Las
reacciones del Gobierno y un sector de la oposición frente
al pronunciamiento público del general Raúl Isaías Baduel en
torno al proyecto de reforma constitucional han coincidido
en el ataque, la descalificación y las dudas acerca de la
fidelidad de él como persona.
De parte del Gobierno, y
especialmente de Hugo Chávez, resulta perfectamente
comprensible este asedio. Lo califican de traidor, agente de
la oligarquía y del imperialismo, y lo aguijonean con toda
clase de epítetos que aterrizan como dardos sobre la
humanidad del General en Jefe caído en desgracia. En los
regímenes comunistas esta es una práctica habitual. En la
Unión Soviética, cuando Stalin desataba dentro del Partido
Comunista las purgas para acabar con sus adversarios, muchos
creados por su imaginación paranoide, sus antiguos camaradas
de la dirección bolchevique pasaban a ser súbitamente
“enemigos del pueblo” “y espías del malvado capitalismo”, a
pesar de que toda su vida la habían dedicado, primero a
construir el partido y hacer la revolución, y luego a
edificar el socialismo e imponer la dictadura del
proletariado. Lo mismo ocurrió en Cuba con los dirigentes
del Movimiento 26 de Julio que habían acompañado a Fidel
Castro en la Sierra Maestra y luego, como Huber Matos,
comenzaron a diferir de la orientación comunista que el
comandante le estaba imprimiendo a la revolución. La misma
medicina les aplicaron a los hermanos la Guardia, Tony y
Patricio, y al general Arnaldo Ochoa, todos héroes de las
fuerzas expedicionarias en África.
Para los comunistas, lealtad
significa silencio, sumisión y complicidad. .Quien participa
en los proyectos comunistas pasa a formar parte de un clan
donde opera la solidaridad mecánica y la subordinación
total, no la independencia de criterios. El pensamiento
único entra por casa. Lo que se busca implantar en el
conjunto de la sociedad hay que imponerlo primero entre los
más allegados. Por eso vemos a todos los monaguillos del
sumo sacerdote repitiendo la misma cantaleta: Baduel es un
traidor.
Lo que ninguno de ellos se
atreve a ventilar son los argumentos de fondo que expuso el
ahora militar retirado. Tal omisión obedece a un plan
preconcebido: hay que evitar que el proyecto de reforma se
conozca y se discuta, pues mientras la gente más sabe del
diabólico proyecto, más se desencanta de él y más se inclina
a votar NO o a impedir que el referendo aprobatorio se
realice. A Baduel hay que demolerlo en el plano personal.
Sus ideas no hay que debatirlas. No conviene analizarlas.
Sin embargo, si bien es cierto
que la respuesta del Gobierno es compresible, yo no acabo de
entender la actitud de algunas personas de la oposición que
insisten en comparar a Baduel con Arias Cárdenas y en
sembrar dudas a cerca de la fidelidad y reciedumbre del
General en Jefe. Los más barrocos han llegado a decir (lo
mismo que de Ismael García) que la alocución del ex redentor
de Chávez forma parte de un maligno plan del Presidente para
confundir a la oposición, convalidar el fraude que se
perpetrará el 3 de diciembre y darle visos de legitimidad a
la farsa electoral. Esta incapacidad de separar el discurso
de quien lo pronuncia, le está impidiendo a la oposición
aprovechar al máximo políticamente un evento tan importante
como fue la comparecencia del General ante todos los medios
de comunicación del país.
Con los discursos orales ocurre
lo mismo que con la palabra escrita: se independizan de
quienes los pronuncian o escriben. Un vez que son
verbalizados o quedan impresos, lo que más importa es su
contenido, la forma como están estructurados y las
consecuencias que pueden desatar. Si Baduel forma parte de
un proyecto maléfico, cosa que yo dudo, sus diseñadores
escogieron el peor camino, pues lo pusieron a decir verdades
tan grandes y sólidas como un templo.
El General señaló algunas ideas
básicas y dio argumentos legales irrebatibles. Dijo, nada
más ni nada menos, que el proyecto constituía un golpe de
Estado contra la Constitución de 1999, ya que violaba el
artículo 342 que establece que el procedimiento de “reforma
constitucional tiene por objeto una revisión parcial de esta
Constitución y la sustitución de una o varias normas que no
modifiquen la estructura y principios fundamentales del
texto constitucional”. Para Baduel, punto de vista
compartido por toda la oposición y que el chavismo no cuenta
con argumentos para rebatir, las modificaciones sugeridas
son estructurales y de fondo y requieren, por lo tanto,
activar el Capítulo III de la Carta del 99 que se refiere a
la Asamblea Nacional Constituyente, tesis que también
comparten amplios sectores de la oposición. Además, el
militar en condición de retiro anota que las modificaciones
desfiguran la democracia, despojan al pueblo del poder para
transferírselo al Estado, desvirtúan el voto como
instrumento de lucha, incrementan de manera desmedida el
poder del Presidente de la República, colocan al país en la
ruta del socialismo autoritario similar al que se estableció
en la Unión Soviética, atacan la descentralización y ponen
en entredicho la propiedad privada, entre otras ideas que su
impecable discurso apuntó. De paso, les hace un llamado a
los militares a impedir que se consume el fraude
constitucional. ¿Les parece poco?
Los argumentos del general
Baduel encajan plenamente con los razonamientos
desarrollados por los constitucionalistas de la oposición
que han insistido en que el proyecto de reforma elaborado
por Hugo Chávez y ampliado por la Asamblea Nacional,
constituye un exabrupto jurídico. Su llamado a votar por el
NO se sustenta en un largo y coherente razonamiento que
reivindica el sufragio como arma insustituible de la
democracia. En esto también se ensambla con quienes
consideramos que debe votarse y que hay que prepararse lo
mejor posible para preservar un eventual y posible triunfo.
El impacto que su discurso haya tenido cobre los cuarteles
es otra materia. Pero esto tampoco lo toman en cuenta esos
opinadores.
tmarquez@cantv.net