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Motín en la nave
por Trino Márquez
jueves, 1 diciembre 2005

 

          El capitán Jorge Rodríguez, en medio de su delirante amor por la tecnología y por el juego con cristales opacos, se imaginó que podía seguir conduciendo la nave electoral, sin tomar en cuenta la opinión ni los intereses de los tripulantes de abordo. Se equivoco. La reacción que debió haberse producido cuando la Coordinadora Democrática y la Mesa de Negociación y Acuerdos discutían con el Gobierno las condiciones en las que debería llevarse a efecto el referendo revocatorio, por allá en el primer semestre de 2004, se produjo ahora, año y medio más tarde. En aquella oportunidad, el ventajismo y la parcialidad obscena del Consejo Nacional Electoral y de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a favor de Hugo Chávez, debieron haber provocado una actuación más firme por parte de la oposición. Venezuela era uno de los focos de atención más importantes del planeta, Gaviria se había mudado para el país, la gente se hallaba en la calle y el espíritu de lucha se encontraba en su punto más alto. Los negociadores de la oposición no pudieron medir los alcances del inmenso fraude que fraguaba el Gobierno con la participación activa de Carrasquero, Rodríguez y Bataglini. Cuando la oposición era mayoría real, se dejó derrotar por un reducido grupo de  acólitos de Chávez, a la sazón en franca minoría. Los partidos de oposición han reaccionado tardíamente, pero nunca es tarde cuando la dicha llega. Se pararon frente al psiquiatra y le dijeron con voz clara y firme: hasta aquí nos prestamos como comparsa de eventos electorales ventajistas y fraudulentos como los que usted organiza.

El retiro de todos los partidos de la oposición de las elecciones parlamentarias es un duro golpe para el  hombre de Sabaneta. ¿Cómo seguir justificando en el plano internacional que el suyo es un Gobierno democrático? Desde que se hizo la auditoría a las máquinas de votación en presencia de los observadores de la Unión Europea y la OEA, quedó claro que toda la parafernalia tecnológica desplegada por el psiquiatra Rodríguez, a un costo sideral, sólo ha servido  para automatizar  el la trampa. En esas condiciones ¿cómo podía asistir la oposición a los comicios? ¿Acaso el acto de votación y las elecciones son episodios de la vida política en los que la oposición democrática debe dejarse vapulear por la arrogancia de quienes circunstancialmente controlan el Poder? Si el régimen quiere tener parlamentos a su medida, como los que existían  en la época de Stalin, de Trujillo, de Somoza, o como el que le sirve de adorno a Fidel Castro, pues que vaya a las elecciones solo. Rodríguez podrá decirles con orgullo a sus partidarios –los que apoyan la revolución bonita- que las suyas son las elecciones más tecnificadas del mundo. Algo cierto, pero inútil e inconveniente para la democracia y el respeto a los ciudadanos.

         La gigantesca  abstención que sin duda habrá el próximo domingo, si es capitalizada por los líderes opositores, puede convertirse en el punto de partida para la emergencia de un nuevo liderazgo nacional y la recuperación de los sectores que combaten a Chávez. A pesar de la soberbia de Jorge Rodríguez y de la obsecuencia  de Oscar Bataglini y el resto de los rectores oficialistas, la decisión de Primero Justicia, AD, COPEI, Proyecto Venezuela y Venezuela de Primera, puede dar lugar a una batalla épica por tratar de lograr que las elecciones presidenciales de 2006 se realicen dentro de un ambiente que garantice la equidad de las condiciones entre el Gobierno y la oposición. Esto significa que la oposición pueda auditar el Registro Electoral Permanente, direcciones incluidas, eliminar las captahuellas y los cuadernos electrónicos, contar  todas las papeletas y tener testigos en todas las fases del proceso comicial. Es decir, organizar las elecciones como si ésta fuese una democracia seria y avanzada. Esta meta no es imposible alcanzar. Venezuela estará en el centro de los reflectores de una parte importante del planeta. Chávez no podrá eludir fácilmente la vigilancia internacional. Le resultará difícil utilizar el CNE como un obediente instrumento para asegurar su continuidad en el poder. Es posible que la crisis institucional que se ha desatado con el retiro de los partidos, incluso provoque el cambio de la directiva del CNE, pues la verdad es que resulta arduo difícil digerir a personajes como los doctores Rodríguez y Bataglini. Este último, en medio de la tormenta de los días recientes, todavía comete la insolencia de declarar públicamente que las cazahuellas serán utilizadas en las elecciones para Presidente el año entrante. Ni siquiera abre una tregua. Ni siquiera por pura formalidad dice que “el procedimiento se estudiará” y que el “CNE decidirá lo que mejor convenga al país”, viejas fórmulas gentiles tan útiles  en la política.

         El motín de la oposición puede convertirse en un triunfo de los ciudadanos y de la democracia. La abstención actual no es la misma que aquella a la que invitan los abstencionistas de antaño. Esta abstención tiene el sentido de la protesta frente al abuso y la caribería de Chávez y su grupo. Como dice Súmate, la gente quiere votar, pero no en cualesquiera condiciones. No en las que quiere imponer Jorge Rodríguez y compañía. El acto del sufragio es una conquista de la modernidad y un símbolo de la insurgencia de las masas populares en la política. El principio según el cual un ciudadano, un voto sigue manteniendo intacta su  vigencia. Lo que ocurre es que, como diría el seor José Vicente Rangel, el régimen mando este axioma p’al carajo.

tmarquez@cantv.net

 
 
 
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