
religión que debió de haber recibido Rangel Briceño en su
niñez y adolescencia, tampoco le sirvieron de nada. ¿A quién
se le ocurre comparar un sacramento como el Matrimonio con
“patria, socialismo o muerte”, aullido salvaje y patético de
guerra, utilizado como estribillo por el gobierno para
demostrar su idolatría y abyecta subordinación a Fidel
Castro?
tmarquez@cantv.net