El
giro totalitario con el cual Hugo Chávez entró a 2007, ha
tratado de maquillarlo con los coloretes del socialismo
democrático o socialdemocracia. Esos polvos no sirven para
taparle las verrugas al comunismo que trata de implantar.
La socialdemocracia es una
corriente teórica que nace con el mismísimo Federico Engels
a finales del siglo XIX, cuando el ya viejo amigo y mecenas
de Carlos Marx defiende la idea de alcanzar el socialismo a
través de elecciones parlamentarias y comicios para elegir
los jefes de Gobierno y de Estado. A esta tesis se suman con
entusiasmo Karl Kautsky y Eduard Bernstein, dos de los más
importantes representantes de la II Internacional. El
socialismo democrático se erige como alternativa frente al
radicalismo de los comunistas y anarquistas, que plantean la
inevitabilidad de apelar a la violencia y al terrorismo para
subvertir y acabar con el orden burgués. Contra el
“revisionismo” de la II Internacional insurge Lenin, quien
habla del “cretinismo parlamentario” para descalificar a
esos socialistas democráticos que pretenden llegar a los
parlamentos europeos para, desde allí, promover reformas
legislativas que impulsen el tránsito del capitalismo al
socialismo por la vía pacífica y democrática. Lenin se
refiere al “renegado Kautsky”, a quien dedica un largo
libelo publicado. El líder bolchevique, una vez afianzado
como líder de la Revolución Rusa, crea la III Internacional
inspirada por la principal consigna del comunismo soviético:
la dictadura del proletariado (en realidad dictadura de
Lenin y de algunos miembros de la dirección del Partido
Bolchevique, pues quienes toman el Palacio de Invierno no
son los obreros rusos, sino la vanguardia armada dirigida
por Trotsky).
De la II internacional y de la
corriente liderada por Kautsky y Bernstein, entre otros
importantes teóricos y políticos, surgen los grandes
partidos socialdemócratas del viejo continente. Entre ellos,
el Partido Socialdemócrata Alemán, que tanta importancia e
influencia ha tenido en su país. La concepción
socialdemócrata del Estado, la sociedad y los cambios
históricos, va nutriéndose de las transformaciones que se
producen en el capitalismo y en las democracias liberales
avanzadas, y progresivamente se expande hacia el resto del
mundo.
El socialismo democrático
defiende la coexistencia, en un ambiente armónico, del
Estado y el mercado, dos entidades que ocupan lugares
distintos y complementarios dentro del sistema global de
relaciones que existen en una nación determinada. A partir
de los años 80 del siglo pasado, cuando el capitalismo de
Estado y el modelo keynesiano muestran signos de
agotamiento, la socialdemocracia entiende que el Estado no
puede asumir el inmenso costo que significa la propiedad y
control de empresas que podían ser administradas de manera
más eficiente por el sector privado. La renovación del
pensamiento socialdemócrata se inspira en una implacable
revisión de sus postulados acerca de la estatización y la
nacionalización. Felipe González, Tony Blair y Bill Clinton,
antiguo ídolo del comandante Chávez, se colocan a la cabeza
de este movimiento que catapulta de nuevo a la
socialdemocracia, luego de haber perdido terreno frente al
avance acelerado de los liberales y conservadores. La
corriente renovadora del socialismo democrático se fortalece
más aún después del derrumbe del imperio soviético y sus
satélites.
Como parte de su relanzamiento
el socialismo democrático enfatiza el significado del Estado
de Derecho y de los cambios democráticos progresivos, sin
pretensiones hegemónicas, y con independencia, cooperación y
equilibrio entre los poderes; reconoce la importancia de la
alternabilidad en el poder y la renovación de los liderazgos
dentro del Estado, los partidos y el resto de las
organizaciones civiles; promueve la organización
independiente de las organizaciones de la sociedad civil,
especialmente de los gremios y sindicatos; manifiesta el
respeto por las minorías, por los medios de comunicación
privados, por la libertad de pensamiento, de información y
de expresión; fomenta la educación laica y crítica frente a
quienes ejercen el poder, y rechaza la idea de que el
sistema educativo sea utilizado como instrumento para la
fanatización, la subordinación acrítica y el culto a la
personalidad del líder; guarda un rígido respeto por la
libertad individual y colectiva; no considera pecaminoso ni
contrarrevolucionario que la gente adopte diferentes formas
de ver el mundo, disfrute de distintos placeres y formas de
entretenerse.
Entre los socialdemócratas y los
liberales modernos hay diferencias importantes en lo que
concierne al papel de Estado como agente que distribuye la
riqueza. Mientras los primeros colocan el acento en el
Estado, los segundos lo ponen en la sociedad. Sin embargo,
en lo que atañe a la teoría y la práctica de la democracia y
la libertad, las coincidencias son mucho mayores y más
importantes que las diferencias.
Entonces, ¿puede decirse que el
modelo que está tratando de imponer el teniente coronel se
corresponde con la ortodoxia del pensamiento
socialdemócrata? Para nada. Hugo Chávez no es socialista
democrático, sino comunista puro y simple, y se vale de
voceros tan tenebrosos como William Izarra para que lo
justifiquen y defiendan. Chávez aboga por un esquema de
corte totalitario en el que todos los espacios de la vida
social quedan intervenidos por la presencia del Estado. Se
inclina porque la burocracia estatal se meta hasta en las
sábanas de las parejas. Desde el Poder Ejecutivo hasta el
Poder Judicial; desde la educación infantil hasta el
reordenamiento territorial; desde las inclinaciones sexuales
de los ciudadanos hasta los gustos por el deporte y los
juegos, persigue que todo se encuentre sometido a los
dictámenes y criterios de una casta cuyo poder no conoce
límites.
El autócrata no ambiciona
solamente acabar con la democracia representativa y con el
concepto de República que surge luego del 23 de enero de
1958. Su proyecto va más allá. Ansía suplantar la República
por un Estado controlado por una ideocracia pretendidamente
mojigata y fanatizada, que se considera éticamente superior
al resto de los mortales, pero que en realidad representa lo
más atrasado e irracional del planeta. Hay que prender las
alarmas en todos los espacios de la sociedad para que
semejante delirio comunista no prospere.
tmarquez@cantv.net