El
capitán Jorge Rodríguez, en medio de su delirante amor por la
tecnología y por el juego con cristales opacos, se imaginó que
podía seguir conduciendo la nave electoral, sin tomar en cuenta
la opinión ni los intereses de los tripulantes de abordo. Se
equivoco. La reacción que debió haberse producido cuando la
Coordinadora Democrática y la Mesa de Negociación y Acuerdos
discutían con el Gobierno las condiciones en las que debería
llevarse a efecto el referendo revocatorio, por allá en el
primer semestre de 2004, se produjo ahora, año y medio más
tarde. En aquella oportunidad, el ventajismo y la parcialidad
obscena del Consejo Nacional Electoral y de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a favor de Hugo
Chávez, debieron haber provocado una actuación más firme por
parte de la oposición. Venezuela era uno de los focos de
atención más importantes del planeta, Gaviria se había mudado
para el país, la gente se hallaba en la calle y el espíritu de
lucha se encontraba en su punto más alto. Los negociadores de la
oposición no pudieron medir los alcances del inmenso fraude que
fraguaba el Gobierno con la participación activa de Carrasquero,
Rodríguez y Bataglini. Cuando la oposición era mayoría real, se
dejó derrotar por un reducido grupo de acólitos de Chávez, a la
sazón en franca minoría. Los partidos de oposición han
reaccionado tardíamente, pero nunca es tarde cuando la dicha
llega. Se pararon frente al psiquiatra y le dijeron con voz
clara y firme: hasta aquí nos prestamos como comparsa de eventos
electorales ventajistas y fraudulentos como los que usted
organiza.
El retiro de todos
los partidos de la oposición de las elecciones parlamentarias es
un duro golpe para el hombre de Sabaneta. ¿Cómo seguir
justificando en el plano internacional que el suyo es un
Gobierno democrático? Desde que se hizo la auditoría a las
máquinas de votación en presencia de los observadores de la
Unión Europea y la OEA, quedó claro que toda la parafernalia
tecnológica desplegada por el psiquiatra Rodríguez, a un costo
sideral, sólo ha servido para automatizar el la trampa. En
esas condiciones ¿cómo podía asistir la oposición a los
comicios? ¿Acaso el acto de votación y las elecciones son
episodios de la vida política en los que la oposición
democrática debe dejarse vapulear por la arrogancia de quienes
circunstancialmente controlan el Poder? Si el régimen quiere
tener parlamentos a su medida, como los que existían en la
época de Stalin, de Trujillo, de Somoza, o como el que le sirve
de adorno a Fidel Castro, pues que vaya a las elecciones solo.
Rodríguez podrá decirles con orgullo a sus partidarios –los que
apoyan la revolución bonita- que las suyas son las elecciones
más tecnificadas del mundo. Algo cierto, pero inútil e
inconveniente para la democracia y el respeto a los ciudadanos.
La
gigantesca abstención que sin duda habrá el próximo domingo, si
es capitalizada por los líderes opositores, puede convertirse en
el punto de partida para la emergencia de un nuevo liderazgo
nacional y la recuperación de los sectores que combaten a
Chávez. A pesar de la soberbia de Jorge Rodríguez y de la
obsecuencia de Oscar Bataglini y el resto de los rectores
oficialistas, la decisión de Primero Justicia, AD, COPEI,
Proyecto Venezuela y Venezuela de Primera, puede dar lugar a una
batalla épica por tratar de lograr que las elecciones
presidenciales de 2006 se realicen dentro de un ambiente que
garantice la equidad de las condiciones entre el Gobierno y la
oposición. Esto significa que la oposición pueda auditar el
Registro Electoral Permanente, direcciones incluidas, eliminar
las captahuellas y los cuadernos electrónicos, contar todas las
papeletas y tener testigos en todas las fases del proceso
comicial. Es decir, organizar las elecciones como si ésta fuese
una democracia seria y avanzada. Esta meta no es imposible
alcanzar. Venezuela estará en el centro de los reflectores de
una parte importante del planeta. Chávez no podrá eludir
fácilmente la vigilancia internacional. Le resultará difícil
utilizar el CNE como un obediente instrumento para asegurar su
continuidad en el poder. Es posible que la crisis institucional
que se ha desatado con el retiro de los partidos, incluso
provoque el cambio de la directiva del CNE, pues la verdad es
que resulta arduo difícil digerir a personajes como los doctores
Rodríguez y Bataglini. Este último, en medio de la tormenta de
los días recientes, todavía comete la insolencia de declarar
públicamente que las cazahuellas serán utilizadas en las
elecciones para Presidente el año entrante. Ni siquiera abre una
tregua. Ni siquiera por pura formalidad dice que “el
procedimiento se estudiará” y que el “CNE decidirá lo que mejor
convenga al país”, viejas fórmulas gentiles tan útiles en la
política.
El motín
de la oposición puede convertirse en un triunfo de los
ciudadanos y de la democracia. La abstención actual no es la
misma que aquella a la que invitan los abstencionistas de
antaño. Esta abstención tiene el sentido de la protesta frente
al abuso y la caribería de Chávez y su grupo. Como dice Súmate,
la gente quiere votar, pero no en cualesquiera condiciones. No
en las que quiere imponer Jorge Rodríguez y compañía. El acto
del sufragio es una conquista de la modernidad y un símbolo de
la insurgencia de las masas populares en la política. El
principio según el cual un ciudadano, un voto sigue
manteniendo intacta su vigencia. Lo que ocurre es que, como
diría el seor José Vicente Rangel, el régimen mando este axioma
p’al carajo.
tmarquez@cantv.net
|