A
partir del rotundo NO que la mayoría del pueblo le propinó
al proyecto de reforma constitucional presentado por el
comandante Hugo Chávez, ampliado hasta la aberración por la
Asamblea Nacional, el Presidente de la República -hasta el
maravilloso 2-D invicto en batallas electorales- comenzó a
trabajar en ese fatídico período llamado preaviso. Cierto
que es un lapso muy largo, pero preaviso al fin: su gobierno
expira en enero de 2013, cuando deberá entregarle el mando a
quien resulte ganador en las elecciones de diciembre de
2012. Si quiere acortar la agonía puede renunciar a partir
de hoy.
A Chávez su margen de maniobra
se le redujo drásticamente. Pronto comenzarán a surgir voces
disidentes de su círculo de allegados. Lo que se comenzó a
jugar desde que Tibisay Lucena, con fingida sonrisa, anunció
los resultados electorales, es el destino de un estamento
político que se ha enriquecido de manera obscena, que ha
maltratado al país con la lista de Tascón y la lista
Maisanta, que ha destruido a PDVSA, que cerró a RCTV, que ha
ofendido a la oposición a través de La Hojilla y que ha
dilapidado gran parte de la bonanza petrolera de los últimos
años en el mantenimiento de una dictadura tan oprobiosa como
la de Fidel Castro y en aventuras tercermundistas como las
que promueven Evo Morales, Rafael Correa y, de nuevo, Daniel
Ortega.
Chávez comenzó a trabajar de
preaviso, y él lo sabe. Está consciente de que su mandato
tiene término porque la inmensa mayoría de los venezolanos,
los que votamos por el NO y quienes se abstuvieron,
rechazaron su proyecto continuista y el cerco a la propiedad
privada propuesto en el socialismo del siglo XXI. Todas las
encuestas serias, ésas que anticiparon el triunfo del NO,
establecieron con precisión que los artículos que generaban
mayor temor, eran el que establecía la reelección indefinida
y los que vulneraban la propiedad privada. Por lo tanto,
cualquier intento de su parte de introducir nuevamente, de
manera subrepticia o desembozada, el mismo proyecto para que
la gente lo vote, volverá a recibir la respuesta categórica
del pueblo, con el agravante para él de que en esa
oportunidad sufragarán muchos de quienes se abstuvieron
porque desconfiaban del CNE o no creían en el secreto del
voto.
Además, el comportamiento de
Hugo Chávez y sus aláteres, incluido en primer lugar el
Ministro de la Defensa, están produciendo como efecto que el
Comandante quede cada vez más aislado. Su actitud lo alejan
aún más de los 3 millones de electores que perdió entre
diciembre de 2006 y diciembre de 2007, más los que se
sienten indignados por el lenguaje procaz y la actitud
arrogante contra esa inmensa franja de venezolanos que se
opuso a sus delirios comunistas y dictatoriales. La gran
mayoría de los venezolanos esperaba que Chávez reaccionara
frente a la derrota con la misma hidalguía que actuó Manuel
Rosales cuando perdió en los comicios del 6 de diciembre de
2006; o como se comportó su archirival, Carlos Andrés Pérez,
cuando producto de la conjura tramada por un grupo de
resentidos e irresponsables, salió de la Presidencia de la
República por un supuesto delito que nunca existió. En ese
momento Pérez prefirió asumir el costo de una decisión
injusta e incorrecta, antes que someter al país a un trance
que podía provocar centenas de muertes.
A Chávez no le interesa la
nación. Sólo le importa satisfacer su ego infinito, su
delirio comunista y su apetito insaciable por el poder. Por
eso se rodea de amanuenses y castrados que le rinden
pleitesía, aunque con esa sumisión pueda hundirse al país en
el caos y la violencia.
El triunfo del NO, no es una
“victoria de mierda” como dice el caudillo venido a menos,
en medio de la algarabía de un grupo de militares a los que
les queda demasiado grande el uniforme que cargan y las
insignia que lucen. Esa victoria popular fue grandiosa
porque el pueblo tuvo que luchar contra muchísimos factores
adversos. El NO tuvo que enfrentar el abuso de una casta que
convirtió la maquinaria gubernamental y estatal en una
inmensa agencia de propaganda al servicio de Chávez y
cualquiera de las ideas disparatadas que se le ocurren. Por
lo tanto, la oposición democrática se vio obligada a
desarrollar su campaña en medio de un cuadro de severas
restricciones. Como parte de este enorme desequilibrio entre
el SÍ y el NO, el presidente del PDVSA, el insólito Rafael
Ramírez declaró que él y la empresa estatal se ponían en
campaña a favor de Chávez. Los ministerios, empresas
públicas y hasta los jefes del Poder Moral anunciaron su
apoyo al proyecto presidencial. Las gobernaciones y las
alcaldías se alinearon –aunque con desgano- en pro del SÍ.
VTV, VIVE TV, TVESy el Canal de la Asamblea Nacional
hicieron lo mismo. A todo esto hay que agregar que la
mayoría del CNE estaba abiertamente a favor del NO, y que
Tibisay Lucena se comportó como la comisaria de asuntos
electorales del primer mandatario.
El pueblo con el NO ganó frente
al ventajismo grosero de Chávez, al desequilibrio en la
cobertura de los medios televisivos, radiales e impresos, a
la propaganda desmedida del Gobierno, a las presiones de
todos los poderes públicos y a las amenazas abiertas de un
jefe de Estado que irrespeta permanentemente la investidura
que le concedieron quines votaron por él.
Así es, comandante Chávez Frías,
que el triunfo del pasado 2 de diciembre no fue una
“mierda”, sino ka hazaña grandiosa de un pueblo que decidió
alzarse con el voto, arma insustituible para defender la
libertad y la democracia. Y vaya convenciéndose de que
comenzó a trabajar su preaviso.
tmarquez@cantv.net