Entre
los cambios constitucionales incorporados por la Asamblea
Nacional al proyecto elaborado por Hugo Chávez se encuentra
la modificación del artículo 109. Este señala que “el Estado
reconocerá la autonomía universitaria como principio y
jerarquía que permite a los profesores . . . estudiantes . .
. y egresados de su comunidad, dedicarse a la búsqueda del
conocimiento a través de la investigación científica,
humanística y tecnológica para beneficio espiritual y
material de la Nación”. En el artículo modificado se
mantiene el párrafo citado, pero se agrega lo siguiente: “Se
reconocen a los trabajadores y trabajadoras de las
universidades como integrantes con plenos derechos de la
comunidad universitaria, una vez cumplidos los requisitos de
ingreso, permanencia y otros que paute la ley”. Luego se
añade: “la ley garantizará el voto paritario de los
estudiantes, profesores y trabajadores para elegir las
autoridades universitarias; consagrará el derecho al
sufragio a todos los docentes que hayan ingresado por
concurso de oposición, desde la categoría de instructor
hasta titular y establecerá las normas para que las
elecciones universitarias se decidan en una sola vuelta”.
En pocas palabras: el plan de los diputados chavistas
consiste en acabar con los conceptos de jerarquía y
excelencia, intrínsecos a la educación superior, y
municipalizar la universidad, convirtiéndola en una unidad
político territorial más de la nueva “geometría del poder”.
La cristalización de este demencial proyecto sería la
destrucción del Alma Mater, tal como ocurrió en
universidades que durante mucho tiempo gozaron de un sólido
prestigio basado en su calidad. Este fue el caso de la
Universidad de San Marcos en Lima, arruinada por los
izquierdistas durante el oscuro gobierno del general Juan
Velasco Alvarado.
Establecer el voto paritario
entre profesores, estudiantes y trabajadores para elegir las
autoridades universitarias constituye una traslación
mecánica y obtusa de las nociones de ciudadano y voto al
campo educativo. La relación un ciudadano un voto (que el
actual régimen viola continuamente al negarse a depurar el
REP y auditar el proceso electoral en todas sus fases),
válida y esencial para la vida política de un país en
cualquiera de sus niveles territoriales de gobierno
(nacional, estatal y municipal), y para la elección de las
autoridades públicas, resulta nefasta cuando se aplica en
las instituciones educativas. Los centros de enseñanza se
organizan a partir de grados y escalafones académicos que se
alcanzan luego de la presentación de trabajos de grado,
trabajos de ascenso, tesis de maestría y tesis doctorales.
Por lo tanto, no pueden estar en el mismo plano alumnos o
docentes que acaban de incorporarse a las actividades
educativas y se encuentran en pleno proceso de formación,
que quienes han realizado estudios de cuarto nivel y cuyo
prestigio se basa en obras evaluadas por especialistas y
publicadas. Además, los integrantes de una institución en la
cual unos (los que saben) evalúan a otros (los que aspiran
saber), no pueden ser iguales.
En la actualidad la democracia
universitaria permite que todos los estudiantes voten para
la elección de las autoridades universitarias (cerca de
50.000 en la UCV). Sin embargo, se aplica un criterio
racional, tal como corresponde a la educación superior. El
voto estudiantil es ponderado: representa 25% del universo
de electores. El otro 75% está conformado por los profesores
que forman parte del Claustro Universitario; esto es, que
poseen un escalafón igual o superior al de Asistente.
Actualmente los obreros y empleados no sufragan en los
comicios para elegir las autoridades. Es lógico que esto
ocurra. A pesar de que su labor de apoyo es fundamental para
que la vida universitaria transcurra sin contratiempos, su
función no forma parte medular del acto docente o de
investigación, área en la cual los protagonistas son los
profesores y los alumnos. Convertir los trabajadores en
votantes significa desvirtuar la misión y objetivos de las
universidades, cuyo eje está situado en la transmisión de
conocimientos científicos, el análisis crítico de las
teorías, la investigación empírica con métodos contrastables
y la búsqueda de nuevos hallazgos.
Precisamente en cada uno de
estos campos la universidad venezolana ha venido padeciendo
fallas seculares y crecientes, que no se resuelven con las
medidas populistas y electoreras las incluidas en el109.
Estas, en vez de solventar los graves y complejos problemas
universitarios, crean los ambientes adecuados para que
prospere la demagogia y el proselitismo, y, por añadidura,
se envilezcan las labores pedagógicas e investigativas.
En la actualidad los aspirantes
a rectores o a decanos, en razón de la dinámica electoral,
se ven obligados a pactar con los partidos y grupos que
existen en las universidades autónomas. En muchos casos la
capacidad para negociar y establecer alianzas con factores
decisivos, prevalece sobre las credenciales académicas y los
méritos docentes de esos candidatos. Si estos excesos
ocurren dentro de la atmósfera actual donde predominan las
restricciones que limitan la participación profesoral y
estudiantil, no resulta muy difícil imaginar lo que sucederá
si en los comicios universitarios participan de forma
indiscriminada y paritaria todos los sectores que integran
la comunidad universitaria: los rectores se convertirán en
alcaldes y la competencia para ver quién formula las
promesas más extravagantes no tendrá límites.
La proposición que hacen los
diputados del oficialismo, además de haberse experimentado
en la Universidad de San Marcos, se ensayó en la UNAM en
México, en las universidades de Pekín durante la época de la
Revolución Cultural y en la Universidad Patricio Lumumba de
Moscú en la era comunista. En todas ellas el resultado fue
un sonoro fracaso. Los chinos, pragmáticos como son, han
regresado al modelo clásico: las universidades son para
aprender, no para formar líderes políticos; para esto último
está el Partido. Los rusos se olvidaron de la Patricio
Lumumba (por cierto que los miembros de la nomenclatura
enviaban a sus hijos a la Lomonosov, la equivalente a
Harvard) y los mexicanos andan lidiando a ver cómo recuperan
la UNAM.
La operación exterminio ha
fijado su mirada esta vez en las universidades.
tmarquez@cantv.net