El
joven presidente de TELESUR -el mismo que violó las
disposiciones establecidas por el CNE el 3 de diciembre,
cuando a las 4 de la tarde, sin ningún tipo de autorización
legal, anunció los resultados electorales- hablaba en una
reciente entrevista de la necesidad que tiene el Gobierno de
lograr la hegemonía comunicacional, de modo que el tránsito
hacia el socialismo del siglo XXI se facilite y aligere.
Dentro de esta línea, el régimen adquirió el Canal
Metropolitano de Caracas (CMT) y decidió no renovar la
concesión a RCTV. Ahora bien, por lo que se está viendo, al
ala más radical del oficialismo no le vasta con controlar
los medios de comunicación, ya sea comprándolos,
clausurándolos o atemorizándolos. Otra vez retoman con
fuerza un viejo ideal: controlar el sistema de enseñanza
para implantar la educación comunista. Saben estos
revolucionarios que la escuela, junto a la familia y los
medios de comunicación, constituyen los principales
instrumentos de socialización del ser humano. El ministro de
Educación, Adán Chávez, expresó este propósito con meridiana
claridad hace algunos días en La Habana. Según sus propias
palabras, la revolución bolivariana se propone utilizar las
aulas escolares para construir el “hombre nuevo” a imagen y
semejanza del Che Guevara.
Conviene aclarar lo de
“educación comunista”, pues son términos que se contradicen.
La educación, tal como se desarrolla a partir del siglo XIX,
cuando comienzan a consolidarse las primeras repúblicas
modernas, se caracteriza por ser laica, crítica y alejada de
todo culto a la personalidad. Aunque en los colegios
públicos de muchas repúblicas se respeta la enseñanza
religiosa, y esta se ofrece como una opción que puede ser
tomada por los alumnos, un rasgo típico de la instrucción es
que propicia la búsqueda del saber a través de la
investigación independiente, rigurosa y separada de todo
dogma, o verdad absoluta y preestablecida. La verdadera
educación está dirigida a desarrollar la capacidad de
conectar de forma eficaz el cerebro con la lengua, las manos
y el espíritu. Por eso la psicología y la pedagogía colocan
tanto énfasis en la capacidad de describir, asociar,
sintetizar, interpretar, comprender. De allí que se insista
en la importancia de enriquecer el lenguaje y elevar la
capacidad de abstracción mediante las operaciones
matemáticas y otras formas de razonamiento abstracto. Una de
las columnas vertebrales de la educación moderna se
encuentra en la investigación crítica, esa que somete a
revisión los hallazgos anteriores con el fin de empinarse
sobre el conocimiento vigente para alcanzar nuevas
fronteras. Como la educación no se interesa sólo por las
destrezas racionales y verbales, estimula también el valor
de la democracia y la libertad, tanto individual como
colectiva, el libre albedrío, y la responsabilidad
individual en la búsqueda de la convivencia y la resolución
de los conflictos, siempre inevitables, de manera pacífica y
civilizada. La dimensión ética, asociada a los valores
democráticos, a la solidaridad y al respeto por el otro (a
la disidencia), también adquieren relieve durante las
últimas décadas.
Al revisar la educación que se
impartía en la Unión Soviética y en los países de Europa
Oriental, en Cuba y en todas las naciones donde se implantan
modelos totalitarios, se encuentra que esas características
intrínsecas que debería poseer la instrucción, desaparecen o
quedan seriamente lesionadas. Una de las áreas que sale más
afectada es la enseñanza de la Historia. Dado que los
ganadores son quienes escriben la historia, según reza el
antiguo y cínico aforismo, ellos narran los acontecimientos
de acuerdo con sus propios intereses. En Venezuela el caso
más bochornoso es la mistificación, por parte del chavismo,
del 4-F, fecha en la que se cometió un delito contra la
República y la democracia. Este episodio, junto al 27-N, al
Caracazo y a otros acontecimientos similares, ha sido
elevado a la categoría de fechas patrias, propicias para
exaltar las cualidades del líder.
Esta historia adulterada, en la
que personajes bizarros como el Che Guevara, o golpistas
como el teniente coronel que dirigió la conjura de febrero
del 92, aparecen como héroes épicos, es la que el Gobierno
quiere difundir en las escuelas de la nación. Además, el
estudio crítico, serio y desapasionado de las distintas
corrientes del pensamiento filosófico, científico,
económico, social y cultural, se le pretende sustituir por
la enseñanza del marxismo leninismo, no como una perspectiva
más en la historia del pensamiento, sino como la doctrina
que provee certezas inamovibles. Se trata de que los
maestros y profesores se conviertan en oficiantes de un
credo y los alumnos en sus fieles seguidores. Dentro de esta
liturgia, por supuesto que no cabe investigar con rigor los
hechos que se encadenan para dar lugar a la asonada militar.
Lo único admitido es la apología tanto del cuartelazo como
del líder invulnerable y preclaro que lo encabeza.
La tergiversación no ocurre sólo
con la Historia. También afecta al resto de las ramas del
saber. La Economía, por ejemplo, se divide entre la Economía
Política marxista y la Economía Neoliberal salvaje. Todos
los matices, la riqueza que ha producido esta disciplina
desde Adam Smith y David Ricardo hasta la actualidad, quedan
anulados por esa parcelación maniqueísta y empobrecedora. La
Sociología se ve comprimida a los clichés de Martha
Harnecker y Heinz Dieterich. En Biología no sería extraño
que desempolvaran las “teorías dialécticas” de Lysenko, que
tuvieron como resultado final, luego del entusiasta apoyo de
la nomenclatura soviética, la destrucción casi total y
definitiva de la agricultura rusa. La “ciencia proletaria y
socialista” se contrapondrá a la “ciencia burguesa” en un
vano afán por demostrar la superioridad de aquella.
Los chavistas están echando mano
de enfoques tan añejos y reaccionarios, que solo porque uno
los ve en vivo y directo, se ve obligado a creer que esto
ocurre ya entrado el siglo XXI.
tmarquez@cantv.net