Resulta
muy interesante contrastar la actitud de los ejércitos de
Turquía y Venezuela, envueltos en procesos de cambio
complejos cuyos destinos finales aún están por resolverse.
Turquía es una nación que ocupa una posición geográfica
estratégica pues es el extremo oriental de Europa y limita
con esa región tan conflictiva que es el Medio Oriente.
Incluso, parte de su territorio se encuentra en el
continente asiático. Desde su liberación de las potencias
coloniales (1923), bajo la conducción a Kamel Ataturk, el
Estado turco, a pesar de que en el país existe una inmensa
mayoría de creyentes islámicos, se define como una
institución laica, al servicio de la nación en su conjunto.
Ataturk puso especial celo en realzar y mantener este rasgo.
Su gran legado fue crear la República seglar, por eso se le
considera el Padre de la Turquía Moderna. El Ejército, que
tiene al prócer independentista como su máximo héroe, se ha
encargado de velar porque se mantenga el carácter secular de
la República, no obstante las fuertes presiones a lo largo
de décadas de los radicales islámicos para convertir el
Estado en una teocracia regida por la sharia o ley
musulmana, tal como en Irán.
Recientemente el economista y ex
Canciller Abdulá Gul, dirigente del Partido de la Justicia y
el Desarrollo (AKP), inspirado en el islamismo, obtuvo la
Presidencia de la República, luego de arduas discusiones y
negociaciones en el Parlamento. El ascenso de Gul al poder
se complementa con la presencia del primer ministro Recep
Tayyip Erdogan, líder también del AKP. La asunción de Gul a
la primera magistratura ha apuesto en alerta al Ejército,
que teme que con él y Tayyip al frente del Estado y el
Gobierno, respectivamente, se inicien un conjunto de cambios
que islamicen el Estado y el Gobierno turco, y se dé al
traste con la herencia civil dejada por Ataturk. La
islamización del Estado, por otra parte, conspiraría contra
la posibilidad de que la nación turca, que ha vivido una
acelerada y espectacular modernización en apenas unas
cuantas décadas, se incorporase como un miembro con plenos
derechos a la Unión Europea. A las resistencias
tradicionales de países como Francia, se sumarían las de
otras naciones que se oponen a la existencia de Estados
teocráticos en la UE. El Ejército le ha advertido a Gul que
no permitirá que el Estado se islamice. La advertencia de
los militares cuenta con el respaldo de los hechos: durante
los últimos 50 años han derrocado 4 gobiernos que
consideraron “peligrosos” para la República.
El recelo del Ejército frente a
los islamistas en tan grande, que se negaron a invitar a la
ceremonia del Día de la Victoria a la esposa de Abdulá Gul,
pues la señora exhibe el velo musulmán, prenda que no es
vista con agrado por los militares. En resumidas cuentas, el
Ejército turco es el gran cancerbero de la naturaleza laica
del Estado, que se ha puesto en riesgo por los resultados de
consultas electorales en las que han triunfado los grupos de
orientación islámica.
Lamentablemente en Venezuela,
desde que Hugo Chávez asume la Presidencia, comienza a
ocurrir un cambio radicalmente opuesto al que se da en
Turquía. El teniente coronel adelanta la destrucción del
Estado secular y la construcción de un Estado ideocrático
(dominado por la ideología socialista, convertida en
religión oficial) frente a la actitud complaciente y
cómplice de un Ejército que se ha plegado de forma
incondicional a las apetencias de un caudillo que pretende
acabar con la República democrática y eternizarse en el
poder.
El argumento según el cual el
pueblo lo quiere así pues por eso ha votado por él y su
modelo, no es válido. En la consulta de diciembre de 2006
todo el aparato del Gobierno y del Estado se alineo de
manera abusiva con la reelección de Hugo Chávez. La
oposición y el país democrático fueron a esa cita en
condiciones totalmente desventajosas: con un CNE
parcializado, con un REP viciado, con una FAN al servicio
del mandatario en trance de ser reelecto, con todos los
recursos financieros del Gobierno al servicio de la
candidatura de Chávez, con el uso desmesurado de los medios
de comunicación públicos y privados, y una larga lista
adicional de arbitrariedades. Luego de esa victoria
distorsionada por el ventajismo obsceno de los recursos
públicos y de los organismos oficiales, ahora pretende
imponerle al país una ideología ajena a la tradición
nacional y contrapuesta a las que inspiran a las naciones
que han logrado los mayores niveles de bienestar y libertad
para sus pueblos.
El comandante Hugo Chávez,
siguiendo el camino trazado por los dirigentes políticos de
inspiración marxista, está destruyendo el Estado laico y la
República democrática que comienza a gestarse en Venezuela
después de la muerte de Juan Vicente Gómez. Uno de los
instrumentos fundamentales para llevar a cabo esta labor de
demolición es la nueva Constitución que trata de imponer
(los otros son PDVSA y la FAN). En el proyecto presentado a
la Asamblea Nacional se decreta la construcción del Estado y
la Sociedad socialista. El socialismo no es concebido sólo
ni fundamentalmente como u sistema de relaciones económicas,
sino como un complejo entramado de relaciones sociales que
van desde los valores y costumbres hasta la microeconomía.
En los artículos reformados y en aquellos que habrá que
modificar para adecuarlos a los nuevos textos, se exaltan
los principios socialistas.
El funcionario deja de ser un
servidor público en el sentido que esta expresión ha tenido
tradicionalmente, y pasa a convertirse en un agente o pieza
del Estado socialista. Por su parte, el Estado y el Gobierno
dejan de ser instituciones y organismos destinados a
facilitar y mejorar la vida social para convertirse en
dispositivos concebidos para acabar con la democracia y la
libertad.
Todo esto ocurre frente a la
desnaturalización de un Ejército que se formó para
fortalecer la República, garantizar la democracia y defender
la libertad.
tmarquez@cantv.net