Con
motivo de la creación del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), el proyecto totalitario del teniente
coronel Hugo Chávez muestra todos sus afilados colmillos. La
insolencia alcanza límites que nunca se habían visto en
Venezuela, al menos desde que Antonio Guzmán Blanco
desaparece del escenario político nacional en el siglo XIX.
La lista de abusos y desafueros es extensa, sin embargo
conviene señalar, al menos, los más importantes. Entre éstos
destaco: el manejo de la Fuerza Armada Nacional como brazo
de apoyo de la organización oficialista, la descarada
presión sobre los funcionarios y empleados públicos para que
se inscriban en esa organización, el uso del SENIAT y de
recursos de la Hacienda Pública para organizar y financiar
actos proselitistas, la utilización de las instalaciones
educativas del Estado para llevar adelante la inscripción en
esa tolda.
Sobre la postración vergonzosa
de la FAN se ha comentado bastante, lo mismo que acerca de
las miles de atmósferas de presión que se desatan contra los
empleados y funcionarios públicos. No así en torno de la
manipulación obscena de organismos como el SENIAT y el
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas (CICPC). Quisiera detenerme aquí. El SENIAT
es un servicio autónomo que recauda ingresos para mantener
los gastos de todas las instituciones del Estado venezolano,
no sólo del Gobierno. En estricto sentido, debería ser un
órgano de la administración central con autonomía funcional,
que tendría que reportarle al Parlamento, institución que
encarna la soberanía popular. En la Venezuela actual se da
la circunstancia de que la Asamblea Nacional está controlada
casi totalmente por el Presidente de la República. No
obstante, cuando el mapa político de la nación varíe, el
organigrama del Estado debería contemplar esa reforma que
estoy señalando, pues el SENIAT, repito, se encarga de
recaudar impuestos y aranceles que van al Tesoro Nacional.
Por lo tanto, ese servicio tendría que estar bajo la
jurisdicción de un poder distinto al Ejecutivo, ya que esta
rama es la encargada de repartir aquellos recursos entre las
distintas esferas del Estado.
Si ese es el papel del SENIAT,
¿con qué derecho el Presidente de la República se atreve a
valerse de ese servicio nacional para adelantar una campaña
proselitista a favor de una parcialidad política como el
PSUV? Sólo el abuso y la arrogancia permiten explicar
semejante exabrupto, que sin duda viola de forma clara la
Constitución redactada por los propios chavistas y aprobada
por quienes respaldan el proceso bolivariano. En su momento
el capitán José Gregorio Vielma Mora, tan dado exigirles a
los comerciantes e industriales el acato a las leyes y
reglamentos tributarios, tendrá que explicar las razones de
semejante ilegalidad.
Con respecto al CICPC, ¿dónde se
ha visto que un cuerpo de investigaciones científicas,
obligado a actuar como órgano auxiliar del Poder Judicial,
aunque esté adscrito al Ministerio de Interior y Justicia,
esté al servicio de una parcialidad política? Si aplicamos
un razonamiento estrictamente académico, habría que anotar
que las investigaciones científicas se caracterizan por
buscar la verdad y anular el influjo negativo de los juicios
de valor y los prejuicios. Aquí resulta que es al revés. El
CICPC se declara “científico y socialista”, términos
antitéticos entre sí, y su comisario jefe, el señor Marcos
Chávez, en un acto publico y notorio, y escoltado por
funcionarios del MIJ, va a inscribirse en el PSUV. ¿Con qué
derecho este régimen envilece de esa manera a la policía a
través de su máximo jefe?
Las razones de esta
descomposición, aunque les pese a los defensores del
socialismo del siglo XXI, hay buscarlas en alguien tan
antiguo como Lenin y su teoría del Estado revolucionario. El
líder de la Revolución Rusa, al igual que Marx, era un
severo crítico del Estado liberal, en el cual rige la
independencia, el equilibrio y la cooperación entre los
poderes, se defiende la igualdad ante la Ley y la existencia
del Estado como institución laica al servicio de toda la
sociedad, y no de un partido, clase, grupo o sector
determinado. Desde la perspectiva revolucionaria leninista,
el Estado pierde su condición seglar y pasa a convertirse en
el. instrumento de dominio, dictadura, de una clase (partido
o grupo) sobre el conjunto de la sociedad. Esta visión
leninista, comunista, del Estado es la que se ha puesto en
movimiento desde que Hugo Chávez llegó a Miraflores en
febrero del 99. Hasta el 3 de diciembre de 2006 esa
ideología había sido disfrazada con ciertos coqueteos con la
democracia representativa; sin embargo, a partir de su
triunfo en esa cita electoral y de la ostensible debilidad
organizativa, política e ideológica de la oposición, el
teniente coronel llega a la conclusión de que las
condiciones objetivas y subjetivas del proceso
revolucionario habían madurado y que podía dar un salto
cualitativo hacia un nuevo estadio: el Estado revolucionario
de tipo leninista. En él quedan abolidas las fronteras entre
el Estado, el Gobierno y el Partido. Todos ellos forman una
sola unidad, cuyo vértice es el jefe máximo de esas
instancias: Hugo Chávez.
Por eso es que el rojo, rojito y
las siglas del PSUV, tiñen todos los organismos
gubernamentales y estatales, tanto en el plano nacional como
en los niveles regionales y municipales. Desde las FAN hasta
la más baja dependencia del Ministerio de Hacienda, pasando
por PDVSA, todo queda pintado de rojo. Lo mismo ocurre en la
provincia, desde, digamos, la Gobernación de Carabobo hasta
el municipio más apartado de ese entidad donde gobierna un
chavista, la obligación revolucionaria es deificar el Estado
revolucionario, contribuir a que se expanda el evangelio
chavista y prospere la nueva religión.
Empuñando el “derecho”
revolucionario es como el primer mandatario está acabando
con la democracia e implantando el Estado revolucionario
comunista.
tmarquez@cantv.net