La
politización abierta y desvergonzada de las Fuerzas Armadas,
el control de los medios de comunicación y la ideologización
del sistema educativo, conforman la trilogía a partir de la
cual el Presidente de la República busca destruir la
sociedad democrática, tal cual ésta se entiende en los
países avanzados y tal como, con todos los defectos y
errores que hubo, distintos actores sociales buscaron
construir en Venezuela a partir del 23 de enero de 1958.
Además de la independencia de
las distintas ramas del Poder Público, del equilibrio que
ellas están obligadas a guardar entre sí y de la
colaboración que deben prestarse mutuamente para que
prevalezca el Estado de Derecho, una sociedad democrática se
caracteriza por ser laica, tramada y diversa. La pluralidad
de puntos de vista políticos, ideológicos, religiosos,
doctrinarios y filosóficos, y la variedad de gustos
artísticos, culturales, artísticos y de cualquier otra
manifestación del espíritu, constituyen rasgos típicos de
las naciones que alcanzan altos grados de complejidad. En
ellas prevalece la solidaridad orgánica, según el concepto
acuñado por el sociólogo clásico francés, Emile Durkheim; es
decir, predomina un tipo de conexiones entre los individuos
y los grupos sociales, regido por las instituciones y las
reglas colectivamente aceptadas y compartidas.
La separación nítida de la
religión y el Estado marca el despegue de Occidente hacia el
desarrollo de la ciencia, la Revolución Industrial y la
modernidad. No es por casualidad que sea Inglaterra, primera
nación de Europa en la que se alcanza esa demarcación, donde
se gesta la Revolución Industrial y se logra la aplicación
en gran escala del saber científico al proceso productivo.
En Inglaterra, y progresivamente en el resto de los países
de Europa, el Estado y el Gobierno actúan como maquinarias
organizadas para regular, canalizar y orientar los distintos
procesos que tienen lugar en la sociedad, algunos de ellos,
como las relaciones entre el capital y el trabajo, de alta
tensión. El marxismo, a mediados del siglo XIX, sale con el
cuento de que el Estado es un instrumento en manos de la
burguesía para explotar al proletariado. Puras pamplinas.
Dentro de la tradición
democrática, los aparatos de seguridad del Estado, entre
ellos las fuerzas armadas, están obligados a garantizar la
diversidad y pluralidad de la sociedad, no a imponer el
punto de vista político o doctrinario del partido, grupo o
camarilla instalada en el poder. La visión de la institución
castrense al servicio del régimen y actuando como apéndice
de la claque en el poder, corresponde a los modelos
totalitarios, ya sea este comunista, fascista o nazista.
Luego de las fiestas
carnestolendas organizadas por el oficialismo para
conmemorar y celebrar, respectivamente, la caída y
reposición en el poder de Hugo Chávez, queda claro que el
comandante aspira a imponer en Venezuela un esquema
pretoriano a la usanza del que armó Vladimir Lenin en la
Rusia soviética y Fidel Castro en Cuba. En estos sistemas
los militares representan el brazo armado de unas
revoluciones dirigidas a eternizar en el poder al grupo que
lo ha conquistado, aplastar al pueblo, consagrar los
privilegios de la casta gobernante, reproducir el abismo
entre dirigentes y dirigidos, acorralar la disidencia,
aplanar la conciencia de la gente mediante la imposición de
un pensamiento único, que niega toda crítica al orden
imperante y anula toda posibilidad de renovar el sistema con
generaciones que asuman el relevo y el cambio.
Las intervenciones de Chávez
encaminadas a subrayar el carácter, más que político,
sectario y partidista de la institución castrense, fueron
respondidas tímidamente por el ministro de la Defensa,
general Isaías Baduel. A pesar de la moderación de sus
palabras, actitud comprensible, pues Hugo Chávez es el
Comandante en Jefe de la FAN, de ellas se desprende que los
militares forman un cuerpo apolítico, obediente y no
deliberante, encargado de garantizar la soberanía nacional y
la paz de la República. Forma un cuerpo situado por encima
de los intereses parciales o ideológicos de un dirigente o
de un partido. Esta concepción profesional de la institución
armada, se corresponde con la naturaleza secular que debe
caracterizar a la nación.
En Venezuela existen distintos
partidos políticos, aunque los de oposición se encuentren
muy menguados, diversos proyectos nacionales, diferentes
maneras de concebir el papel del Estado en la economía, en
la educación y en la cultura, así como múltiples enfoques
acerca de cómo deben tejerse las relaciones entre el Estado
y el mercado. Además, hay variados enfoques en materia de
política internacional y de entender el papel de la nación
en el campo de la geopolítica. Esos proyectos se debaten de
forma constante y se someten periódicamente a votación por
parte de los electores. El hecho de que Chávez haya ganado
los comicios del 3 de diciembre no puede tener como
consecuencia que coloque a las FAN al servicio incondicional
de su proyecto político, el socialismo. Esta proposición es
una más dentro de la amplia variedad que existe en un país
seglar como Venezuela. La capacidad del uso legítimo de la
fuerza por parte de los militares, competencia consagrada en
la Constitución, no puede utilizar Hugo Chávez para imponer
la doctrina comunista que proclama.
Los afanes autoritarios y
pretorianos del jefe de Estado hay que encararlos con
firmeza. El hecho de que la FAN conforme un órgano con
disciplina vertical, no debe utilizarse como excusa para ser
cómplice de una política dirigida a destruir una de las
bases fundamentales de la democracia.
tmarquez@cantv.net