El
artículo 136 del proyecto de reforma constitucional dice:
“El Poder Público se distribuye territorialmente en la
siguiente forma: el Poder Popular, el Poder Municipal, el
Poder Estadal y el Poder Nacional (. . .) El pueblo es el
depositario de la soberanía y la ejerce directamente a
través del Poder Popular. Éste no nace del sufragio ni de
elección alguna, sino que nace de la condición de los grupos
humanos organizados como base de la población.” Con relación
al Poder Popular, de la cosecha presidencial pues no aparece
en la Carta del 99, se agrega que éste “se expresa
constituyendo las comunidades, la comunas y el autogobierno
de las ciudades, a través de los consejos comunales, los
consejos obreros, los consejos campesinos, los consejo
estudiantiles y otros entes que señale la ley.”
La reforma trata de acabar con
la democracia representativa y delegativa, para sustituirla
por la democracia directa, como si estuviésemos en la Atenas
clásica (donde, de paso, a medida que la ciudad fue
creciendo, también el pueblo fue delegando en sus dirigentes
la representación de sus intereses). Ahora bien, el artículo
156, numeral 35, especifica que entre las competencias del
Poder Público Nacional -léase Presidente de la República- se
encuentra “la promoción, organización y registro de los
consejos del Poder Popular (. . .)” Descubrimos entonces que
en realidad el fulano Poder Popular será una creación a
imagen y semejanza de Chávez, con lo cual en realidad no
será “popular”, sino chavista, ya que si no se es chavista
no puede pertenecerse al “poder popular”.
La reforma constituye un nuevo
giro hacia la destrucción del voto como expresión de la
voluntad popular, instrumento de elección y delegación del
poder por parte de los ciudadanos y fuente de constitución
de los poderes públicos. Este proceso ha seguido un curso
ascendente desde febrero de 1999. Ahora, sin ninguno tipo de
ambigüedades, Chávez propone que el país regrese a la época
de las cavernas, cuando las sociedades no estaban regidas
por normas comúnmente aceptadas y compartidas y el poder se
ejercía por la aplicación de la fuerza bruta, sin que
mediara ninguna otra consideración. Desde los griegos en
adelante, pero sobre todo a partir del Renacimiento, el
esfuerzo de Occidente se ha dirigido a regular mediante
constituciones y leyes el poder tanto del Estado y el
Gobierno como del pueblo, pues este último, al igual que
cualquier otro poder, puede desbordarse, ser arbitrario e
incurrir en abusos. El poder popular sólo puede ejercerse de
manera racional y civilizada dentro de un marco legal
acatado por todos, especialmente por la mayoría, y elaborado
por los representantes que hayan recibido ese mandato por
parte del pueblo.
El enorme desprecio que el
teniente coronel Chávez Frías siente por la democracia
liberal y republicana, se manifiesta con claridad en ese
atropello al sufragio. Los comunistas –empezando por Marx,
Engels y Lenin- no creen en los comicios libres para elegir
las autoridades públicas, por eso no se preocupan por el
tema de la transparencia electoral. Lenin hablaba de
“cretinismo parlamentario” para referirse a esos diputados
que, escogidos por el pueblo, se dedicaban a elaborar leyes
que regulaban la vida social. El “poder popular”, el “poder
revolucionario”, según el líder de la revolución
bolchevique, tenía que ser ejercido directamente por los
proletarios y las masas armadas. Nada de instituciones
intermedias. Fidel Castro lo ha repetido hasta el cansancio:
elecciones libres ¿para qué? En todos los países comunistas
se utiliza el voto únicamente como señuelo. Se le pervierte
y degrada hasta transformarlo en una quimera. Por ejemplo,
en la isla antillana la gente vota para todo, esto incluye
desde una reina de carnaval hasta el jefe del Estado. El
pequeño problema reside en que no existen organismos
electorales independientes e imparciales, ni se da la libre
concurrencia ni la competencia entre candidatos que
representen opciones diferentes e incluso opuestas. Ergo, no
puede haber pureza en el acto comicial.
La prédica marxista contra la
democracia y el régimen de libertades inspira al comandante
Chávez desde sus inicios en Miraflores. Como no puede
imponer una dictadura sangrienta equivalente a la de los
militares que gobiernan desde hace 21 años a Myanmar
(antigua Birmania), optó por prostituir el voto a través del
control del Consejo Nacional Electoral y, ahora, de la
CANTV, plataforma tecnológica que sirve de soporte al
proceso de automatización Mantiene la ficción de la
democracia representativa para no desentonar con lo
establecido en la Carta Democrática Interamericana y con la
tendencia dominante en el plano mundial, pero margina a un
segundo lugar el Poder Municipal y las instituciones que
integran el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo regional,
los cuales nacen del sufragio universal. En los territorios
federales, los municipios federales y las ciudades
federales, el Presidente de la República designará las
autoridades respectivas (Art. 16). En términos sencillos:
los gobernadores y alcaldes electos a través del voto
estarán sometidas a mayores restricciones, especialmente en
el área financiera, que en la actualidad, pues serán los
funcionarios designados por el primer mandatario en cada
territorio, municipio o ciudad federal, quienes reciban los
recursos distribuidos por el Presidente a su real saber y
entender.
Frente a la democracia
representativa Chávez Frías propone la democracia directa,
pero sólo con el propósito de encubrir la verdadera
finalidad de su reforma: eternizarse en Miraflores y
concentrar en sus manos todo el poder del Estado y el
control de la sociedad a través de organizaciones
“populares” tuteladas por el Gobierno y financiadas por
PDVSA. El poder no lo tendrá el pueblo sino el autócrata del
siglo XXI. El comandante sigue al pie de la letra los
consejos del neo fascista Norberto Ceresole y del comunista
Fidel Castro.
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