Al
Presidente de la República, los estudiantes universitarios
lo tienen tan trastocado que se la pasa dando piruetas cada
vez más acrobáticas y arriesgadas. Una de sus últimas
ocurrencias fue pedirles a los militantes del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que cedan las
pertenencias que les sobren a los más necesitados. Para dar
el ejemplo, él mismo se desprendió de los $250.000 que su
alto pana Mohamed Gadaffi le había concedido como regalo un
tiempo atrás. De esta módica suma el modesto hombre de
Barinas no recordaba nada, algo extraño tratándose de un
personaje que dice ser un “pobre de solemnidad”. ¿Alguien
puede imaginar a un empleado público, a un obrero o a un
albañil, es decir, a un pobre de verdad, que se gane esa
cifra y se le “olvide” que la tiene en su cuentita de
ahorro? No, ¿verdad? El primer mandatario debe de haber
dejado en el tintero esa suma, porque la verdad es que
representa una minucia frente a los sesenta mil millones de
dólares del presupuesto anual del Gobierno, que él maneja
según su real saber y entender, como testigos están Fidel
Castro, Evo Morales, Daniel Ortega y demás favorecidos.
Más allá de ese gesto
melodramático de Hugo Chávez, lo cierto es que su llamado a
la bondad solidaria de sus camaradas ha sido recibido con la
frialdad de un refrigerador de pescadero. Salvo los
obsecuentes de siempre, los que aplauden incluso antes de
que el jefe hable, nadie se ha hecho eco de su jaculatoria.
Ha predicado en el desierto. Su discurso no ha ablandado la
dura costra que ahora recubre el bolsillo de los miles de
dirigentes, militantes, simpatizantes, amigos y allegados
del proceso, que se han enriquecido de forma obscena con el
derroche incontrolado del Gobierno bolivariano, y que ahora
forma una clase especial de nuevo ricos.
¿Por qué la exhortación del
comandante ha sido recibida con total indiferencia? Porque,
es obvio, va a contrapelo de los valores e intereses de la
inmensa mayoría de las personas normales y corrientes. Yo no
podría asegurar que Hugo Chávez defiende una visión ingenua
del ser humano, pues él mismo dejó la ingenuidad en Sabaneta
de Barinas el mismo día que salió de ese remoto pueblo. Lo
que sí me parece es que posee una concepción premoderna y
precientífica de las relaciones humanas y del comportamiento
del individuo en la sociedad. El comandante, tan buen lector
de la Biblia como dice ser, cree que el individualismo y los
afanes de riqueza constituyen una excrescencia del
capitalismo. Está equivocado de banda a banda. Desde las
Sagradas Escrituras se conoce que el egoísmo, la envidia,
los celos y todas las demás miserias acompañan al ser humano
desde su aparición en la Tierra. El tema fue tratado en el
Viejo y en el Nuevo Testamento. En la Ilíada y la Odisea,
Homero lo trabaja con exquisita elegancia. Lo mismo hacen
Ovidio en La Metamorfosis y los utopistas del Renacimiento.
Con Sigmund Freud adquiere una sólida base científica la
tesis según la cual el ser humano es una combinación de
bondad y maldad; de ira y templanza y de agresión y
contención. El padre del psicoanálisis resume esta batalla
épica entre la guerra y la paz como la lucha entre Eros y
Tánatos.
Pero a Chávez no le interesa
Freud, sino el hombre nuevo del Che Guevara, de Mao Ze Dong
y de los comunistas más nostálgicos, a quienes no les
interesa que el ser humano viva mejor, que sea mejor. ¡Vaya
quimera! A los camaradas les encanta inventar íconos e
imaginarse a los individuos como semidioses, alejados de las
pasiones del común de los mortales. Durante la década de los
años 30, época en la que el dominio de Stalin sobre la URSS
era absoluto e indiscutible, el régimen magnificó la figura
de un minero, Alexei Stajanov, que trabaja de sol a sol, que
producía el triple de los demás, y cuyo salario se lo
entregaba íntegro al Estado para que éste lo repartiera
entre los más pobres. Fue una figura endiosada que influyó
sobre millones de ingenuos trabajadores rusos que se dejaron
explotar sin ofrecer mayor resistencia. Por supuesto,
mientras los seguidores de Stajanov entregaban su sangre
proletaria, el padrecito Stalin aplastaba con su bota cruel
a todo el pueblo ruso y la camarilla que lo respaldaba
disfrutaba de una vida llena de comodidades.
El moderno padre del “hombre
nuevo”, Ernesto Che Guevara, propuso en Cuba el trabajo
voluntario en los primeros años de la Revolución y, además
planteó eliminar los incentivos materiales, es decir, el
dinero, para que fuesen sustituidos por los incentivos
morales; habló de la emulación socialista y la contrapuso a
la competencia capitalista. El resultado de los disparates
voluntaristas de Guevara condujeron a la más total
bancarrota a la economía cubana, que solo llegó a salir del
abismo gracias al enorme subsidio que le proporcionaba la
Unión Soviética. En la misma honda andaba Mao cuando lanzó
el Gran Salto hacia Adelante, empresa que el sufrido pueblo
chino pagó con una feroz hambruna y con decenas de millones
de muertes. La búsqueda del “hombre nuevo” propiciada por
los comunistas le ha salido muy cara a la humanidad. Son
numerosos los sufrimientos, las persecuciones, las torturas
y el hambre que las sociedad han padecido cuando a unos
lunáticos intentan negar que el ser humano en su misma
esencia es una mezcla compleja de pulsiones naturales
encontradas, y que lo único que puede contrarrestar y
someter esos instintos son normas e instituciones sólidas
aceptadas y acatadas por la mayoría de la sociedad.
El llamado de Chávez será un
nuevo fracaso, otra demostración de que su liderazgo no es
tan sólido como él se imagina. Quienes lo siguen, parte del
pueblo y mortales comunes y corrientes, quieren ahorrar,
disfrutar, acumular para dejarles bienes materiales a sus
descendientes, y gozar de la vida como aspira a hacerlo
cualquier persona sensata. Lo que sí debería hacer el
Presidente es meter presos a quienes se han enriquecido de
forma ilícita, sin embargo, a esto no se atreve.
tmarquez@cantv.net